93 años de gobierno priista. “La dictadura perfecta”
Como todo lo que sube baja, y como no hay mal que dure 100 años, la caída del PRI parece inminente. Hace décadas los abuelos decían: “El PRI no gana, siempre se la roba”. Y efectivamente así era. Los fraudes perpetrados por sus militantes, miembros de todos los gremios, salían en cada elección a la calle a hacerla suya a como diera lugar. Donde hubiera que matar, se hacía.
Cada tarde de elección, aunque fuera local, las boletas eran marcadas a favor del partido “aplanadora”. El PRI se llevaba siempre “CARRO COMPLETO”. Estrategias hubo muchas, desde cambiar los días de votación para poder apoyar a los estados de mayor importancia; efectuarlas durante el partido “clásico”, para que bajara la afluencia de votantes. O realizar un sinnúmero de acciones clicadas en cada una de ellas, ya por demás ensayadas, logrando así mayor efectividad: “tacos”, urnas “embarazadas”, “ratón loco”, etc.
La suma de las acciones fraudulentas daban como ganador al mismo de siempre: Al PRI. Aunque el pueblo lo rechazara, mostrándole su aversión con el abstencionismo, el partido en el poder, quien era juez y parte en la contienda electoral, llenaba las boletas de aquellos que no habían acudido a sufragar, dando espacio para que el simulado triunfo fuera más fácil.
Fue en la década de los 80s, cuando el partido con tantos años en el poder intentó modificar sus políticas, con Salinas de Gortari. No para beneficiar al pueblo, sino para seguir en el poder. Pues era ya tan obvio que el abstencionismo superaba por demasiado los votos emitidos “a través de un fraude”.
México ya estaba destinado para entregarlo a capitales extranjeros. Y Salinas tenía planes muy concretos para él, su familia y sus amigos cercanos.
“Se cayó el sistema”
Fue la cabeza de los diarios para avalar el ultraje electoral al pueblo de México. Salinas quedaba como presidente. La defensa del voto fue larga, pero no contundente.
La mesura de los dirigentes permitió que Salinas se sentara en la silla del águila, con el rechazo generalizado del pueblo mexicano. Y ese hombrecillo replantea la manera de hacer política, logrando cooptar decenas de dirigentes sociales, sofocando con sus estrategias de “buena honda” a movimientos y movilizaciones.
Fue entreguista, traidor, ladrón, mentiroso. Y cuando su popularidad iba cayendo al más bajo nivel; como los magos, se saca de la manga el proyecto “SOLIDARIDAD”. El cual lo hizo remontar la ola que iba directo a enterrarlo en la arena.
El PRI dio giros de 180 grados. Los estratagemas y acciones “a favor del pueblo” le volvieron a dar credibilidad en muchos gremios y sectores sociales. Se vuelve a reinventar el gobierno al poner a los panistas, quienes eran colocados en el poder por el mismo Salinas. El papel del panismo en la presidencia de la Republica, quedó escrito en la historia entre repudio, burla y sangre.
Hoy por hoy, el PRI está dando sus patadas de ahogado. Desde que Alito Moreno llegó a la presidencia del partido en 2019, sólo han mantenido sin derrota una gubernatura, la de Durango. Y con respiración artificial de la alianza formada por PRI, PAN y PRD. Es decir, solo tienen 3 estados: Durango, Coahuila y Edomex, con altas posibilidades de perder estos dos últimos el próximo año.
En un intento por solucionar su terrible situación, los priistas dinosaurios, exgobernadores, líderes y demás miembros de peso, entre ellos Ruiz Massieu, sobrino de Salinas, intentaron dar un giro, cambiando de presidente de partido; tratando de imponer a Osorio Chong para destituir a Alito por “incompetente y llevar una dirigencia fallida”; acusándolo tambien de apoyar sólo a su grupo y soslayar los intereses del partido e impugnando la alianza con PAN Y PRD.
Pero Alito, como todo tonto con poder y al grito de “no me voy”, se cobijó con los actuales equipos del partido y sus aliados de mayor peso, para impedir ser destituido a pesar de las denuncias judiciales en su contra y del rechazo de la gran mayoría de priistas.
Y fue así como los otrora “pesos pesados” del PRI, tuvieron que salir por la puerta trasera, para dar declaraciones que no abrieran más la llaga del ya de por sí diezmado partido.
Alito se queda, con un as bajo la manga: Cambiar estatutos, que ya ha comenzado a modificar, para postergar su corto “reinado” hasta finales del 2023 y así poder ser candidato a la presidencia el 2024. No importa si Alito se va o se queda, el PRI va en picada.
Gracias a AMLO el pueblo ha reaccionado y su despertar debe dar continuidad al proyecto de la Cuarta Transformación. Hoy le corresponde al pueblo ser participe de manera activa, de la lucha constante entre el conservadurismo y el poder popular.
En las marchas lanzábamos la consigna: “Muera el PRI”. Es probable, que nos toque ver su caída y desaparición. Aunque en política nada está escrito, nos corresponde a los pueblos hacer que se den las circunstancias, para lograr nuestros anhelos.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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