LA REALIDAD QUE NO COMPRENDEN

Opinión de Pablo Ocampo

Hasta antes del 2006 y sobre todo cuando varios de los ahora lectores de este medio eran niños, ver al ejército en las calles era muy raro; de hecho, solo se podía presenciar un despliegue militar en toda su grandeza, cada 16 de septiembre, en la conmemoración de la independencia de México; donde además, se mezclaban el resto de corporaciones al servicio de la seguridad nacional e instituciones civiles para dicho acto. Fuera de tales galas, en las calles solo se veía a las policías estatales y/o municipales, a quienes se acudía en caso de ser necesario.

También se contaba con la presencia de elementos de la SEDENA para efectos de apoyo en casos de desastres, con la implementación del famoso PLAN DNIIIE, en el cual, elementos castrenses acudían a una población afectada por huracanes, inundaciones, sismos y algún otro desastre natural. Es memorable la imagen de un miembro de dicha institución rompiendo en llanto, visiblemente desconsolado, mientras buscaba sobrevivientes en una escuela derrumbada en el sismo de septiembre de 2017 como parte del mencionado plan.

No fue sino a partir del sanguinario sexenio del presidente Felipe Calderón, que dicha institución tomó las calles para “combatir” el crimen organizado y suceder funciones que le correspondían a los cuerpos policiacos locales. Craso error. Durante ese periodo de gobierno y el subsecuente, encabezado por Enrique Peña Nieto, las calles de las ciudades en casi todo el país se llenaron de un rojo sangre, producto de la infructuosa lucha armada contra los cárteles del crimen organizado, que tuvo como daño colateral a ciudadanos de a pie, pero también se dieron a conocer incontables casos de violaciones de derechos humanos llevadas a cabo por elementos de la Secretaria de la Defensa Nacional, a los que se adherirían actos del mismo tipo, propiciados por integrantes de la extinta Policía Federal. Tlatlaya, Tanhuato y Ayotzinapa, son solo algunos casos emblemáticos de violación de garantías  individuales y masacres que se dieron bajo el mando de los mencionados expresidentes.

No está de más mencionar que desde su creación, la Policía Federal, por la que pasaron Luis Cárdenas Palomino y fue jefe Genaro García Luna, resultó complice de hechos atroces que hoy quedan como una herida abierta para quienes fueron víctimas directas o indirectas de tales acciones.

Desde entonces y con un nuevo capitán en el timón, la seguridad nacional ha cambiado. Desde la cúpula del poder se dejaron de dar órdenes de reprimir a la población, se vela por salvaguardar el bienestar de los ciudadanos en coordinación con autoridades locales y se creó la Guardia Nacional, que absorbió a la Policía Federal, la cual contaba con escasos 40 mil elementos para la protección de todos los mexicanos.

Hoy, con dichos cambios en puerta y a pesar de las voces en la derecha que gritan a los cuatro vientos, desesperadas, que se está militarizando al país (como si no lo hubiera estado en los últimos 12 años hasta antes de este sexenio), la ciudadanía ya no ve a las dependencias de seguridad federales como un enemigo más a combatir, reconoce que son solo algunos miembros y no toda una institución, quienes han cometido delitos y que estos a su vez, ya no quedan impunes y desde luego, el pueblo sabe, pese a que los comunicadores de los medios hegemónicos nos traten a todos como ignorantes, que la estancia del ejercito en las calles hasta 2028 es necesaria, mientras se termina de fortalecer a la GN y se capacita a sus elementos, que dicho sea de paso es de reconocer, cuenta con una aprobación del 70% entre la gente (https://www.elfinanciero.com.mx/monterrey/2022/10/05/gybram-vasquez-amlo-y-la-guardia-nacional/) y que por fin, se ve una luz al final del túnel en cuanto a materia de seguridad se refiere.

Mientras tanto, no dejará de haber críticos a todo lo que el gobierno realice, Judas y fascistas vestidos de comentócratas que critiquen a otros Judas y empresarios cuyo motivo de vida continue siendo el de volver a saquear las arcas federales a expensas de un pueblo que moría de hambre, el mismo pueblo que hoy los confronta y rechaza en las plazas públicas, al tiempo que dichos analistas hacen TikToks y se victimizan preguntándose ¿y yo por qué?

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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