El sentido común nos hace suponer como transparente la afirmación la información es poder, más cuando asumimos que el derecho a la información es fundamental para la concientización; pero esta sentencia se comienza a complicar cuando reflexionamos sobre las fuentes y los medios por los cuales nos llegan los datos que se nos presentan como ciertos o inobjetables. Porque el periodismo como cualquier otra disciplina social, no puede separarse de una postura política propia.
De acuerdo a los principios que el célebre Ryszard Kapuscinski esbozó sobre lo que caracteriza al buen periodismo, es decir, aquel que está guiando por hondos principios éticos y convicciones políticas: la práctica de este oficio implica grandes dosis de sacrificio para sus trabajadores profesionales por tratarse de una actividad de tiempo completo, así como un enorme compromiso por quien lo ejerce para profundizar en el conocimiento de los fenómenos sociales que se registran. Sin embargo, hay un tercer elemento que, sumado a la necesidad de sacrificio y estudio, estaría contradiciendo la práctica del periodismo corporativo, que se ejerce como industria de desinformación al que hemos estamos sujetos en estas primeras décadas del siglo XXI.
En la entrevista que abre el texto Los cínicos no sirven para este oficio afirma Kapuscinski que no se puede aspirar a hacerse rico con esta profesión, pues “ante todo, hay que ser un buen hombre o una buena mujer; buenos seres humanos…” “en ese sentido el único modo correcto de hacer nuestro trabajo es desaparecer… existimos solamente como individuos que existen para los demás, que comparten con ellos sus problemas e intentan resolverlos, o al menos describirlos”
Nada más alejado de esta concepción de un verdadero periodismo en beneficio de la sociedad, que la enésima campaña mediática a nombre de la libertad de expresión en contra del Presidente de México, desatada desde hace poco más de un mes en febrero para enrarecer el ambiente político de cara a las próximas elecciones. Ya que, en voz de sus propios voceros, ya la verdad no es lo relevante sino lo que se puede implantar como opinión pública a favor o en contra de algún proyecto político. La falacia como estrategia.
Lo inédito de esta última embestida es que ha sido apuntalada por distintos medios norteamericanos, tanto los que se publicitan como independientes y sin ánimos de lucro (ProPublica) como los mass media corporativos con una larga trayectoria en la vida política de aquel país (The New York Times). Y es que en menos de tres semanas ambos medios replicaron viejas versiones de investigaciones ilegales realizadas en México, por agentes encubiertos de la DEA, para intentar vincular al entonces candidato de la izquierda, con acuerdos con diferentes carteles de la droga en 2006 y 2018, a partir de supuestos sobornos a sus allegados.
Ambas diatribas fueron desmentidas por las propias autoridades norteamericanas que negaron cualquier investigación vigente, y los propios “autores” tuvieron que reconocer la falta de pruebas y el carácter especulativo de sus trabajos. Pero fueron materia suficiente para alentar la presente embestida de los sectores reaccionarios de México gracias a la permanente genuflexión que practican frente a los agentes de potencias extranjeras y a su mentalidad de súbditos de las viejas metrópolis colonialistas a los que les confieren total autoridad.
No puede asumirse como una expresión legitima del periodismo la calumnia, ni la difamación; y que hoy en pleno inició de las campañas políticas de 2024, vemos como suman a medios nacionales y presentadores de televisión, a la andanada de conjeturas y juicios temerarios que sin ninguna prueba intentan vincular a Andrés Manuel López Obrador con la figura de los carteles mexicanos que precisamente se han demonizado desde los Estados Unidos, cuyo estado niega cualquier responsabilidad en el tráfico de drogas.
La supuesta critica que ejercen estos verdaderos poderes fácticos, que no dudan en actuar como personeros de las agencias extranjeras, es la forma en que pretenden dar legitimidad a las campañas sucias en redes sociales; pero no perdamos de vista que son parte de una estrategia de desestabilización política que toma al periodismo como una actividad lucrativa. El hampa del periodismo se evidencia cada vez más, frente a un pueblo que despierta desde una revolución de las conciencias que apenas comienza. Lo que se ve y se lee, si se juzga.
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