Por Nathael Pérez
A lo largo de los últimos años, Ricardo Salinas Pliego y el conglomerado mediático que encabeza han sido señalados por utilizar su influencia económica, jurídica y televisiva para atacar, desacreditar o intimidar a políticos, periodistas, medios críticos y figuras públicas. Lejos de episodios aislados, los casos dibujan un patrón: quien incomoda al empresario o a sus intereses se convierte en blanco de ataques públicos, campañas mediáticas o litigios con efecto intimidatorio.
El conflicto más visible se ha dado con el expresidente Andrés Manuel López Obrador, y la presidenta Claudia Sheinbaumm Pardo, a quienes ha convertido en sus principales antagonistas públicos. Desde redes sociales y espacios informativos de TV Azteca, Salinas Pliego ha impulsado una narrativa constante de confrontación, con descalificaciones personales y editoriales críticas que rebasan el análisis político para entrar en el terreno del ataque directo. La disputa, marcada por desacuerdos fiscales y regulatorios, ha sido amplificada por la televisora como un pulso entre “el poder político” y “el empresario rebelde”, ocultando el peso real de un conglomerado que domina pantallas, audiencias y recursos económicos.
Ese mismo tono ha sido utilizado contra políticos y figuras de Morena, entre ellas Citlalli Hernández, en episodios que trascendieron el debate político para instalarse en la violencia verbal y simbólica. Publicaciones del empresario en X derivaron en resoluciones del INE, que ordenó el retiro de mensajes por considerar que podían constituir violencia política de género. Aun así, Salinas Pliego mantuvo una estrategia de burla y desafío público a las autoridades electorales, reforzando la idea de que su poder económico le permite colocarse por encima de los límites institucionales.
El caso más grave se produjo cuando Banco Azteca y Grupo Salinas demandaron a siete comunicadores y usuarios de redes sociales, entre ellos Jorge Gómez Naredo, Vicente Serrano, Hans Salazar y otros, bajo el argumento de haber provocado un supuesto “daño financiero” por comentarios críticos. Las demandas incluyeron acciones en tribunales de EUA para intentar revelar la identidad de cuentas anónimas, una maniobra que organizaciones civiles calificaron como demanda estratégica para silenciar la participación pública (SLAPP). El mensaje fue claro: criticar al banco o a su dueño puede salir caro.
Dentro de ese mismo frente, medios críticos como Polemón y su director Jorge Gómez Naredo se convirtieron en objetivos directos. La cobertura incómoda y las opiniones contra el grupo empresarial fueron respondidas no con argumentos, sino con recursos legales y campañas de deslegitimación, presentando al periodismo crítico como un riesgo para la estabilidad económica. Para defensores de derechos humanos, este tipo de reacciones no busca ganar un juicio, sino generar miedo y autocensura.
Las periodistas e intelectuales Denisse Dresser, Sabina Berman y Vanessa Romero Rocha también han sido blanco de ataques personales desde las redes sociales del empresario. En estos episodios, el debate público fue sustituido por insultos, burlas y expresiones misóginas, lo que generó condenas desde colectivos feministas, periodistas y académicos. El patrón se repite: cuando la crítica proviene de mujeres con visibilidad pública, la respuesta de Salinas Pliego suele escalar hacia la descalificación personal.
En el terreno del espectáculo, TV Azteca ha sido señalada por prácticas de cobertura sensacionalista y ataques mediáticos contra celebridades, como ocurrió con Shakira, donde notas y comentarios despectivos fueron difundidos desde espacios de entretenimiento del canal. Aunque estos ataques no siempre parten directamente del empresario, forman parte de una línea editorial que privilegia el escarnio y la burla como herramientas de audiencia, reforzando la cultura del linchamiento mediático desde una televisora con alcance nacional.
El caso más reciente ha sido el de Gloria Trevi, quien ha interpuesto una demanda a Salinas Pliego y TV Azteca por años de difamación, calumnias, y acoso. Más detalles aquí.
En conjunto, estos casos revelan un mismo hilo conductor: Ricardo Salinas Pliego y TV Azteca han utilizado su poder económico, legal y mediático para imponer narrativas, intimidar críticos y castigar la disidencia, ya sea política, periodística o cultural. Lo que está en juego no es un pleito personal, sino la libertad de expresión en un país donde los grandes conglomerados mediáticos aún pueden convertir su voz en arma y su influencia en amenaza.


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