Pocas cosas deben agradecerse tanto, como esos momentos en los que los privilegiados voltean a ver a la gente de abajo, a los miserables, a quienes con dificultades podremos sobrevivir un día más y se muestran preocupados por ellos. Lamentablemente, es raro que lo hagamos, solemos confundir el altruismo ‘fifí’ con clasismo; condenar las nobles intenciones de aquellos que mantienen un pie sobre nuestro pescuezo, con ganas de sojuzgarnos; despreciar las migajas que amablemente dejan caer al suelo, como si se trataran de ofensas que buscan humillarnos.
Esa terrible ingratitud, afloró el pasado 4 de octubre, cuando la siempre heroica, siempre iluminada, siempre correcta, siempre refinada y siempre preocupada por el bien de México, Lilly Téllez, subió al estrado del Senado de la República, más que a discutir y/o debatir la propuesta de reforma a la Guardia Nacional, a leer una editorial plagada de los más humanos insultos y modestas tropelías en contra de los senadores de Morena y la ciudadanía en general. Afortunadamente, contrarrestando nuestros desaires, personajes como Chumel Torres, con elegancia y respeto, se mostraron a la altura de la senadora y manifestaron su agradecimiento, sin un ápice de misoginia, y sobrada poética, dejando para el olvido estás palabras: “Con el tamaño de esos huevos le puedes dar de comer a cinco estados”.
Y digo afortunadamente, porque no faltaron quienes confundieron las palabras de hermandad y solidaridad de Lilly Téllez, con un arrebato propio de alguien que ha perdido la razón; que confundieron el mensaje de fraternidad de la senadora con una caricatura grotesca de desprecio y soberbia. No. Nada más alejado de la realidad, cuando Téllez, precandidata entre los precandidatos presidenciales de la oposición, sostuvo que ustedes ─refiriéndose a un nosotros del que ella se mantiene al margen─ van a llorar porque los militares le dispararon a estudiantes en una plaza pública, van a llorar porque los militares reprimieron una manifestación en las calles, que sus hijos ─nuevamente los nuestros, no los de ella─ van a llorar cuando los militares abusen sexualmente y violen a las mujeres indígenas, a sus madres, hermanas y esposas, que ustedes van a llorar cuando a sus hijas las golpeen los militares, y que ustedes van a llorar cuando a sus hijos los agredan los militares y no tengan a quien recurrir cuando el ejercito los aplaste, en su condición de simples ciudadanos; no estaba diciendo que los militares sean incapaces de nada más que violar, maltratar, reprimir, golpear y aplastar. No. No estaba diciendo que a diferencia de indígenas, estudiantes y la ciudadanía de a pie, ella está y estará protegida de toda perturbación, oprobio y fuerza maligna que pudiera querer afectarla. No.
Nada de eso. Lo que Doña Lilly hizo fue voltear a ver a quienes vivimos en desgracia, fue mostrarse empática con quienes no vivimos en su burbuja y advertirnos que, si intentamos minar sus privilegios o los de aquellos que se encuentran en el mismo nivel que ella, hay un dios que todo lo ve y se vengará de quienes se oponen al capitalismo darwiniano, a la mano invisible del mercado que pone a cada sujeto en el lugar en el que debe de estar; el discurso de Téllez fue un acto de compasión para protegernos de nosotros mismos y buscar que nos demos cuenta que solo bajo el yugo de un amo como el que ella representa, podremos tener un futuro apacible donde no nos aplaste el ejercito porque nosotros nos habremos aplastado ─mucho antes─ los unos a los otros. Un futuro donde libremente habremos asumido nuestro lugar en la cadena trófica de la explotación salvaje.
Entrados en gastos, no deja de sorprender como hay quienes se sorprenden de que personajes, como la siempre llena de bondad, Lilly Téllez usen el Senado para lanzar editoriales y diatribas a diestra y siniestra, intentando salvarnos de un mundo en donde ella y sus secuaces no tengan privilegios y tengan que vivir como cualquiera de nosotros, cuando la CuatroTe insiste en torturar emocionalmente a nuestra humanitaria clase empresarial, aprovechando cualquier pretexto, como la renuncia de Tatiana Clouthier, para poner a una terrorista fiscal, un monstruo más terribles que Rosa Luxemburgo, una aniquiladora de la tranquilidad espiritual de los emprendedores y amantes de lo ajeno, como Raquel Buenrostro, a la Secretaría de Economía ¿Qué necesita este gobierno para entender que la justicia social no es justicia si es social?
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
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