A cuatro años del gobierno del mejor presidente de la historia de México, seguimos viendo lo que hemos mencionado en pasadas columnas: hay cosas que aún no terminan de morir y otras no terminan de nacer. Y cabe mencionar que, la razón de esto no radica en una ineficiencia o falta de voluntad política por parte del Ejecutivo Federal para lograrlo, sino por muchos funcionarios públicos que continúan solo buscando su hueso personal y continuar bajo una visión conservadora. Terrible.
En pasados análisis hemos tocado el tema en materia educativa en tiempos de la Cuarta Transformación (tema no menor, por cierto) y con títulos como “Los pasquines inmundos de la educación y su cajita feliz” o, “La maldición de la oposición”, que para muchos pudieran sonar fuera de lugar u ofensivos, pero… invocando a la pregunta clave de la sociología, “¿realmente es así? ¿Ofensivos? ¿En serio? Ofensivo es que estos medios amantes de la infodemia, como “Educación Futura” y demás medios tra$vestis de pseudo izquierda, busquen desesperadamente “criticar” las acciones que ciertas unidades administrativas timonean una formación integral dentro de la Secretaría de Educación Pública.
Al efecto, dentro de la SEP, ha surgido una figura directiva pocas veces vista por su lucha incansable hacia una legítima revolución educativa a favor del pueblo, y en contra del puñado de buitres conservadores esperando su rapiña estandarizada.
Este líder es Marx Arriaga, titular de la Dirección General de Materiales Educativos (DGME), quien ha demostrado a cabalidad un liderazgo a la altura de los grandes paladines de la SEP, como lo fue Jaime Torres Bodet, quien soñaba con una educación pública legítimamente pública. Hoy Marx Arriaga continúa su estafeta, y de la manera más revolucionaria que a muchos funcionarios públicos y pseudo periodistas, no les agrada mucho. ¿Por qué?
Desde la llegada de Marx Arriaga al frente de la DGME junto a todo su equipo, se ha convertido, sin duda, en un ejemplo de verdadera entrega de amor y esperanza para la educación del país. Miles de maestros del sistema educativo ponen sus esperanzas no solo en los discursos de esta unidad, sino en los hechos demostrados que le caracterizan; hechos, alejados de las mentiras y calumnias que algunos resentidos quieren hacer creer y engañar, con discursos de “no aceptan críticas”; no señores, confunden crítica con calumnia, aprendan a diferenciar. Olvidan que el pueblo ya despertó.
Lamentablemente y para sorpresa de todos, no todas las unidades administrativas han entendido la función propia de cada una como tal; pareciera que la palabra “funcionario público” solo la tienen de etiqueta, no de acción; y a pesar de esto, la educación emancipadora, crítica y liberadora, va.
Ha llegado la hora de despegar las sillas de los salarios, y de ponerse las botas de uso rudo de la Transformación, con “T” mayúscula; sin embargo, algunos de esos funcionarios son muy minúsculos en su pensar y actuar cuando se trata de abogar por el bienestar del pueblo.
Sin duda, Marx Arriaga y el equipo de la DGME han roto paradigmas politiqueros hacia una auténtica política educativa de la no simulación. La DGME es una unidad que ha entendido cumplir con la misión que le ha sido encomendada en nuestra Carta Magna, y todas las más de 50 unidades administrativas vigentes al 2022 de esta secretaría de Estado, deberían aprender de ella.
Así como existe un reglamento interior que rige aspectos meramente administrativos, así también la DGME despliega un nuevo reglamento interior, pero no como este primero, sino uno interior labrado a base del espíritu de saber ser un buen funcionario y un buen ciudadano, consciente de la necesidad de revolucionar la base misma del desarrollo de la nación mexicana en tiempos donde lo que más importa es “mandar obedeciendo”, como nuestros pueblos originarios exigieron en el Zócalo capitalino aquella tarde-ritual inolvidable del 1 de diciembre de 2018.
Se necesita gente valiente, llena de amor al pueblo, y esos, son los incomprendidos, los atrevidos, los que revientan los oídos sangrantes de hipocresía y cinismo de todo conservador declarado o no.
Y sí, estos buenos funcionarios no se encuentran a la vuelta de la esquina, y menos donde la oposición moralmente derrotada y los trasvestis de izquierda, nunca lograrán entender en lo más mínimo.
Es tiempo de reflexionar… Nunca será demasiado recordar que ser un alto funcionario público va más allá de solo un nombramiento en una oficina con aire acondicionado y café; muchas veces requiere giras, entrega, desvelos, noches en carretera, zapatos enlodados y calles empedradas; algunas veces camionetas descompuestas mientras la vida se arriesga, y entre tanta responsabilidad, algunos chocolates para tomar fuerza.
Y en Marx Arriaga Navarro, encontramos un claro ejemplo de ello.
Al tiempo.
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