ENTRE EL PRESENTE Y EL PASADO. LA DECENA TRÁGICA A 110 AÑOS

El pasado 23 de febrero, el presidente Andrés Manuel López Obrador conmemoró el 110 aniversario luctuoso de Francisco I. Madero, quien junto al vicepresidente José María Pino Suarez fueron asesinados a espaldas de la penitenciaria de Lecumberri. Acompañado de la doctora Beatriz Gutiérrez Müller y Carlos Enrique Ruiz Abreu, director general del Archivo General de la Nación, montaron Guardia de Honor y se colocó una ofrenda floral en el Patio de Honor de Palacio Nacional, donde se guardó un minuto de silencio para recordar al “Apóstol de la Democracia”.  

Para comprender mejor estos acontecimientos históricos que marcaron el rumbo de México, me concedió una entrevista un amigo, compañero y colega, Daniel R. Guzmán. Él es egresado del Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad Nacional Autónoma de México, ex miembro del consejo editorial de “la Bola. Revista de Divulgación de la Historia” y especializado en el tema de la Revolución mexicana y las Fuerzas armadas.  

1.- ¿Qué fue la Decena Trágica y cuáles fueron sus consecuencias?

Este año conmemoramos los 110 años de la Decena Trágica, nombre que se le ha dado a los 10 días de acciones militares, negociaciones políticas y acuerdos diplomáticos que tuvieron lugar del 9 al 18 de febrero de 1913 en la ciudad de México. Todo comenzó cuando el general Manuel Mondragón, junto con sus hombres, liberaron a Bernardo Reyes y a Félix Díaz de sus respectivas prisiones para liderar en conjunto un nuevo golpe militar contra Madero (cada uno ya lo había intentado, sin éxito, por esa razón estaban presos). No obstante, esta rebelión quedó acéfala, tras la muerte de uno de sus líderes, el general Reyes, quien tras intentar tomar Palacio Nacional, fue abatido por una descarga de ametralladora. Con la desaparición del viejo caudillo porfirista, Félix Díaz, quedó al frente de los rebeldes, por lo que junto al general Mondragón y cerca de 1,500 efectivos, se refugiaron en la Ciudadela (edificio que constituía la principal armería del Ejército federal), desde allí emprendieron una serie de ataques con el fin de generar caos y descontento entre la población civil para que se amotinara contra el gobierno maderista. 

Por su parte, Madero nombró al general Victoriano Huerta, en sustitución del general Lauro Villar (quien resultó herido en la defensa de Palacio), como nuevo comandante de la plaza, tal como lo indicaba la ordenanza militar, por lo que quedó al frente de la defensa de la ciudad y del gobierno. Huerta se dispuso a resguardar Palacio Nacional y a intentar recuperar la Ciudadela, contrario a lo que se ha dicho, considero que tal como sostiene el historiador Bernardo Ibarrola, no existió una “guerra falsa”, es decir, una serie de ataques simulados entre los rebeldes y las fuerzas que comandaba Huerta, sino que existió una especie de empate, resultado de la utilización de armas novedosas para la época (cañones de tiro rápido, nuevos tipos de obuses, ametralladoras y armas de repetición), situación que llevo a un estancamiento militar, en el que ningún bando podía derrotar al otro con la velocidad que requería la situación. Ante está situación, Huerta, sacó provechó y encaminó el fin del conflicto hacia su resolución, no mediante la fuerza, sino a través de la política: sabía que la vida de Madero estaba en sus manos, por lo que negoció con los rebeldes y con el embajador estadounidense Henry Lane Wilson su ascenso a la presidencia.

Para ello, fue necesario apresar en Palacio Nacional a Madero, Pino Suarez y al general Felipe Ángeles. Madero y Pino Suárez fueron obligados a renunciar bajo la promesa de asilarlos en Cuba junto con sus familias. Mientras tanto el 19 de febrero, tras una argucia legal Huerta se convirtió en presidente, conformando un nuevo gabinete, integrado por veteranos del régimen porfirista y científicos. Finalmente, el 22 de febrero Madero y Pino Suárez fueron asesinados por órdenes de Huerta en las inmediaciones de la Penitenciaria de Lecumberri.

