“…Desinformar no solo es suspender la transmisión de datos, es también sepultar un canon social informativo obligatorio. Es reducir el acto de informar al capricho convenenciero de los fabricantes de ´noticias´; es redactar corpus cercenados al antojo de una ofensiva contra la conciencia de los interlocutores, para entregarles una visión (o noción) de la realidad deformada…”.
Fernando Buen Abad. Posverdad, plusmentira. Colección Unidad y Movilización para la Transformación. Morena. México 2023. Distribución gratuita.
Una constante durante el gobierno de la 4T ha sido la embestida mediática difamando, mintiendo, tergiversando la verdad e incluso inventando informaciones. A lo largo de estos cinco años y meses la estrategia se ha ido haciendo cada vez más sofisticada e incluso incorporando a otros protagonistas.
La guerra de los dueños de los medios, intelectuales orgánicos y opinólogos se ha estructurado muy bien con figuras políticas como expresidentes y otros personajes, pero también con quienes integran los partidos que hoy conforman la coalición opositora, es decir los grupos de legisladores federales y estatales.
No podemos olvidar a otro protagonista destacado en la batalla contra la transformación originada precisamente en las autoridades electorales. Aún y cuando la actual consejera presidente del Instituto Nacional Electoral, Guadalupe Taddei, parecía abrir un espacio para confrontar o al menos reducir la influencia del grupo de funcionarios afines a Córdova y Murayama, la correlación de fuerzas en torno suyo no ha sido suficiente para neutralizar las acciones que sobre todo en materia de quejas y denuncias han realizado favoreciendo a los partidos del prianrede. Esto también lo pudimos constatar con lo tendencioso que resultó el contenido de las preguntas formuladas a los candidatos durante el primer debate presidencial.
Por supuesto que la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) ha hecho lo propio promoviendo una iniciativa por la paz y la seguridad. En torno a la supuesta preocupación por la gente, se ha estado tejiendo una red de grupos y mesas de “reflexión” en diversas zonas de los estados de Guanajuato y Jalisco, aunque no únicamente, para influir en los votantes cercanos a la iglesia invitándolos a votar de manera “razonada” en favor de aquellos candidatos que les ofrezcan paz y seguridad. La influencia de la CEM se ha incluso mostrado en una amplia campaña utilizando las redes sociales.
Sin embargo, la guerra contra el poder ejecutivo federal cuenta hoy con un aliado que ha ido cobrando más y más espacios y notoriedad. Me refiero al poder judicial y particularmente a la Suprema Corte de Justicia de la Nación y la mayoría de los ministros presididos por Norma Piña. Efectivamente, el máximo tribunal del país se ha convertido o pretende hacerlo en el “poder de los poderes”.
Para la Corte poco importa si se viola nuestra Carta Magna, la independencia de los otros poderes de la Unión, o incluso si sus disposiciones subvierten el orden constitucional al abrogarse facultades exclusivas del poder legislativo. Convendría revisar, estimados lectores, los términos de la propuesta relacionada con la invalidación del artículo 19 constitucional para echar abajo la prisión preventiva de oficio, a pesar de que con ello se amenaza la seguridad y la paz nacionales.
Estos poderes fácticos e institucionales o integrados en el estado nacional han tejido una red de intereses, de oposición a la 4T, a través de la cual están tomando decisiones estratégicas maquilladas por el velo de la desinformación.
Pero ¿cómo se ha ido integrando el aglutinante de esas redes de poder contra la transformación? Primero. A partir de los intereses que defienden en común. Las diversas caras que han asumido los cambios durante casi cinco años y medio han golpeado múltiples intereses económicos y políticos; podríamos afirmar, sin temor a equivocarnos, que prácticamente todo lo realizado por el gobierno de López Obrador ha tenido que ver directa o indirectamente con la afectación a los privilegios de la oligarquía mexicana asociada con extranjeros.
