El mito del voto oculto

La existencia del voto oculto surgió de las desesperadas lucubraciones de ese grupo afiliado a Xóchitl a últimas fechas, que no tuvieron ningún recato en autodenominarse intelectuales. Ni existe el voto oculto ni son intelectuales. Son teóricos de los intereses económicos y privilegios, de quienes les soltaron dinero público para que publicaran revistas, escribieran libros, imprimieran ensayos en las imprentas del gobierno.

Así, desde el Fondo de Cultura Económica que ha estado en manos de gente tan nefasta como Miguel de la Madrid, hasta la dirección de Publicaciones del Poli y de la UNAM estuvieron su servicio, con el pretexto de que personajes como José Woldenberg son investigadores.

El voto oculto según esta sesuda descripción, son es aquel que la población no confiesa a la hora de las encuestas pero que lleva a cabo en la jornada electoral. Y no dice a las encuestas su verdadera inclinación política por motivos que no tienen justificación, pero, sobre todo, por miedo. El voto oculto es una especie de contrapeso al voto duro con el que se han enfrentado, a últimas fechas y los ha desplazado para colocarlos en el lugar donde ahora se encuentran: el desempleo.

Nostálgicos de aquella represión que ocultaron, aseguran que ese tipo de voto surgirá de la nada para darle el triunfo a Rocío Nahle, y no confiesan sus preferencias por miedos a dos circunstancias que claramente no existen en esta administración: la primera perder sus programas sociales Y, la segunda, más absurda todavía, ser reprimidos por votar por la oposición.

Esos tiempos ya pasaron y sucedían por la recomendación de castigos que esos mismos teóricos de los privilegios aconsejaban a los mandatarios, quienes, sin un gramo de cerebro, obedecían a pie juntillas y en la ignorancia que les caracterizaba de no saber siquiera nombrar tres libros, hacía lo que estos oscuros personajes les dictaban.

El voto oculto no existe, por lo menos desde la perspectiva que quieren hacer ver ex consejeros electorales y narradores de una realidad ideal que dibujaba felicidad elitista en lugar de realización popular.

Lo que podría crear un leve margen de diferencia, y sin importar la tendencia partidista, es el hecho de que una encuesta se realiza, en la mayoría de los casos, en la comodidad del hogar de los entrevistados y para emitir su voto deben trasladarse a la casilla que bien puede ubicarse frente a su casa o a varias cuadras o kilómetros. Esta diferencia geográfica puede alterar, de manera mínima, prácticamente imperceptible en las encuestas que no se han movido en poco más de 10 meses y no tienen por qué hacerlo, ante una sociedad consciente de sus derechos y sabedora de por quién votar de acuerdo con sus necesidades.

El voto oculto fue creado de la abstracción para intentar convertirlo en realidad, como todo lo que hacía esos teóricos. Creaban un escenario para que sus lectores consideraran que era producto de sus investigaciones, porque las cuales cobraban varios millones de pesos y que nunca realizaron.

El testimonio de una carta enviada por Héctor Aguilar Camín a Carlos Salinas de Gortari, informando que los 250 millones que se le dieron, como primer pago para el estudio denominado “El desafío educativo, se habían agotado, por lo que “la complejidad del estudio generó costos adicionales por 115 millones de pesos…”

A Salinas nunca le interesó mejorar la educación, pero a los teóricos del fraude les interesaba que el presidente tuviera en ellos su cerebro para seguirlos, según sus “profundos” conocimientos en la política.

Aguilar Camín salta a la fama por la nivela Morir ene le Golfo, un texto dictado y explicado desde las oficinas de Capufe, que entonces encabezaba Fernando Gutiérrez barrios, –quien fuera secretario de Gobernación en el sexenio de salinas–, para desgastar a Pemex y verlo como un cúmulo de corrupción, pero, sobre todo, desprestigiar a Joaquín Hernández Galicia, La Quina.

Esos son los “intelectuales” y su triste historia porque ninguno llegó por ser brillante a esta denominación. La historia de Krauze es todavía más patética, heredero de la biblioteca de Octavio Paz, ingeniero textil, quien se supo ganar su confianza para después convertirse es su apéndice y llegar al obtener el grado de “intelectual” por parte de los funcionarios públicos y presidentes de la época del autoritarismo.

Ni el voto oculto existe ni los llamados intelectuales lo son. México desde hace muchos años está huérfano de pensadores, no porque no hubiera sino que este grupo impidió, hasta con su vida, que verdaderos pensadores mexicanos asomaran la cabeza a la fama, o simplemente pudieran publicar un solo libro.

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