Se cumplen cien días de la administración de Clara Brugada en la Ciudad de México y poco a poco la capital del país comienza a tomar la forma de su pensamiento e ideología.
Clara, a lo largo de su carrera política, ha demostrado ser una mujer preocupada por las necesidades de las personas. Tal vez mucho tiene que ver su historia. Brugada proviene de una de las colonias más marginadas de Iztapalapa, una de las alcaldías históricamente más desfavorecidas e inseguras de la Ciudad de México.
A pesar de haber nacido en Benito Juárez, como ella misma lo cuenta, decidió mudarse a Iztapalapa y ahí cursó su carrera de Economía en la Universidad Autónoma Metropolitana, una de las casas de estudio con mayor tradición marxista en México.
Desde el inicio de su carrera en el servicio público, ha ocupado posiciones clave que privilegian a quienes más lo necesitan. Como diputada federal, fue presidenta de la Comisión de Desarrollo Social y presentó la primera iniciativa de la Ley General de Desarrollo Social. También fue diputada local y hasta constituyente de la Ciudad de México, donde se creó la primera Constitución capitalina, que resguarda el Sistema Público de Cuidados, el cual hoy se refleja en las Utopías que impulsó en Iztapalapa.
En sus primeros cien días de gobierno, su sello más distintivo ha sido la cercanía con las y los ciudadanos. Si bien su gabinete está conformado por especialistas en cada área, Brugada mantiene contacto directo con la población mediante los programas Zócalo Ciudadano y Casa por Casa. A través de estos mecanismos, ha recorrido las colonias más conflictivas para conocer sus necesidades y diseñar soluciones efectivas.
Pero su visión de ciudad va más allá de la asistencia social o el desarrollo urbano. Brugada entiende que la Ciudad de México es un ente vivo, con historia, cultura y una identidad que se rehúsa a ser devorada por la modernidad sin rostro. Por ello, ha puesto en marcha el programa Yólotl Anáhuac, una iniciativa de rehabilitación y conservación de pueblos originarios, con el fin de preservar la esencia de la capital y devolverle su conexión con sus raíces indígenas.
Su compromiso con la tradición no es solo un discurso político. Es una convicción que se refleja hasta en los detalles más personales, como el nombre de sus animales de compañía: Izkra, Iztli, Itandehui, Teotongo, Maguey y Milpa. Para ella, la reivindicación de los pueblos originarios no es una bandera coyuntural, sino una lucha permanente por darle voz y dignidad a quienes han sido históricamente relegados.
Sin embargo, gobernar la capital del país no es tarea fácil. Enfrenta desafíos monumentales: desde la movilidad hasta la seguridad, pasando por la crisis hídrica y la especulación inmobiliaria. Sus primeros cien días han demostrado que tiene claridad de rumbo, pero el verdadero reto será consolidar su visión en un contexto político y social que no siempre favorece a quienes buscan transformar de raíz.
No obstante, Brugada también ha atendido esos temas desde el primer momento de la administración, el gabinete de metropolitano de agua, el C5 del Agua, la línea H2O y el programa de Agua Bienestar “Atlitic”, son sus estrategias para acabar con el problema hídrico de la ciudad. En movilidad, ha propuesto la creación de 5 líneas de Cablebus, entregó unidades nuevas de Tren Ligero, así como de Metrobus, además de que prometió terminar con la rehabilitación de la línea 1 en el primer semestre de 2025.
En seguridad, Brugada impulsó la renovación de cámaras de videovigilancia, la recuperación de los módulos de seguridad abandonados en el gobierno de Mancera, la creación de más sectores policiales para tener un control mejor del territorio y su estrategia integral contra el robo de vehículos y autopartes, con reformas incluso constitucionales.
Y como la cereza del pastel, para terminar con el Cartel Inmobiliario, la mandataria impulsó una ventanilla única digital, para facilitar los permisos e impedir el soborno de inversionistas, dicha ventanilla digital está a cargo de Alejandro Encinas.
El tiempo dirá si Clara Brugada logra imprimirle a la Ciudad de México el mismo espíritu que marcó su paso por Iztapalapa. Lo cierto es que, hasta ahora, ha dejado claro que no es una política convencional, sino una mujer con una misión. Y en una ciudad acostumbrada a que el poder se ejerza desde las alturas, ella ha optado por caminar con la gente, escucharla y construir. Ese, quizás, sea su mayor acierto.
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