Por Keren Pérez
Este lunes, Joaquín Guzmán López, se declaró culpable por cargos de narcotráfico en Estados Unidos y por secuestro de “El Mayo” Zambada; una actividad ilícita que resultó ser un legado familiar muy desafortunado.
Joaquín Guzmán es hijo de uno de los capos mexicanos de la droga más conocidos de Latinoamérica: El Chapo Guzmán. Los vínculos filiales y criminales no resultan extraños, pero tampoco las artimañas con las que muestran una aparente rendición judicial.
El hermano en sangre de Joaquín, Ovidio Guzmán, también estuvo en tribunales estadounidenses, y hace unos meses realizó la misma jugada, obteniendo un acuerdo judicial con las autoridades del país vecino.
Dichas alianzas dejan mucho que pensar, del país que dice luchar contra el narcotráfico, pero que con frecuencia llega a convenios con el crimen organizado como “estrategia” para sus políticas públicas de seguridad.
En julio de 2024, Joaquín Guzmán se declaró inocente ante las acusaciones de ser parte del Cártel de Sinaloa, tener vínculos con el narcotráfico, lavado de dinero y porte de armas de fuego. Sin embargo, este 1 de diciembre por las horas de la tarde, en un tribunal de Chicago cambió su declaración.
Cabe destacar que El Cártel de Sinaloa se divide en células delictivas, una de ellas es “Los Chapitos”, de la cual EUA acusa a Joaquín Guzmán y sus hermanos de ser los fundadores.
A pesar del énfasis de Estados Unidos en capturar a capos de la droga, como en su momento lo fueron las detenciones de Guzmán López y “El Mayo” Zambada; el país que lidera Trump no termina de definir si va contra ellos o les echa la mano.
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