Me estoy integrando a un nuevo curso como profesora de licenciatura en psicología y estoy discutiendo con mis estudiantes el concepto de infancia y adolescencia, pero éste último me gustaría dejarlo en pausa por el momento para centrarme en la discusión sobre el concepto de LA infancia, que de alguna forma engloba una parte de LA adolescencia. Esta acción intencionada de colocar con mayúsculas los artículos que anteceden los conceptos es para poner en el centro del cuestionamiento la forma en que hemos hecho categorías cerradas que describen formas de estar en el mundo generales sin dar cuenta de las características especiales de cada concepto. Para esta parte de la discusión seguiremos a Anzaldúa https://tramas.xoc.uam.mx/index.php/tramas/article/view/607/604, pero haremos una traducción de los elementos psicológicos a fin de que resulte clara la reflexión que tuvimos en clase.
Hablar de LA infancia o adolescencia es un error porque no existe una, sino múltiples formas de vivir estas etapas del desarrollo de la persona. Si nosotros hablamos de una infancia y una adolescencia, las características y marcos descriptivos dejarán fuera muchas formas diversas de convivencia. Tenemos que considerar que los contextos que permiten construir sentidos de la vida cotidiana o del conocimiento están enmarcados en los espacios de socialización en donde se desenvuelven los infantes. ¿Cómo pasa esto? Porque los niños aprenden de su entorno social y cultural. Las primeras formas de socialización son la familia más cercana y es común observar que los niños tienen los mismos gestos, palabras y actitudes de sus personas cercanas.
Si un niño crece en una granja aprende a diferenciar una vaca de un cerdo y va a imitar los sonidos de los animales que escucha a su alrededor. Ahora, digamos que un niño citadino aprende también por medio de dibujos la asociación de los aminales con los sonidos que emiten. ¿Qué diferencia podría existir en estos comportamientos? Quizá ninguna, pero a veces existen diferencias abismales. Recuerdo una anécdota donde un niño citadino visitó por primera vez a los 7 años un espacio rural y vio una vaca. El niño se asustó mucho, al grado de hacer preguntas que pensaríamos fuera de lugar, ¿qué es eso?, dijo. Resulta que el animal gigante era una vaca, pero la referencia que tenía eran los dibujos escolares en donde las vacas poseen las mismas dimensiones que los perros, así que ver el animal de tamaño real lo impactó mucho. Con este ejemplo podemos observar que cuando hablamos de infancia necesitamos hablar de infancias, de los niños y de las niñas enmarcados en contextos específicos de crecimiento y desarrollo porque no tenemos las mismas experiencias de vida o la misma educación sentimental.
Las infancias son espacios temporales que conforman un proceso de incorporación de relaciones sociales, personales, familiares o culturales que enmarcan a un nuevo ser humano y lo convierten en un sujeto que está anclado a estos marcos y que a su vez transforma este contexto, de tal forma que la convivencia es un constante intercambio de sentidos. La sociedad que rodea a un niño se transforma por el hecho de convivir con él y construye marcos que recibirán otros nuevos seres con particularidades contextuales por las relaciones que le anteceden. Entonces entendemos como subjetividad a un marco de relaciones que permite al sujeto construir su propia experiencia del mundo donde se desenvuelve. Con esta explicación es congruente dar la razón a Anzaldúa y hablar entonces sobre las infancias y las adolescencias. Para incluir las formas de subjetividad que se pueden dar en una sociedad particular.
Como vimos en el ejemplo sobre las vacas, no podemos afirmar que la infancia de cada niño sea la misma cuando desarrollan el mismo conocimiento, pero en contextos diferentes. Entonces, tampoco podemos decir que los estilos de crianza sean los mismos, las palabras afectivas o las actividades recreativas entre familias que comparten incluso la misma colonia sean las mismas. Tan complejo es como lo estamos leyendo, pero ¿cuáles son las implicaciones de esto? Por un lado, están las necesidades de cada niño, no son las mismas y por ende no podemos dar recomendaciones generales o tomar los consejos masivos como mandatos estrictos; más bien requerimos recomendaciones inclusivas que permitan ser contextualizadas.
Una de las problemáticas que encuentro con mayor regularidad es cómo en los contextos urbanos las infancias se enfocan en crecer de forma acelerada. Las niñas que usan maquillaje, los niños expuestos a las pantallas o niñas y niños que visten como si fueran adultos, sin permitir que vivan su etapa infantil. Y también, las Infancias víctimas inocentes de agresión, cuyo día internacional se celebró ayer 4 de junio, una vez más recordando a los niños del pueblo Palestino, claras víctimas inocentes. Una muestra más de que las infancias no son las mismas en todos lados.

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
Comentarios