Hacia una economía moral (I)

“El saqueo de México se llevó a cabo, casi de manera simultánea a la imposición, casi mundial, del llamado “modelo neoliberal” que consiste en: fincar la prosperidad de pocos en el sufrimiento de muchos. Esta infamia se envolvió en una tenaz e intensa difusión de dogmas, como la supremacía del mercado y la utilización del Estado solo para proteger y rescatar a las minorías privilegiadas y se proclamó que las privatizaciones eran la panacea. El nacionalismo económico era anacrónico y la soberanía un concepto caduco frente a la globalización… El Estado no debía promover el desarrollo ni procurar la distribución del ingreso porque si les iba bien a los de arriba les iba bien a los de abajo”.

Andrés Manuel López Obrador. Hacia una economía moral, editorial Planeta. México 2019. (Pp. 34-35)

Sin duda el tema de la economía en nuestro país ha sido uno de los ámbitos preferidos de los “expertos” para denostar al gobierno de la Cuarta Transformación. En este y el próximo artículo expondré de manera breve, primero los planteamientos que el presidente López Obrador ya tenía muy claros en torno al diagnóstico del panorama neoliberal que debía enfrentar y, posteriormente en el artículo siguiente, la demostración que con hechos ha cumplido e incluso rebasado las expectativas que el cambio de gobierno está generando gracias a la claridad de miras con la que se definió la magnitud del problema estructural, así como la planeación y las acciones requeridas para sacar a nuestro país de los círculos viciosos en los que la economía neoliberal nos atrapó a millones de mexicanos.

Pues bien, en su libro Hacia una economía moral, publicado en 20191 (incluso en La Salida. Decadencia y renacimiento de México, publicado en 2017) ya describía con toda claridad los escenarios que enfrentaría y las medidas remediales previstas para reencauzar a un país con privilegios, destinados a una minoría, en otro diferente en el que predominara la justicia social para atender a los millones marginados de todo beneficio.  

El escenario de privatizaciones y apropiación de los bienes públicos caracterizado por el remate de empresas públicas, su adquisición por parte de políticos y empresarios, así como la acumulación de riqueza que este proceso generó, contó con la estructura estatal para adecuar legislaciones, marcos jurídicos y leyes secundarias. 

López Obrador lo afirma así: “… Se ajustó el marco jurídico para legalizar el saqueo que fue encubierto con el eufemismo “desincorporación de entidades paraestatales no estratégicas ni prioritarias para el desarrollo nacional. Carlos Salinas, su hermano Raúl y Pedro Aspe, secretario de Hacienda eran los encargados de aprobar, acomodar y alinear a todos los apuntados que participaron en el reparto de empresas, bancos, que hasta entonces pertenecían a la nación. Así, en 13 meses, del 14 de junio de 1991 al 13 de julio de 1992, fueron rematadas 18 instituciones de crédito. 

En 5 años se enajenaron 251 empresas del sector público, entre ellas Telmex, Mexicana de Aviación, Televisión Azteca, Siderúrgica Lázaro Cárdenas, Altos Hornos de México, Astilleros Unidos de Veracruz y Fertilizantes Mexicanos, además de aseguradoras, ingenios azucareros, minas de oro, plata y cobre; fábricas de tractores, de automóviles y motores, de cemento, de tubería, de maquinaria, entre otras. También fueron privatizadas tierras, ejidos, autopistas, puertos, aeropuertos; y se incrementaron los negocios de particulares en PEMEX y la CFE…”.2

Y continúa López Obrador enfatizando un par de aspectos más que demuestran la agudización de la concentración de la riqueza a partir del sexenio de Salinas. Por un lado, se refiere a una investigación de Gerardo Esquivel, en la que se describe el alto nivel de la concentración de la riqueza en nuestro país, subrayando que el 10% de los mexicanos dispone del 64.4% del ingreso nacional, y el 1% acapara el 21% de la riqueza del país. 

Por otro, puntualiza que: “… Cuando Salinas fue impuesto mediante un fraude electoral en la Revista Forbes solo aparecía una familia mexicana, la de los Garza Sada, con 2 mil millones de dólares, pero al finalizar aquel sexenio ya habían sido incorporados otros 24 mexicanos que poseían en conjunto más de 44 mil millones de dólares. Casi todos ellos habían sido favorecidos con empresas, minas y bancos que habían sido propiedad de los mexicanos. En 1988, México ocupaba el lugar 26 con más millonarios en el mundo. En 1994 estaba en cuarto lugar solo debajo de Estados Unidos, Japón y Alemania…3 Frente a 60 millones de mexicanos en la pobreza. 

Los datos ofrecidos por la investigación de Esquivel señalan que la desigualdad se incrementa a partir del sexenio de Salinas cuando la propiedad de los bienes otrora públicos pasa a los socios del llamado “grupo compacto”. Esa política económica, de corte neoliberal, se siguió aplicando durante los sexenios siguientes. El grupo salinista concentró tanto el poder económico como el político hasta sobreponerse a los poderes constitucionales, remata López Obrador. Es por ello por lo que el presidente ha enfatizado en la imperiosa necesidad de separar al poder económico del político debido a esta “simbiosis” en que los límites de ambos se rebasaron totalmente.

La cuestión de los poderes metaconstitucionales se expresa precisamente en que un solo grupo de poder toma el control también en ámbitos de la institucionalidad nacional como pueden ser los legislativos, jurídicos a niveles tanto estatales como privados y de la sociedad civil. 

