La oposición se encuentra en un momento de reorganización. Se crean nuevos frentes. Dejan solo al PRI, hay promesas de nuevos partidos que dicen que sí pueden contar con registro pero no les va bien en su proceso de creación, y el caso es que a Morena le tocó gobernar sin oposición.
Habrá quienes sean proclives al bipartidismo, que en México tiene orígenes de más de dos siglos al mantener una eterna pugna liberales contra conservadores, ahora están los conservadores contra Morena, cuya ideología extravían y no saben colocar si en el populismo, el progresismo, la democracia liberal, la dictadura o el comunismo. No se ponen de acuerdo en la situación política y la ubicación ideológica del contrincante, y eso arroja misiles que nunca darán en el blanco, pero los siguen disparando a ver si por casualidad hacen algún daño.
Si no conocen al enemigo difícilmente podrían vencerlo.
Desde la revolución mexicana los poderosos del dinero no habían enfrentado tantos obstáculos para realizar sus excesos como ahora, que iban desde la impunidad garantizada ante delitos del fuero común que les permitía vivir en paz a pesar de cometer delitos graves hasta la exención de impuestos que consideraron vitalicia y que todavía evalúan como un derecho.
El bipartidismo realmente existente tiene serias rupturas en su conformación futura, a pesar de tener diferentes nombres y colores diversos, el bipartidismo prevalece en la historia de México. Entre los ensayos de partidos nuevos ninguno tiene nada concreto más que la esperanza de que llegue algún líder que pueda convertirse en partido y que, para completar el milagro surja de las ruinas un líder que los lleve, por lo menos a la congruencia.
Mientras esto sucede hay una expresión de desesperación por ver más lejana la fecha de la recuperación de privilegios, de quienes no les importa llegar a la violencia para lograrlo. Una violencia selectiva, planeada, porque en esto de los delitos sí saben cómo orquestar un crimen perfecto y una estafa maestra.
La inexistencia de la oposición deja a sus antiguos representados a merced de sus impulsos para obtener sus intereses, sin importar los medios para lograrlo, están acostumbrados a no tener límites, ni responsabilidad, ni sanción.
Impedir que el mundo cambie, que el reloj camine para que el país se paralice y en la pausa rescatar del destino una forma de vida que creen que volverá es la única propuesta clara en esos agentes del pasado.
Si los partidos políticos en México no pudieron poner a tiempo su reloj no pueden representar los intereses de nadie. La inclusión no es una opción sino una obligación, expresa su resistencia a través del racismo, el clasismo y la marginación por la que suspiran nostálgicos en todo momento.
La costumbre conservadora de colocar un adjetivo a todo aún sin conocer lo que se califica, usando la vieja frase de todo tiempo pasado fue mejor, que manejan como mantra niegan el presente y anulan el futuro. El pasado es pasado y es una lección, pero no es bueno o malo, simplemente es parte de la historia, del que debe aprenderse pero al calificarlo tratan de extraer de ese tiempo el presente, imponerlo como una realidad, pero como no conocen la historia, su presente es incierto, cuando lo incierto sólo corresponde al futuro. Esta confusión de tiempos, imponen incertidumbre que muestran los conservadores todos en expresiones de sobresalto, de exaltación y paroxismo. Se vuelven caricaturas de sí mismos.
La ausencia de oposición hace ver a los conservadores en una dimensión cada vez más real, bajaron de su nube para convertirse en transeúntes en las marchas de la marea rosa, ahora siguen siendo previsibles en todo menos en una situación: cómo actuarán para recuperar sus privilegios, cuando todos los caminos legales para lograrlo están cerrados sólo les queda la violencia que ya anunció el líder nacional del PAN, como consigan pero la práctica no será protagonizada por los panistas sino por quienes mueven sus hilos.
La oposición se reorganiza pero no se refunda. Debe borrar sus viejas prácticas para mantener una sobrevivencia que le permita iniciar un proceso prolongado de lucha partidista seria, con verdadera participación política, con representación social que no puede realizar en este momento, y esto hace a la oposición cada vez más pequeña y más vil.

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