Desde la tierna edad de siete años Lencho Boy, ya se burlaba de su estricta abuela italiana cuando ella predicaba que en la mesa no se hablaba de política, seria indicación que provocó al instante, el abucheó del hoy doctor y consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova Vianiello.
En un ejercicio de imaginación freudiana es fácil recrear los escenarios. Único hijo varón de académicos renombrados, elogiado por propios y extraños al que se chuleaba en italiano por lo güero y ojo azul. Entre mimos y juguetes nuevos no había quien le pusiera un alto. Su ego le decía que él era digno de un amor inmensurable que en definitiva no le estaban dando sus padres porque siempre estaban muy ocupados o ausentes debido a conferencias, viajes, libros, investigaciones y clases.
Su padre Arnaldo Córdova fue un historiador mexicano y reconocido activista de izquierda, fundador y Diputado Federal del Partido Socialista Unificado de México (PSUM); Su madre Anna Paola Vianello Tessarotto, investigadora y filóloga clásica italiana profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, una mujer muy meticulosa y rigurosa en sus trabajos. Este ambiente académico en la casa de Lenchito era rígido, frío, quizá un tanto falto de contacto amoroso y personal. Carencias que le eran compensadas con excesos materiales.
Y así crecía little Lencho, escuchando a sus padres y amigos hablar de injusticias sociales, de hambre, de revolución, de comunismo. Seguro que las conversaciones hogareñas en la residencia de una pareja de célebres académicos Marxistas, glorificaban a la bola de pobres encalzonados de la revolución mexicana, los libros de Gramsci y a políticos nacionalistas como el General Lázaro Cárdenas.
Pero a Lencho Boy todo ese discurso de izquierda, no le resonó. Eso, desde su mesa repleta, le quedaba muy lejos. Eso le rezumbaba a naquez arcaica, a chiste machacón. Sinceramente al “conse” todo eso le venía valiendo madres mientras se le cumplieran todos sus caprichos. Nada más que esa cantaleta de pueblo explotado, le quitaba la atención de sus progenitores y tal vez, ahí empezó su resentimiento y su Síndrome del Emperador.
Fue así como en algún punto del camino entre el doctorado en Turín Italia, la fotografía, la natación y los viajes a los Alpes suizos; entre antagonismos y lucha de personalidades, formas de pensar y nada más por llevar la contraria, que Lorenzo se apartó de su padre, de sus raíces y se volvió enemigo de la sociedad, la democracia y del ahora presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.
Por eso cuando en 2011 los partidos de derecha (PAN, PRI y PRD) lo llamaron para nombrarlo funcionario del Instituto Electoral no lo dudó ni un segundo. Esta era la oportunidad para demostrarle a su padre que él era mejor, que él iba a lograr más éxito, dinero y poder. Eso es lo que ha representado el INE para Lencho Boy, una venganza y un enorme barril sin fondo de miles de millones de pesos. Aunque en los hechos sea sólo un títere y sus decisiones estén al servicio de quienes lo impusieron, porque en política los favores se pagan.
Por eso en el 2012 no vio la compra descarada del voto; en el 2013 no hizo validas tres millones de firmas para la consulta de la Reforma Energética; en 2020 por encuesta del INE se impuso al repudiado Mario Delgado como presidente de morena. Actualmente Lenchito no quiere saber nada de la Revocación de Mandato, sobre todo porque fue su mismísimo padre quien dijo que la participación ciudadana era lo único que podía salvar al país.
Hoy, a pesar del repudio generalizado que le tiene el pueblo, de un juicio político en curso y de las continuas protestas para que el Lencho Boy renuncie, parece que se irá hasta que se le dé la gana, porque su voluntad está por encima de todos, porque se siente Dios y puede jugar con el destino de una nación y con vidas humanas.
Por ello es urgente impulsar una iniciativa que obligue a funcionarios de ese nivel, a someterse a un riguroso examen psicológico antes de aceptar candidaturas o puestos, porque la política conservadora tradicional está llena de sociópatas asesinos, ladrones, ególatras narcisistas y gente enferma de poder.
En el caso del dittatorzuelo sin ética ni amor por su patria, es evidente que está en constante berrinche infantil que lo ha llevado a actuar por encima de la ley, de sus atribuciones y a padecer el delirium tremens de creer incluso, que puede llegar a la silla presidencial. Para utilizar las palabras que utilizó en su escandalosa proyección telefónica de hace un tiempo, refiriéndose a un indígena: No mames cabrón, estás de pánico, estás para el psiquiatra, estás bien Lorenzo.
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