Por Ricardo Sevilla
Fernando Cerimedo y Javier Negre son los nuevos propagandistas de la ultraderecha. Sin apoyados mediática y financieramente por Ricardo Salinas Pliego.
Ellos quisieran tener un rol protagónico en la cruzada ultraderechista. Pero, lamentablemente para ellos, no es así. Su función es maniobrable. Es decir: son intercambiables y, si se requiere, sacrificables.
Aunque su motivación puede ser ideológica, también reciben, por ello, jugosos estímulos económicos: contratos de consultoría, monetización de canales, acceso a círculos de poder, etcétera.
Pero vale la pena hacer un análisis sobre quiénes son estos personajes.
Fernando Cerimedo es consultor político y especialista en redes/marketing digital. Y eso posibilita que sea un operador digital clave. De hecho, es el responsable de la difusión táctica de mensajes y la viralización de contenidos de campaña/desinformación.
Cerimedo es tristemente recordado en la prensa argentina y brasileña por su supuesta participación en la difusión de “fake news” y campañas de desinformación masiva en el contexto de las elecciones brasileñas de 2022 y la investigación sobre el intento de golpe de estado a Lula da Silva.
No es anecdótico que su empresa, Agencia La Marea, haya sido vinculada a campañas de ultraderecha en la región, incluyendo la de Javier Milei en Argentina.
Por su parte, Javier Negre es lo que se conoce como “peón” en el ecosistema mediático; este personaje utiliza su plataforma para legitimar y amplificar narrativas polarizadoras, que, dicho sea de paso, le ha granjeado una reputación de falta de rigor periodístico.
Negre es fundador del canal de YouTube “Estado de Alarma”. No debe olvidársenos que tiene antecedentes penales. Y es que fue condenado por el Tribunal Supremo español por intromisión ilegítima en el honor y la intimidad al inventar una entrevista a una víctima de violencia de género cuando trabajaba en El Mundo.
Sin importarle un comino la ética periodística, Negre ha evolucionado a líder de un medio digital que promueve narrativas de ultraderecha, enfocado en la crítica al gobierno español y la promoción de figuras como Santiago Abascal (Vox) y Javier Milei.
Esa historia ya se había vivido antes con el consultor de origen español Antonio Solá, artífice, en 2006, de la guerra sucia contra Andrés Manuel López Obrador.
Solá es tristemente famoso por la frase “López Obrador es un peligro para México”, que fue el lema central de la guerra sucia, una campaña de desprestigio basada en inocularle a la población miedo contra el candidato.
Ahora bien, el rol de los consultores como Cerimedo, Negre y Solá se ha transformado. Ya no solo se limitan a crear lemas de campaña, sino que gestionan la infraestructura digital para la fabricación y difusión masiva de narrativas políticas a través de redes sociales y plataformas como YouTube/Telegram, a menudo evitando los filtros y regulaciones de los medios de comunicación convencionales.
De hecho, la aparición de canales como el de Negre ejemplifica la creación de medios de nicho hiperpartidistas que operan con un modelo económico basado en la polarización (clics, donaciones) y que actúan como caja de resonancia para las agendas políticas de sus patrocinadores, sustituyendo al periodismo por el activismo propagandístico.
Es importante destacar que estos personajes no operan en un vacío nacional. Su trabajo es un síntoma de redes políticas y financieras que unen a figuras y partidos de ultraderecha en el mundo hispano (España, Argentina, Brasil, México, etc.), compartiendo tácticas, narrativas (anticomunismo, lucha contra la ideología de género, libertad extrema) y, desde luego, financiamiento millonario.
También hay que decir que ellos no son más que personajes anecdóticos en toda esta estructura.
En la cúspide de la estructura se encuentran los actores del poder fáctico (grandes empresarios, lobbies económicos y políticos de alto nivel) que buscan mantener o adquirir poder e influencia para proteger sus intereses económicos y políticos.
Los operadores como Negre y Cerimedo cumplen la función de ejecutores tácticos. Su valor reside en su capacidad para generar el clima social y emocional necesario (miedo, polarización, ira) para que las agendas de los “jefes” avancen.
El ecosistema mediático de ultraderecha, en realidad, es una secta con fines de lucro.


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