EXPLOSIONES DEL 22 DE ABRIL: UNA TRAGEDIA IMPUNE

Viene a mi mente Esmeralda, una dulce y noble niña de apenas 8 años. Quien se acercó a platicar mientras todos en el barrio esperábamos que las brigadas de PEMEX revisaran la situación, debido a los fuertes olores a gasolina que durante todo el día emanaron del drenaje, inundado el ambiente.

No supe responder a Esmeralda qué sucedía; porque nadie lo sabíamos. Solo teníamos la incertidumbre debido a la inexplicable pestilencia y al cierre de circulación que habían hecho los trabajadores de la paraestatal. Al verlos, la zozobra nos abrazó; ellos en total hermetismo no daban respuestas.

Mientras las brigadas estuvieron presentes, Esmeralda me contó sobre su vida, su familia y sus sueños. Quería ser maestra y viajar por todo el mundo; mientras platicaba, su vocecita y su sonrisa de niña tranquilizaban el momento. 

En eso, los brigadistas nos dijeron que no había problema y podíamos retíranos a dormir. Que estaba todo controlado. No sabíamos qué estaba controlado ni qué eran los aparatos que portaban y metían a las alcantarillas. Días después supimos que median explosividad.

Me despedí de Esmeralda; me abrazó fuertemente; su boca dijo adiós, pero su mirada melancólica nunca se fue. Al siguiente día, fue encontrado su cuerpecito inerte e irreconocible.

Su fragilidad física le impidió soportar toneladas de tierra y rocas. Una noble y buena niña que por oprobio, corrupción y negligencia gubernamental, en un cruel instante, vió su vida oscurecerse y extinguirse, quedando sepultada junto a sus sueños.

Esmeralda fue uno de los miles de infantes cuya vida fue arrebatada por las explosiones, aquel fatídico 22 de abril de 1992. Niños y mujeres embarazadas fueron las principales víctimas. Para ellos, no ha habido justicia.

Las explosiones fueron un acto deliberado que destruyó 15 kilómetros de calle y con ellas, su bullicio, sus viviendas, sus comercios, las  alegrías de sus niños; los anhelos de cada habitante; la memoria de esos barrios con su historia y un futuro que para muchos, jamás llegó.

Sólo un gobierno criminal podía haber causado tal crueldad. Una tragedia equiparada con la guerra de Irak; por su nivel de destrucción y muerte.

La mentira, la agresión, los ataques, los golpes contra los damnificados organizados, fueron la consecución de la tragedia.

Las explosiones de por sí eran ya un hecho trágico imborrable e indefendible, pero ante la ceguera por la incompetencia política, para el gobierno, no fue suficiente; la estupidez no tiene límite y el gobierno era un claro ejemplo de ello:

La maquinaria pesada fue metida a las 2 horas de haber sucedido. Aún había gente con vida en el subsuelo. Los afectados tuvimos que impedir el trabajo de los traxcavos, hasta que se rescatara toda la gente.

Los afectados organizados en el Movimiento del 22 de abril fuimos agredidos a constantemente; hasta desalojados a tubazos del kiosco central de la plaza de armas en Guadalajara; acto cometido por los cuerpos policiacos. 

El decreto de expropiación de predios, se detuvo gracias a la lucha y resistencia del movimiento de damnificados. Los pagos (supuestas indemnizaciones) fueron a cuenta gotas y minúsculas. Una burla cruel e inhumana.

La carencia de alimentos, refugio y apoyo a los damnificados cobró vidas a ancianos por inanición y frío. No hubo jamas un trato digno y honroso para los lanzados a la calle. Las vejaciones fueron continuas desde el momento de la explosión.

Todos los medios cumplieron su papel de alienación y mentira. Ninguno se atrevió a indagar la verdad y si alguno la supo, jamás se atrevió a publicarla. Lo mismo sucedió con los investigadores e intelectuales; muchos de ellos obteniendo ganancias por los libros publicados sobre las explosiones. Sus banales investigaciones soslayaron lo mas importante: La causa, los culpables y el número de víctimas fatales.

Quedando oficialmente la versión de 209 fallecidos a causa de una filtración de gasolina debido a un tubo oxidado cuyo orificio fue el tremendo culpable de toda la desgracia. Así la inteligencia prolija de los funcionarios. Un orifico no llenó el colector de aguas residuales con millones de litros de gasolina NOVA.

Durante el Salinato, época en que sucedió la tragedia, no solo fue una etapa de mayor perversión política, sino de sumo descaro e indolencia. La corrupción a tope y el abandono al pueblo; era obvio que una desgracia de dimensiones catastróficas podría suceder en cualquier punto del país.

Pero creía el gobierno que el pueblo “se chupaba el dedo”. Cuando el inepto, irresponsable, inútil y bruto eran cada uno de los gobernantes; de todos los niveles.

Es fecha que la verdad sigue flotando en la zona siniestrada, pero en los medios está soterrada, porque la herida aun sangra y hay culpables que aún viven; cobardemente protegidos, impunemente cobijados.

El gobernador Cosío Vidaurri, Salinas y PEMEX le quedaron debiendo al pueblo de Guadalajara no solo una explicación, sino un resarcimiento justo, un señalamiento a los culpables y una reconstrucción digna de la zona. 

POR LOS NIÑOS CUYAS RISAS ROBARON… POR LAS MADRES CUYOS VIENTRES NO GERMINARON… POR EL BARRIO DERRUIDO… NI PERDÓN, NI OLVIDO!  

Mi reconocimiento a los pocos periodistas que apoyaron nuestra lucha y difundieron las agresiones del Estado contra los damnificados:

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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