Segundo. A nivel ideológico. En su libro Posverdad, plusmentira, Fernando Buen Abad, nos ayuda a comprender como la maquinaria productora de falacias se ha convertido en una actividad naturalizada. Falsificar la realidad es una religión de las falacias para poner fuera de la vista la verdad. Los daños sociales de las mentiras y las falsedades han escalado a latitudes de gravedad inusitada. La pandemia de falacias aplasta el raciocinio libre… la adicción a las falacias aplasta todo lo que de ingenioso o profundo tiene el pensamiento crítico.
La transformación ha logrado confrontar a esa otra pandemia basada en la manipulación ideológica de algunos sectores de la población de nuestro país. La comunicación entre López Obrador y la mayoría del pueblo mediante las conferencias matutinas y el contacto directo que ha caracterizado ese diálogo, ha servido para que socialmente se contraste la falacia de la verdad. El pueblo está aprendiendo a distinguir mentiras de verdades mediante la constatación con la realidad.
En el mundo de la desinformación, de la que son presa también los pregoneros de las conveniencias manipuladoras, no solo se suspende la transmisión de datos, sino que también se sepulta un canon social informativo obligatorio. Desinformar es reducir el acto de informar al capricho convenenciero de los fabricantes de “noticias” … es un fraude de punta a punta. No es una omisión más o menos interesada o tendenciosa… no es una errata del observador… Es lisa y llanamente una canallada contra el conocimiento, un delito de lesa humanidad.
Detrás de las mentiras producidas por el aparato mediático y compartidas en las redes de poderes fácticos e institucionales están los intereses de esas minorías que hoy carecen del control de parte del poder estatal. Por ello, el poder de las mentiras se ha ido perfeccionando. El nivel de las mentiras también exige perfeccionar a sus mentirosos… algunos de los mercenarios de la falsedad están dispuestos a ir siempre más lejos y son capaces de arreglar cualquier escena o texto para halagar a sus amos y sentirse líderes de opinión… aunque sea farsante.
La descomposición de la producción de cierto tipo de informaciones o como dirían algunos del “periodismo” predominante hoy en el país tiene mucha relación con esos amos a los que sirven los mercenarios de la “información” a costa de generar una estela desinformativa. Los medios masivos han convertido a las falacias en artillería diaria contra la inteligencia popular y las luchas emancipadoras.
Los golpes mediáticos producidos con el material falaz del que los proveen todos los poderes que enfrenta la 4T se están convirtiendo en un gigantesco enemigo que puede generar inestabilidad. Sobre todo en esta “temporada de zopilotes” enmarcada por el proceso electoral 2024 y el inminente fin del gobierno del líder del movimiento Obradorista. Claro que, como buen estratega político, el presidente ya anunció la realización de una gira de las gracias por todo el país, lo cual refrendará su liderazgo y mantendrá movilizada a la población antes de septiembre 30 del 2024. Sin embargo, no existe nada más peligroso que la derecha mexicana vea en su futuro mediato la construcción del segundo piso de la transformación y la inviabilidad de recuperar sus otrora jugosas cuotas de poder.
Esta guerra de información o desfiguración de la realidad como la califica Buen Abad no debemos enfrentarla solo con las armas de la crítica. Es necesario desplegar un mapa de acciones que nos permita, al tiempo de desarmar caso por caso el campo minado de las noticias falsas, desmontar las fabricas de producción, su lógica de producción y sus sistemas de distribución.
Buen Abad hace un llamado urgente a impedir la distorsión de la realidad producida cotidianamente con las armas de guerra ideológica del capital, pero sólo podrá impedirse con las armas de la ciencia emancipada y emancipadora en manos del pueblo.
Tarea para la continuidad con cambio. Tipificar, penalizar, con los rigores éticos o jurídicos más obvios, los daños que produce la desinformación y que son siempre muy severos contra el tejido social. Nuestro autor citado fortalece lo anterior con la propuesta de una revisión crítica del artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.
Bue Abad remata señalando lo que podría ser un pendiente por resolver en los años venideros … bien vendría instruir una revolución jurídico-política hacia una nueva justicia social irreversible que tuviera como ejes prioritarios los que competen a la cultura y la comunicación como inalienables… o, dicho de otro modo: que nunca más la cultura, la comunicación y la información puedan ser reducidas, retaceadas, ni regateadas impunemente por el interés de esos grupos de poder.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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