Irredimibles

¿De plano son insalvables? ¿Debemos aceptar de una vez por todas que no tiene caso tratar de hacerlos entrar en razón? ¿Hay que reconocer sin ambages que toda esa gente permanecerá en los marasmos de la estupidez humana, en la negación sistemática de la realidad como último baluarte de su conservadurismo exasperado y ramplón?

A diferencia de lo que sostiene el presidente López Obrador, yo pensaba que no, que aún valía la pena intentar despabilarlos, tratar de aguzarles el entendimiento a punta de argumentos… Es más, llegué a creer que era una especie de deber democrático esforzarse por ayudar a quitarles de encima el costal de prejuicios y juicios desatinados que les aplasta la mollera y los mantiene tan endiablados, tan dispuestos a seguir creyéndoles a quienes por tantísimos años les han tomado el pelo… Bueno, pues lamento informar a ustedes que el 2023 vino a traerme el chasco que asestó el puntillazo letal en lo poco que quedaba de mis ganas de andar redimiendo reaccionarios…

Todo ocurrió en territorio WhatsApp, más precisamente en un grupo en el que convivimos cinco cincuentones, quienes, desde la remota prepa, hemos conseguido mantener nuestra amistad. Compartimos origen social y geográfico —¡salimos del mismo código postal!—, un montón de historias, gustos —el tocho, el basquet, el cine, la música…—, sentimientos… En materia política no hay consenso: de los cinco, dos enjuician negativamente al primer gobierno federal de la 4T —votaron en contra de AMLO y se han mantenido como críticos al presidente, a quien cada día detestan más— y tres tenemos una postura favorable. Los dos primeros son francamente pejefóbicos, en tanto que en los tres restantes hay cierta diferencia: uno apoya y valora de manera positiva a la actual administración, sin intervenir jamás en una discusión, en tanto que los otros dos somos felices chairos. 

El episodio comenzó la mañana del 31 de diciembre pasado. El kickoff me correspondió a mí. Desde hacía algunos días, mi participación en el grupo se había limitado a “leer” los mensajes de los demás. Entrecomillo leer porque en nuestra pequeña comunidad, como en el mundo entero, la iconografía se ha impuesto sobre el texto: fotos, memes, emojis, stickers… Antes de que comenzaran los intercambios de buenos deseos por el inminente inicio de año, y considerando que mis cuatro amigos son buenas personas y a todos los estimo, que todos vivimos en México y que por ende el bien común también les atañe, escribí: “Pa’ cerrar el 2022 contentos y esperanzados…” Y enseguida, una tras otra, les fui enviando…:

Y hasta ahí. ¿Cuál fue la respuesta? Nadie dijo nada. Nadie comentó nada. Nadie contradijo nada. En el Whats atronaba la estridulación de los grillitos imaginarios. El silencio perduró horas. Ya en la noche, el intercambio tradicional de buenos deseos de año nuevo. Y de nuevo el silencio: la política, la cosa pública dejó de ser tema…, hasta el 4 de enero, cuando los dos antiamlo del grupo comenzaron a mandar memes celebrando como una enorme victoria de la oposición algo que, hasta entonces, no se había confirmado: que el avión que traerá a Biden no vaya a aterrizar en el AIFA. Esa fue la gota que derramó el vaso. Suspiré y apagué el celular:

— Andrés Manuel tiene razón. Que les vaya bien. No tiene caso.

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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