“… En los hechos los integrantes de ese grupo decidían en cuestiones relacionadas con el Congreso, Suprema Corte de Justicia, IFE, TRIFE, PGR, SHCP y en el gobierno en su conjunto, en el PAN, PRI y en la mayoría de las agrupaciones llamadas de la “sociedad civil” y en las organizaciones supuestamente no gubernamentales, así como el control total o parcial en la mayoría de los medios de comunicación…”.4 

La expresión del neoliberalismo fue inclusive más allá de lo estrictamente económico y político en nuestro país. Debido a la necesidad de crear una ideología que se compartiera socialmente y que, por ende, justificara las decisiones tomadas por ese pequeño grupo en el poder 

“… su estrategia consistió en regresarnos al pasado, quitarnos el futuro y aun la esperanza. Se afectó la movilidad social, se quiso evitar que los de abajo pudieran ascender mediante el estudio o el trabajo, a niveles mejores de bienestar y condenó a morir pobre al que nació pobre. No hubo políticas públicas pensadas para promover el desarrollo o procurar la justicia, no se trató de atender demandas sociales con fines humanitarios y evitar conflictos y violencia, ni hubo el menor interés en gobernar con rectitud y honestidad. El régimen neoliberal se encargó de dirigir toda la acción del Gobierno hacia operaciones de traslado de bienes del pueblo y de la nación a particulares, con el engaño de que eso nos traería prosperidad…”

La ideología de los pregoneros del neoliberalismo exaltan el mito de la supremacía del mercado, sostienen que la soberanía es un concepto caduco frente a la globalidad, que el Estado no debe promover el desarrollo ni procurar la distribución del ingreso, porque si les va bien a los de arriba, les ira bien a los de abajo… Aun y cuando el neoliberalismo se aplica en todo el mundo, lo peculiar o característico de México es que este llamado “nuevo paradigma” fue utilizado de parapeto para llevar a cabo los robos más grandes que se hayan realizado en el país…”5

La aplicación del neoliberalismo o “neoporfirismo” como también lo llama López Obrador, demuestra que en 36 años llevó a nuestro país a los niveles de mayor pobreza, marginación, desigualdad, informalidad económica, migración interna y externa, violencia, represión social contra la disidencia y corrupción privada y gubernamental. En contraste, durante seis sexenios se desarrolló un sistema económico y político, indisoluble, que produjo niveles históricos de concentración de la riqueza y polarización social. Polarización, dicho sea de paso, provocada por las enormes desigualdades entre una minoría que se sentía dueña del país y la mayoría desposeída de hasta los mínimos de bienestar para sobrevivir. 

Un binomio indisoluble en la ecuación a la que hoy se enfrenta la 4T es neoliberalismo y corrupción. La corrupción más allá de los “moches” era la principal tarea del Estado. Un pequeño grupo confiscó todos los poderes y mantuvo secuestradas las instituciones públicas para su exclusivo beneficio -mención del economista Enrique Galván Ochoa en la introducción de Hacia una… AMLO ha puesto énfasis en la corrupción precisamente por los alcances que tuvo durante 36 años y los niveles tan complejos que asumió. Lo recordamos durante los debates de campaña, realizados entre los candidatos a la presidencia en 2018, y por supuesto desde entonces en su insistencia de erradicar la corrupción demostrando los beneficios en la trascendente reconfiguración del presupuesto público. 

El presidente lo reafirma así: … El distintivo del neoliberalismo es la corrupción. Suena fuerte, pero privatización ha sido en México sinónimo de corrupción… lo sucedido durante el periodo neoliberal no tiene precedente… El poder político y el poder económico se han alimentado y nutrido mutuamente y se ha implantado como modus operandi el robo de los bienes del pueblo y de las riquezas de la nación”. 

“… Hemos sostenido que la corrupción y el rentismo encuentran su más fértil terreno en aquellas situaciones de transición, como la capturada en la imagen de un “régimen autoritario bajo ataque” o de una tendencia a la “democratización parcial”. En estos escenarios los actores del viejo régimen se encuentran inseguros, pues no han perdido del todo el poder, pero su hegemonía tradicional está en suspenso. Tal situación crea poderosos incentivos para que la coalición gobernante utilice sus últimos momentos en el poder para “tomar todo” lo que aún esté a su alcance” 6 

También la corrupción actuó como fórmula para que el poder mantuviera subordinada a la prensa. La corrupción, a través de las múltiples y sinuosas formas que adopta, se convirtió poco a poco en una de las fórmulas preferidas del poder para atraerla. Sin embargo, cuando estos mecanismos de control no surtían el efecto esperado, se utilizaban recursos violentos como el asesinato, la desaparición forzada o la intimidación. A periodistas de investigación como Regina Martínez, Javier Valdez, Miroslava Breach, entre otros, les costó la vida denunciar redes de complicidades. 

Sin embargo, la corrupción endémica a la que López Obrador se refiere va mucho más allá de lo antes comentado y su entramado es más complejo de lo que en apariencia podemos percibir o que el ciudadano de a pie concibe, cuando supone que la corrupción se expresa simplemente en la “mordida” que se le da al policía por pasarse un alto, manejar a exceso de velocidad o estacionarse en lugar prohibido. De ahí que el énfasis puesto en el tema haya llevado a López Obrador a insistir en que en la erradicación de la corrupción esta la base de la renovación de México.

Julio Scherer, hace 18 años, en un texto inédito que parece dirigido a narrar este interesante tiempo que nos ha tocado vivir afirmó: “Una nación quebrantada por su corrupción interna, su analfabetismo masivo, su inequidad brutal, su miseria vergonzosa, como es el caso de México, solo puede fortalecerse en los valores. La corrupción es un ejercicio sistemático y sistémico… los gobernantes se han dedicado, como en el porfiriato, a concesionar el territorio y a transferir empresas y bienes públicos, e incluso funciones del Estado, a particulares nacionales y extranjeros… la corrupción se ha convertido en la principal función del poder político…”7

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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