Por primera vez en décadas, las grandes potencias impulsan un rearme masivo ante los conflictos en Ucrania, Oriente Medio y la tensión en Taiwán. Se prevé que los países de la OTAN aumenten su gasto en defensa en 800 mil millones de dólares anuales para 2035, mientras Israel ya destina más del 8% de su PIB a este rubro.
Los gobiernos venden el gasto militar como una oportunidad para generar empleo y crecimiento económico, pero expertos como The Economist advierten que el gasto en defensa es costoso y no mejora directamente el nivel de vida. Además, aumentará la presión sobre las finanzas públicas, provocando recortes en gasto social y elevación de los déficits y tasas de interés.

La economía de guerra no será una solución al desempleo, ya que la producción militar actual es altamente especializada y automatizada, generando muchos menos empleos que otros sectores industriales. Por ejemplo, el aumento del gasto en defensa en Europa podría crear solo 500 mil empleos frente a los 30 millones en manufactura.
La guerra moderna se basa más en tecnología avanzada, como drones guiados por inteligencia artificial, que en mano de obra. Esto beneficia a empresas tecnológicas y reduce la creación de empleos en la producción militar tradicional.
La fragmentación en Europa, con 12 modelos diferentes de carros de combate frente a un solo modelo estadounidense, representa un gasto innecesario y dificulta la cooperación militar entre países. El rearme masivo, más que fortalecer la economía, podría profundizar problemas fiscales y sociales.
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