Como cada año, el 21 de marzo se celebra el natalicio del expresidente Benito Juárez García y el lugar que se llena de festejos es San Pablo Guelatao, Oaxaca; Guelatao, para los cuates. Me llama la atención la forma en que los pueblos de la Sierra Juárez, denominación que le dio el presidente Andrés Manuel López Obrador, han encontrado para conmemorar al hijo más reconocido de la región. Es una fiesta sin parangón que favorece la pertenencia y reconocimiento de los descendientes de esos pueblos originarios.
La llamada Copa Benito Juárez es uno de los torneos de básquetbol más grandes que hay, no soy experta en el tema, pero no creo que haya uno tan imponente. La organización del evento dura todo un año y existe un consejo de pueblos para evaluar cada torneo que concluye y gestiona el siguiente. Participan más de 100 equipos de pueblos indígenas de la Sierra, tanto zapotecos, chinantecos y mixes se reúnen durante dos fines de semana antes del 21 de marzo para las eliminatorias y el mero 21 se juegan las finales, que este año contó con un aforo de 10,000 personas en el Polideportivo de Guelatao. Participan desde niños y niñas de 6 años, hasta adultos de más de 60, que se distribuyen en diferentes categorías; se juegan partidos sin parar desde las 7:00 de la mañana y hasta las 23:00 horas.
Son maratones titánicos donde los equipos tienen que rotar alrededor de 3 juegos por día, entre sábado y domingo, pero este 2025 hubo tanta participación que el primer fin de semana se agregaron juegos en viernes, sábado y domingo. Uno no puede imaginarse con esta narración la cantidad de gente que se distribuye en cinco canchas de básquetbol jugando durante todo el día, niños, niñas, adolescentes, jóvenes, adultos y adultos mayores, en las modalidades femenil y varonil. Es impresionante.
La primera vez que me enteré de este festejo lo expuse en una clase del doctorado sobre comunidad. Me pareció muy interesante que el torneo haya sido una iniciativa de los pueblos aledaños a Guelatao para fomentar el ejercicio y la convivencia de la zona. Ahora, casi 50 años después, el torneo ha crecido tanto que ya no se da abasto. Lo que me parece destacable es el sentido de pertenencia que genera un evento donde los jugadores representan a su pueblo o al pueblo de sus padres o abuelos. Y se preguntarán ¿cuál es el premio? Claro, la competencia en el marco de la lógica capitalista nos indica que necesitamos un incentivo monetario, idealmente, pero no; es “por el honor de competir”, lema bajo el que representan a su lugar de origen y sólo reciben el reconocimiento social de ser el campeón del año.
A estas alturas los jugadores ya comienzan a ser los nietos de aquellos primeros participantes, pero ya no son nacidos en cada pueblo de la sierra. Sin embargo, las reglas son claras, sólo puede inscribirse aquella persona que sea originaria, hijo o nieto de un nacido de la sierra, esto genera un fenómeno que es llamativo, ahora varios equipos se componen de jugadores locales y de diferentes ciudades, por ejemplo, Oaxaca, CDMX, incluso ciudades estadounidenses. Sí, ahora esos pobladores que hace años fueron los llamados “dramers” por migrar, sus hijos y nietos representan con furor los orígenes de sus ancestros y viajan desde Estados Unidos para participar.
¿Cuál es la transformación que ha tenido el torneo? El festejo del natalicio de Benito Juárez ahora representa la creación de una identidad comunitaria, un reconocimiento a la vida que las familias dejaron atrás, la conformación de una convivencia sana que pacifica y lima asperezas pasadas en la zona. Otro punto relevante es la derrama económica para Guelatao y la gran cantidad de comerciantes que llegan de áreas aledañas. Se vende mucha comida, hay juegos inflables para los niños, puedes encontrar artesanías textiles que hacen personas locales. Es un evento que incluso se disfruta a través de transmisiones en vivo donde a la distancia quienes no pueden asistir apoyan a sus pueblos.
La Copa Benito Juárez es una muestra de que la cohesión social es posible a través de una actividad común. La competencia sana enfoca a los jugadores de todas las edades a ceñirse a un entrenamiento constante y cada vez más fuerte. Los juegos son muy intensos, el ritmo es rápido y en varios equipos hay chicos que tienen altura, fuerza, rapidez y agilidad; esto hace que la emoción de los espectadores crezca porque no hay nada escrito sobre quién ganará en cada categoría.
El festejo es digno de uno de los presidentes más representativos de México, recomiendo ampliamente no sólo verlo por curiosidad, sería excelente replicar la experiencia en otras partes y quizá con otras actividades artísticas o deportivas que permitan a las personas centrarse más en la conformación de comunidad y así evitar caer en situaciones nocivas que afectan socialmente. Es una propuesta que se requiere retomar tanto en las ciudades como en las regiones rurales y ojalá lo veamos en todas las zonas del país.

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