La Jornada, imprescindible a 40 años

El jueves 19 de septiembre de 1985, a las 7:19 de la mañana se paró el reloj de enormes edificaciones, tales como el Hotel Regis -donde celebridades como Frank Sinatra habían pasado su luna de miel en sus palaciegas suites-; era también la hora en que repartidores y voceadores empezaban a circular la edición que celebraba apenas el primer aniversario del diario La Jornada, cuando un terremoto de 8.1 grados en la escala de Richter y de dos minutos de duración, sacudió a la ciudad de México.

Ambos sucesos aparentemente inconexos marcaron y contribuyeron a un cambio de época en la vida pública de México. El nacimiento de La Jornada el 19 de septiembre de 1984 y los sismos de un año después, condensaron el surgimiento del vehículo y de la corriente de opinión crítica que comenzó a cuestionar cada vez más abierta y profundamente el agrietado sistema político mexicano, denominado coloquialmente como PRI- gobierno.

El pueblo rebasó a las instituciones desde la ayuda mutua, la solidaridad verdadera y la restauración de la comunidad ante la tragedia y la emergencia; luego que los sismos desnudaron los frutos podridos de la corrupción y la negligencia criminal del gobierno entonces prácticamente de partido único, pues hospitales, escuelas, multifamiliares y dependencias habían colapsado por la tolerancia del viejo régimen a la degradación de construir con materiales de tercera clase y de no verificar o actualizar reglamentos para la seguridad ante los riesgos naturales.

Retomando la causa de periodistas independientes al poder, que, en la saga de los esfuerzos de Excelsior, Unomásuno, e incluso Proceso se habían desarrollado desde los años setenta, diversas voces y plumas que habían librado verdaderas batallas contra la censura, la intolerancia, la represión, la desinformación y la manipulación, se agruparon para dar vida hace cuarenta años a un medio excepcional, sin el cual incluso los mismos ecos de los sismos de 1985 no hubieran quizá podido explicarse a gran escala, como un despertar social en medio de la más grande adversidad.

La Jornada, para los que hemos vivido la transición a la era digital, ha sido más que un medio, en aquellos años donde privaba un férreo control a la libertad de expresión por parte del aparato del Estado. La Jornada se convirtió en nuestra escuela de formación política y de construcción de ciudadanía, pues con valentía y honestidad los trabajadores del diario compartieron información al pueblo, con ello se abonó a tener mayores elementos para la toma personal y colectiva de decisiones.

Hoy día es imposible censurar la información, prácticamente todo ciudadano que lo decida puede aspirar a convertirse en un medio de comunicación, las redes y los dispositivos ayudan a testificar prácticamente todo acontecimiento, pero en la década del surgimiento de La Jornada y quizá hasta el cambio de siglo, bastaba al aparato policiaco del PRI- gobierno mandar a recoger todos los ejemplares del diario o bloquear su distribución si en alguna ciudad o entidad le era incomoda alguna información de entre sus páginas al gobernante o la autoridad. Casi que la tinta de La Jornada circulaba contra viento y marea, en un proceso autónomo, diverso, plural pero profundamente comprometido con la verdad, y de auténtica concientización popular.

En la época donde la televisión monopolizaba a su antojo las noticias, y las editorializaba conforme a los intereses del viejo régimen, cuando el 95% de la población se enteraba de los sucesos por ese medio; la irrupción de La Jornada contribuyó de manera significativa a posibilitar el que se conocieran, se comprendieran, e incluso se reconocieran como propias, causas y luchas protagonizadas por otros sectores del mismo pueblo. Lo que desembocó en episodios de solidaridad con aquellas luchas y en los movimientos que empezaron a transformar el país con afanes democratizadores.

Las secuelas sociales de la emergencia de los sismos de 1985 y las luchas políticas devenidas a partir de las reivindicaciones justas de damnificados, habitantes de cuartos de azotea, inquilinos de vecindades y costureras del sindicato 19 de septiembre entre otras; la Asamblea de Barrios y el icónico Superbarrio Gómez; el movimiento estudiantil del CEU de la UNAM en 1986 y 1987; la aparición de la Corriente Democrática de Cuauhtémoc Cárdenas, y la ruptura con el PRI que agrupó y ganó las elecciones de 1988 con el encuentro del nacionalismo revolucionario y las izquierdas aliadas bajo las siglas del Frente Democrático Nacional; el propio fraude electoral de 1988 que llevó al espurio Carlos Salinas a la presidencia para profundizar la aciaga era neoliberal; el surgimiento en el sureste del movimiento Democrático de Andrés Manuel López Obrador ese mismo 1988; la fundación del PRD el 5 de mayo de 1989; el Éxodo por la democracia de 1991- 1992; el plebiscito por la democracia en 1993 para el ejercicio de los derechos políticos de los capitalinos; el surgimiento del EZLN en 1994, la Convención Nacional Democrática a la que convocaron, sus consultas populares y marchas a la ciudad de México; el triunfo de la izquierda en 1997 para elegir por primera vez jefe de Gobierno en la capital del país; la Consulta sobre el Fobaproa en 1998; el movimiento estudiantil del Consejo General de Huelga de la UNAM en 1999-2000, son algunos procesos, movimientos y hechos intensos que sin La Jornada hubieran tenido menciones marginales en televisión o simplemente hubieran sido ocultados, tergiversados, minimizados y que gracias a las páginas del diario, al esfuerzo y cooperativismo de sus directivos y trabajadores hoy forman parte del legado de luchas democráticas y sociales que forman el asidero y la brújula de momentos históricos como guía para el porvenir.

De aquellos años de La Jornada un recuerdo fraterno, y una vida de lucha por Carlos Payán, Carlos Monsiváis, Luis Javier Garrido, Miguel Ángel Granados Chapa, Jaime Avilés, Manuel Ahumada, Adolfo Gilly, por citar parte de la constelación luminosa de periodistas generosos e intelectuales éticos que forjaron y hoy alumbran una nueva cultura política para la liberación del pueblo a través del despliegue de la información veraz y la defensa de la verdad. Un abrazo fraterno a todos los jornaleros.

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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