Eso que llamamos sentido común

Cuando nos referimos al sentido común hacemos énfasis en la noción relativa a la capacidad que tenemos los humanos para juzgar razonablemente las situaciones de la vida cotidiana y decidir con acierto y de forma adecuada lo procedente. Más o menos esta podría ser una definición de lo que a simple vista resulta ser el sentido común.

Sin embargo, podemos también relacionar el sentido común con la narrativa que un sistema dominante crea, genera, produce y reproduce socialmente para explicar y/o justificar la hegemonía de una minoría privilegiada. Esa reproducción ideológica forma parte de la lucha de la oligarquía por el control, por el dominio pleno sobre la mayoría de la población. Esta concepción nos ayuda a entender lo que el sentido común imperante en el neoliberalismo produce como la visión del mundo.

Es decir, a partir de esa visión del mundo es que un sistema económico-político conforma el conocimiento y la perspectiva que de sí mismo y de la sociedad se tiene. Es en este marco en el que el sentido común adquiere un tipo y un modo de producir memoria histórica, es decir, de ordenar los hechos sociales e históricos de acuerdo con una estructura ideológicamente armada en el proceso de constitución de una cultura política como hegemónica.

Recomiendo ampliamente la lectura del texto de Luis Tapia 1 en el que explica, a partir de la perspectiva teórico-política propuesta por Antonio Gramsci, al sentido común como parte de la lucha por la hegemonía y cómo se establece la dominación neoliberal, pero también cómo es posible construir bloques históricos antagónicos a la hegemonía de una minoría privilegiada. Es decir, es posible confrontar el predominio neoliberal a partir de alternativas como el régimen que la Cuarta Transformación se encuentra conformando.

A lo largo de los sexenios bajo el predominio neoliberal se produjo un tipo de sentido común, podría decirse ad hoc, al que la estructura económica requería para su reproducción. Podríamos afirmar que la estrategia neoliberal para consolidarse a nivel ideológico requiere desarrollar una narrativa que, paralelamente a la privatización económica y social, destruya los ámbitos de nacionalización de los recursos naturales y los procesos de transformación institucional y empresarial de servicios públicos.

El dominio de la privatización por sobre la nacionalización, a nivel económico, implicó también la articulación de una concepción del mundo y del conocimiento. En ese sentido, el neoliberalismo emprendió procesos de sustitución de creencias en ambos aspectos creando un discurso para explicar los hechos contemporáneos en favor de una perspectiva capitalista.

Es interesante hacer notar la ofensiva que lanza el neoliberalismo, sobre todo durante las décadas de los años ochenta y noventa (sexenios De la Madrid, Salinas y Zedillo) y que en nuestro país tuvo diversas expresiones con el objetivo de sustituir las “creencias” predominantemente nacionalistas, por medio de las cuales la mayoría del pueblo organizaba su comprensión del país, la región y el mundo político y económico. Por ejemplo, cuando se suprimieron de los libros de texto gratuito las referencias especialmente las relacionadas con la guerra entre México y Estados Unidos, el Tratado Guadalupe-Hidalgo y la pérdida de más de la mitad del territorio nacional.

Este proceso, inducido a la fuerza sin consulta alguna, desplegó una nueva discursividad que se canalizó a través de los medios de comunicación corporativos, que siempre han estado al servicio de las élites gobernantes; de los organismos internacionales (FMI, BM, BID), las consultoras financieras con sede en Wall Street, los líderes de opinión especialistas en economía y finanzas e intelectuales “orgánicos” afines al libre mercado.

En México surgieron espacios en medios electrónicos, diarios y revistas especializadas en economía; columnistas, intelectuales y hasta académicos que se dieron a la tarea de “enseñar” a la población “neófita” la modernidad del consumo y la cultura del esfuerzo individual para legitimar esta estrategia de dominación, con lenguajes aparentemente técnicos de las ciencias sociales, sobre cómo debería organizar la realidad, sin alternativas, con el imperativo enarbolado por Margaret Thatcher del “no hay opción”.

