Hay una verdad incómoda que ya no se puede seguir evadiendo: la derecha mexicana no está luchando por democracia, ni por justicia, ni por el país, está luchando por recuperar los privilegios que el pueblo les arrebató, y en ese afán, no tienen empacho en sembrar odio, promover el injerencismo, intenta desestabilizar al país desde todos los frentes posibles.
Su estrategia está clara, crear caos, paralizar la vida productiva, generar miedo y luego culpar al gobierno de la incertidumbre que ellos mismos fabrican. Marchas que frenan a quienes sí trabajan, bloqueos que afectan a quienes sí producen, discursos cargados de odio que solo sirven para dividir a México entre “los decentes” y “los otros”. Un guion viejo, pero ejecutado hoy con un cinismo que raya en lo perverso.
Y como si no fuera suficiente con la derecha tradicional, ahora tenemos a Ricardo Salinas Pliego, que se ha convertido en el magnate favorito de la confrontación. Cada día desde sus plataformas escupe desdén hacia el pueblo, se burla de los trabajadores, desacredita instituciones y fomenta una cultura de violencia simbólica donde el que no piensa como él merece ser humillado. No propone, provoca. No construye, incendia.
Su versión de “libertad” es la libertad del poderoso para atropellar al que no tiene voz.
Y del otro lado del Atlántico, aparece Javier Negre, el golpeador mediático importado, experto en fabricar odio, en sembrar desinformación y en promover la narrativa más oscura y visceral contra México. Un personaje que viaja de país en país exportando su toxicidad, buscando desestabilizar democracias con la fórmula de siempre, miente, ataca, polariza y luego señala con el dedo al que intentó defenderse.
Su presencia aquí no es casual, forma parte del mismo frente ultraderechista que ve a México como un tablero donde pueden jugar a manipular conciencias.
Frente a esta maquinaria de rencor, es urgente decirle algo directamente a quienes se identifican con la derecha mexicana… Despierten, antes de que el odio los devore por dentro.
Es hora de que salgan de ese trance emocional que les han inculcado opinadores llenos de resentimiento. Es hora de que dejen de repetir discursos de odio que solo fracturan hogares, amistades, familias enteras.
Y sobre todo, es hora de que eduquen a sus hijos con conciencia, no con la rabia heredada de influencers y empresarios que jamás han entendido lo que es trabajar para sobrevivir.
Les recuerdo que México se construye con luz, no con el veneno de los que sueñan con gobernar destruyendo.
El desafío es enorme, sí, pero también lo es la claridad con la que hoy podemos ver quién realmente quiere construir un país digno y quién está empeñado en hundirlo para volver a sentirse dueño.
Les mando un abrazo fraterno.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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