Sobre las consecuencias de estos hechos, comenzamos por decir que enmarcaron el final trágico de la que hoy sabemos fue la primera etapa de la Revolución Mexicana, la maderista, una que puedo haber quedado en la derrota de la dictadura porfirista y el triunfo del proyecto democrático de Madero, muy democratico y todo, pero deudor del anhelo de justicia económica y social de gran parte de quienes lo apoyaron con las armas, y que cuando tuvieron noticia de su asesinato dieron forma a los ejércitos populares que se levantaron en armas ahora contra la dictadura de Victoriano Huerta, en la segunda etapa de la Revolución y que en la tercera, terminarian enfrentados en una lucha de facciones, de la que saldría victoriosa la facción constitucionalista, de la que personajes como Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdensas, entre otros, serían los principales actores y arquitectos del Estado posrevolucionario, en el que el ahnelo democrático quedaría en el discurso, pero que de una u otra forma dieron cabida a las demandas sociales, económicas y educativas. 

2.- ¿Qué enseñanzas nos dejan estos hechos históricos que marcaron el rumbo de México?

Nos muestra el anhelo democrático del pueblo mexicano. Nos evidencia como una amplia porción de mexicanos son capaces de generar un cambio, empleando los medios a su alcance, por la defensa de un proyecto que les garantice libertades y derechos, pero también de los peligros y la forma tan virulenta en que pueden reaccionar ciertos sectores de la sociedad ante el riesgo de perder sus privilegios. Hoy tenemos una democracia en ciernes, pero como ocurrió con Madero, los medios de comunicación, a los que como en el maderismo, se les ha garantizado un pleno respeto de su libertad de expresión, lejos de emplearla para denunciar las diversas problemáticas que aquejan al país, han dedicado sus espacios para articular un discurso que busca poner en duda las acciones del gobierno (sin apegarse necesariamente a los hechos), pero sobre todo para atacar a la persona y a la familia del goberbante, con el fin de minarlo y riduculizarlo desde una perspectiva clasista y racista.

Por otro lado, tenemos a los grupos privilegiados, que se acostumbraron a vivir bajo el cobijo del un gobierno a su servicio y que hoy buscan regresar al pasado, como lo buscaron aquellos que anhelaban el retorno de una figura fuerte como la de “don Porfirio” y que propiciaron la caida de Madero (la oligarquía, la Iglesia católica, gobiernos extranjeros, entre otros), con tal de proteger sus intereses a costa de los sectores mayoritarios de la sociedad. 

3.- ¿Crees que Madero y Pino Suarez se hubieran salvado si supieran de la traición de Huerta y Mondragón? ¿Y crees que Madero hubiera marchado el 26 de febrero como escribió en un tweet Enrique Krauze?

Es cierto que Madero tenía suspicacias en torno a la persona del general Victoriano Huerta. Por ejemplo, Huerta ya le había causado malestar a Madero cuando intentó entenderse con los zapatistas para contener su rebelión y llegar a un arreglo. Huerta frustró este acercamiento, al iniciar una serie de acciones militares muy agresivas que provocaron el descontento y desconfianza hacia el gobierno. Sin embargo, cuando Madero nombró a Huerta, como comandante de la plaza en sustitución de Lauro Villar, lo hizo acorde a la ordenanza, pues era el militar de mayor graduación y renombre. No pudo nombrar a Felipe Ángeles, a pesar de tener todas sus confianzas porque no tenía el grado militar requerido. No obstante, considero que Madero pensó que Huerta actuaria con institucionalidad y apego a la legalidad. 

Sobre si Madero marcharía con quienes acudieron al Zócalo en la supuesta defensa del INE, lo dudo, pecando de cierto anacromismo, sospecho que el “Apóstol de la Democracia” no se sentiría nada orgulloso de su biógrafo, considerando su deshonestidad intelectual, pero sobre todo por los intereses políticos y económicos a los que ha servido su pluma, a pesar de haberlo convertido en un mátir y puesto en un altar. 

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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