En la organización en la que el sentido común, antes descrito, responde a la hegemonía, la población ocupa lugares de subordinación, de recepción de mando, exclusivamente “dispuesto” a recibir órdenes de una autoridad con jerarquía. Frente a esto, Tapia propone la autoorganización de la población, ya que produce poder y libertad y genera un proceso de reforma moral e intelectual.

Y así lo confirma: “… La autoorganización nos constituye y reconstituye como sujetos en fluidez. La autoorganización no nos estabiliza en las relaciones de poder, sino que es una apertura a nosotros mismos y en relación con el conjunto de relaciones sociales que nos condicionan y que afectamos a partir de la propia iniciativa”.

La organización de los trabajadores es condición histórica y política de la nacionalización de los recursos naturales y del carácter público de la educación, la salud, el agua, etc., sin embargo, la desarticulación de la clase obrera era la condición de la privatización de todos los sectores públicos. En la inmovilidad y cooptación de algunos de los principales sindicatos, la práctica del outsourcing contribuyó de manera importante, aunque no todos los grandes sindicatos sufrieron esa desarticulación, sobre todo nos referimos a los sindicatos de las empresas que conservaron su carácter público, como las del sector energético, en estos casos mantuvieron cierto nivel de combatividad y lucha en pos de reivindicaciones salariales y, cuando se requirió, también de carácter político y social.

Para el neoliberalismo la organización social se orienta exclusivamente a la funcionalidad en la esfera mercantil y si el mercado exige aceptar una sola opción, pues el “librito de la ortodoxia” marca la pauta para que funcione el capitalismo. Por ello, en su análisis está desprovista de una perspectiva política o ideológica, de ahí que no se cuestionen estructuras de dominación. El neoliberalismo tuvo que sustituir de la memoria popular la creencia en el derecho a cogestionar lo público y a cogobernar el país, la política se convirtió en asunto de los políticos.

La coyuntura histórica que representó, para millones de mexicanos, el triunfo de Andrés Manuel López Obrador constituye una oportunidad para que el sentido común predominante durante los gobiernos de corte neoliberal se reconstruya con una narrativa que confronte la dominación de una élite.

Al respecto, López Obrador se ha referido a algunos rasgos, que nosotros consideramos, podrían ser las premisas de un sentido común que confronte al predominante durante el neoliberalismo. Lo plantea así: “… fue la revolución de las conciencias, lo que permitió derrotar al régimen oligárquico en los comicios del 1 de julio de 2018”. Y agrega, “… hoy la mayoría de la población está informada de las realidades políticas y mantiene una vigilancia constante sobre el quehacer gubernamental e institucional. Este cambio trascendente está siendo conducido a una forma superior del ejercicio del poder: la democracia participativa”. 2

Continua el presidente subrayando “… tenemos la certeza de que los principios éticos y vanguardistas de nuestro pueblo son las claves del nuevo pacto social y del modelo de desarrollo para el México que está renaciendo tras la larga y oscura noche del neoliberalismo. Sin embargo, no es suficiente con que la sociedad esté informada debe, además, participar e involucrarse en las decisiones relevantes de quienes la representan en la función pública”.

Creemos que los medios alternativos y las redes sociales pueden servir como instrumentos útiles, frente a los medios corporativos o tradicionales, a una ciudadanía cada vez más interesada en informarse, y lo que es más para establecer diálogos e interconexiones con quienes protagonizan y difunden acontecimientos a los que ya no son ajenos o de los que ya no son simples y “mudos testigos”.

Esas premisas, en el marco del ejercicio de la participación del pueblo, podrían coadyuvar en el re-conocimiento que de sí misma haga la población y en la recuperación de la capacidad para la autoorganización.

1Tapia, Luis. La reforma del sentido común en la dominación neoliberal y en la constitución de nuevos bloques históricos nacional-populares. CLACSO. Buenos Aires 2008. Pp. 101-112 El texto puede obtenerse gratuitamente en este enlace: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/gt/20160224042016/07tapia.pdf
2López Obrador, Andrés Manuel. Hacia una economía moral. Prólogo de Enrique Galván Ochoa. 2019 editorial Planeta. P. 91.

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