El dueto Monreal-Gibrán, entre la traición y el desprecio popular

Opinión de Norman F. Pearl

Ricardo Monreal Ávila es un personaje político, cuya capacidad de operación y astucia, no es desdeñada por nadie. Su relación con la izquierda mexicana ha sido tan coyuntural como anecdótica. Por ello, podríamos pensar lo invada cierta incomodidad ideológica. 

A los quince años, Ricardo ya formaba parte del PRI (Partido Revolucionario Institucional) en su natal Zacatecas. Muchos años después, y habiendo sido diputado federal en tres ocasiones, el joven no podía contener sus expectativas y ambiciones. Él, y nadie más, pensaba, debería ser el candidato a la gubernatura de su estado. Sin embargo, el Comité Ejecutivo Nacional del PRI no pensaba lo mismo y entregaba la candidatura a otro actor con mayor relevancia partidista. La rebeldía y popularidad de Ricardo no fueron ignoradas por quién sería, a partir de ese momento, su inspiración y guía para lograr las posiciones mas importantes en su propia historia, recibiendo la candidatura por parte del PRD.

Andrés Manuel López Obrador era a la sazón, presidente nacional del Partido de la Revolución Democrática, que dirigiera desde 1996 a 1999.

Ricardo Monreal, con las siglas de ese partido, ganaría la ansiada posición y gobernaría hasta el año 2004. Después, con Morena, de 2014 a 2017 sería el titular de la importante Delegación (ahora alcaldía) Cuauhtémoc, en la ciudad de México. Y de 2018 al presente, es el coordinador de los senadores de Morena y Presidente en la Junta de Coordinación Política del senado.

De forma intercalada, tuvo otros “encargos” derivado de Movimiento Ciudadano (MC) y el PT (Partido del trabajo).

Es difícil cuestionar su experiencia política y administrativa, para algunos, incomparable, sin embargo, también existen puntos negros que hoy la ciudadanía exalta en redes con severidad ubicándolo sin posibilidades en una potencial contienda por la presidencia de la república en 2024.

En 2018, participaba en una encuesta por la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. En la sumatoria de votos y  virtudes, perdía ante Claudia Sheinbaum. Durante algún tiempo, sugirió su cambio de bando a la derecha, regresando a sus orígenes, pero terminó por entender era una opción suicida que le dejaría en el camino. Tendría un premio, para algunos, inmerecido.

Desde el máximo puesto en el senado, ha cumplido en la operación de iniciativas presidenciales, con generosas concesiones a sus pares opositoras que le han creado un clima de amistad y confianza extrapartidaria de largo aliento.

La relación con el presidente López Obrador, Morena y la militancia está rota, en virtud de la temeridad en sus procederes: Complicidad abierta con el PAN (Julen Rementería), PRI (Osorio Chong) y MC (Dante Delgado) para “poner en jaque” al legítimo gobernador morenista de Veracruz.

Apoyó “sin disfraz” en 2021 a candidatos del PRIAN en la Ciudad de México que terminaron por afectar los resultados del partido.

Insiste obsesivamente en cambiar el método de elección del candidato presidencial en Morena (encuesta), sabiendo, esa propuesta que modifica el estatuto, no sería llevada nunca a un congreso para su aprobación, toda vez que cancela la posibilidad de que el pueblo participe. Él busca elecciones primarias al interior del partido, pues resulta más cómodo “conmover” a unos cuantos consejeros.

Si bien es cierto, no puedo incluir todos sus deslices, quiero terminar éstas observaciones con una declaración por lo menos soberbia: “Soy un socio, no un subordinado de López Obrador”. 

El proceso hacia una potencial candidatura por parte de Ricardo Monreal, inició hace mucho con un desfile por cabinas y sets de televisión, que curiosamente, obedecen a medios identificados con la oposición. Varios de ellos (Televisa y Milenio) en 2017, se encargaron de crear un “vocero” de Morena NO autorizado por el partido, para que debatiera con los partidos oficiales y “les ganara”. Era un “humilde hijo de maestros” (Pedro Salmerón, 7 de septiembre 2020) su padre fue asesor de Salinas de Gortari, colaborador de Ciro Murayama en grupo “Nexos”,  estando al frente Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín, conocidos depredadores de la izquierda y su máximo referente. Su nombre, que creara algunas expectativas en los jóvenes por su descaro, instrucción y “sospechosa” inteligencia, era Gibrán Ramírez. Más tarde, los mismos medios, buscarían hacerse de Morena con este “Telecandidato”, que se había inscrito en búsqueda de la presidencia del partido. El resultado no fue el esperado, Gibrán y sus patrocinadores no concebían que en la primera encuesta quedara rezagado, ésta era de conocimiento y el chico había sido intensamente difundido. El pequeño Gibrán no era ubicado por nadie dentro de Morena, todos nos preguntábamos de donde venía. Yo era el representante propietario de Morena ante el IEEQ y miembro del Comité Ejecutivo Nacional, también participaba por la Secretaría General del partido. Ramírez, desesperado, insultaba a Porfirio Muñoz Ledo y Mario Delgado, los punteros. Llegaron los resultados de la segunda encuesta y Delgado sería el ganador irrefutable. Unos días después, Gibrán Ramírez reculaba en sus ofensas y llegaba a tomarse la foto con el nuevo presidente. En su reconocimiento, estaba implícita una solicitud de candidaturas para él y sus allegados. Mario le dijo que sí, pero no le dijo cuando, quedando grotescamente “chamaqueado”.

Regresó a sus guerras, a través de los medios señalados,  incluyendo como destinatario principal, ahora, al mismo presidente de la república. Empezó por atacar a sus seguidores a quienes llamó “secta”, logrando un desprestigio casi inmediato. Ricardo Monreal lo cobijaba para usarlo como vocero alterno y que defendiera su posicionamiento ante las encuestas. El muchacho se tornaba violento y déspota, ya no cuidaba las formas, todos le pedían se fuera de Morena porque no era un militante digno. Él contestaba era un miembro fundador, sin aceptar su afiliación había sido fortuita, y sin reconocer públicamente la dedicatoria de su tesis de grado a Germán Martínez, presidente nacional del PAN, por haber sido su padrino y orientador político y a quien debía su doctrina prianista.

Hace unos días, arrastraba a otros en su reflexión: “Algunos hemos perdido un poco la fe en AMLO”. Como si alguna vez, él y su grupo, la hubieran tenido. 

Por si fuera poca la carga que Gibrán representa, que no es poca cosa, en términos de desprestigio. Ricardo Monreal ha sumado a su “proyecto de nación”, al exgobernador de Michoacán Silvano Aureoles, quien acusara al gobierno federal por nexos con el narcotráfico en las elecciones pasadas, creando un falso discurso para la oposición, al tiempo que saqueaba impunemente a su estado entregando recursos al nacimiento de Latinus. El corrupto e irracional perredista es investigado por la Fiscalía General de la República.  

El descrédito acumulado por Ricardo Monreal y sus “fichajes”, no permiten considerar siquiera, la posibilidad de que el senador pueda ser incorporado a la encuesta de Morena para competir por la candidatura a la presidencia de la república. Muchos pensamos es un acto deliberado para orientar su salida y al mismo tiempo congraciarse con una oposición que siempre lo ha considerado entre los suyos.

“La traición no es confiable en ninguno de los bandos, la lealtad es admirada hasta por el enemigo” 

Simón Bolívar

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