La trampa de Norma Piña

El tema del poder judicial está en boca de absolutamente todas las personas de nuestro país. El debate ha llegado a escalas interesantes que permiten en algunos casos un diálogo respetuoso y en muchos otros ha virado a escenarios violentos llenos de desacreditaciones infundadas y de la proliferación de noticias falsas y de opiniones desvirtuadas sin fundamento serio.

En esta ocasión tenemos a bien hablar de este intercambio de ideas y nos centraremos por un momento en la titular de ese poder, Norma Piña y lo que representa realmente.

La ilusión de la división de poderes

Tanto se ha hablado de que la función del poder judicial debe ser un contrapeso al poder ejecutivo y al legislativo. Es decir, que con base en ciertos parámetros se busca que exista un equilibrio entre los tres poderes, que se pongan límites los unos a los otros para así poder tener una mejor gobernanza.

Sin embargo, en la práctica siempre el poder judicial fue un espectador que validó todo lo que proponía el poder legislativo y sobre todo el ejecutivo. Nuestra historia reciente así lo pinta, siendo los jueces parte fundamental de la legitimación de toda la corrupción y de todo el andamiaje neoliberal que vino a saquear más nuestro país en beneficio de unos cuantos.

Ahora que sí llega un gobierno democrático que pone en el centro a las personas más marginadas del país y que combate realmente las desigualdades sociales, es el momento exacto en el que el poder judicial se convierte en el principal defensor del régimen conservador, aludiendo a ciertas atribuciones que parte de la visión clásica del liberalismo político del siglo XVIII se autonombra como el principal bastión de contrapeso a los otros dos poderes.

Si esto lo hiciera con base en una defensa del pueblo o de la constitución estaría correcto, pero lo hacen más bien para defender sus intereses particulares, sus privilegios y todo el régimen neoliberal que representan. Por eso han echado abajo reformas importantes para el pueblo de México y por ello han defendido a delincuentes. Su accionar es claro y no deja ninguna duda.

Feminismos

Teniendo esto en cuenta se enmarca la figura de la actual presidenta de ese poder, Norma Piña, que llegó a ese cargo con la bandera feminista de haber roto el techo de cristal y estar en la cabeza de un órgano tan importante. Además, se le adjudicaron ciertas posturas “progresistas” en temas de la diversidad sexual, de los derechos reproductivos de las mujeres y otros más.

No obstante, se escondió todo su pasado oscuro. Y es que ella fue propuesta y elegida como magistrada por Enrique Peña Nieto durante su sexenio, representando todo lo corrupto y podrido del régimen neoliberal. La prueba está en que gran parte de sus decisiones en la corte iban en contra del proyecto de la Cuarta Transformación con una clara defensa abstracta de la constitución, aunque en lo práctico realmente defendía los intereses de esa minoría rapaz.

Los ataques o señalamientos recientes que ha recibido por su actuar de defensora directa de delincuentes se deben a lo que representa: corrupción y privilegios para esa minoría. Jamás se le ha señalado por el simple hecho de ser mujer, se quemó una piñata y se ha criticado su actuar por corrupta y por neoliberal.

Usar la bandera de ese feminismo blanco para defender de sus acciones a Norma Piña es utilizar ese movimiento como una trampa. Como si a la presidenta no le bastara con su fuero y privilegios que tiene, ahora también intentan protegerla con ese movimiento social de buenas causas. Pero no caeremos en ese escenario, tenemos claro que los señalamientos van en otro sentido y que son legítimos.

Reforma al poder Judicial

En el marco de esta discusión de dos visiones distintas de ver el mundo, se propone desde el movimiento obradorista la reforma al poder judicial para hacerlo democrático y así terminar con ese resquicio del poder conservador. Para que ese poder se vuelva un defensor de la justicia y del pueblo de México.

Ante esa propuesta la respuesta de Norma Piña fue la esperada, intentando intimidar al poder legislativo mediante amenazas. Ese actuar bravucón y sin escrúpulos morales demuestra y pinta a la presidenta como lo que es, una representante fiel de la oposición conservadora. Lo sentimos, pero en 2024 se irán y no podrán detener la democracia mexicana.

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