Desde que en México se luchó para convertir un virreinato en nación, hace aproximadamente 200 años, se han sufrido distintas vicisitudes que llevaron a su población a padecer adversidades; sin embargo, si volteamos a ver los hechos que sentaron las bases de la que sería la independencia de la corona española, podemos rescatar algo que ha sido constante en la construcción de nuestro país: el carácter y la tenacidad de nuestro pueblo.
Es sabido que durante centenas de años, hemos soportado saqueos, invasiones o traiciones de gobernantes que se suponía debían velar por los intereses de sus representados. Tan solo con hacer un recuento de los últimos 50 años, la constante ha sido tener gobiernos opresores, asesinos y entreguistas; basta recordar la matanza de estudiantes en el año 68 a manos de militares, bajo el mando de Gustavo Díaz Ordaz o más recientemente, la desaparición de normalistas en Guerrero durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, teniendo lugar entre ellas, la gran crisis que dejó el gobierno de Carlos Salinas, la depreciación que tuvo la moneda mexicana al extremo de perder tres ceros y el debilitamiento de paraestatales de manos de Felipe Calderón para favorecer a particulares, como lo fue el caso de las empresas mineras.
La poco honrosa reputación que dejaron gobernantes y partidos que hoy conforman la nada digna oposición política, parecían eternas en un país donde crecían las arcas de los amigos y compadres de gobernadores y presidentes, mientras los bolsillos de la gente de a pie estaban cada vez más vacíos; saqueados. Pese al recuento de las adversidades, en un mar de corrupción y complicidad, el temple del pueblo le ha permitido sobreponerse a las tempestades; la fe de que las cosas pueden cambiar, lo llevaron a pensar en alternativas, la última de ellas ocurrida en las elecciones federales de 2018. El pueblo, entonces, legitimó con su voto un gobierno distinto, enfocado hacía los más necesitados, hacia los olvidados del sistema que gobiernos anteriores se negaron a ver, hacia un dirigente que planteó “primero los pobres” y lo ha cumplido a cabalidad.
Pareciera estar por demás hacer el recuento de logros de la llamada 4a. Transformación de la vida pública del país, como la ha denominado el Presidente Andrés Manuel López Obrador, pero independientemente de haber negociado con empresarios un aumento de sueldo que en sexenios anteriores parecía imposible, de concretar la pensión universal para adultos mayores que ya gozan poco más de 9 millones de mexicanos y la extraordinaria labor para atender y vacunar a la población mexicana frente a una pandemia que tomó a todos los gobiernos y economías por sorpresa, tal vez el mayor logró de este gobierno sea el devolver al pueblo el poder, un poder que jamás debió perder desde un principio y anhelamos no volver a entregar: el poder de decidir qué gobierno queremos, cuándo y bajo qué condiciones, el poder de controlar a quiénes queremos para que hagan valer la ley, sin romperla.
Los ejemplos más reciente sobre el tema son el apoyo de poco más de 16 millones de personas para rechazar la revocación de mandato hacia el presidente, a pesar de los obstáculos creados para la misma por el propio INE (https://www.sinembargo.mx/04-03-2022/4136821) y las muestras de rechazo a diputados de PRI, PAN y PRD, después de que votaran en contra de un proyecto de reforma en materia energética, que suponía beneficios para toda la población -primero para los pobres-, y que en su lugar, al no alcanzar mayoría calificada, dejó la puerta abierta para que las compañías privadas extranjeras se sigan beneficiando de las leyes a modo que dejó impuestas el gobierno de Peña Nieto. En el último caso, los legisladores en cuestión se alzaron en festejos y burlas contra sus pares morenistas, del presidente y hasta de la gente (https://www.sinembargo.mx/17-04-2022/4164962), pero olvidan que en 2022 y 2023, se celebrarán elecciones para gobernador en 8 estados, entre ellos 2 bastiones priístas: Hidalgo y Estado de México, que viven un hartazgo popular debido a las precarias condiciones en materia de seguridad y empleo y que pueden perder la hegemonía tricolor.
A falta de poco más de 2 años para que termine el ejercicio del presidente López Obrador, aún nos falta ver qué otras obras se puedan concretar, ver que se establezcan más gobiernos de izquierda que abran los brazos a la gente en lugar de dar la espalda y que el pueblo consolide ese poder para elegir a representantes que sean dignos, manteniendo la observancia en sus actos. La época de obedecer sin cuestionar, de mantener virreinatos, de dejarse intimidar ante un mal gobernante ha pasado y gracias a la 4a transformación y al presidente, podemos sentirnos dignos de un gobierno cercano, de un gobierno para todos. ¡Por el bien de México, primero los pobres!
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