Ernesto Guevara fue un revolucionario internacional. Guerrillero, médico, político, escritor, militante y viajero nacido en Argentina el 14 de junio de 1928, asesinado el 9 de octubre en Bolivia; pero con pasaporte de ciudadano infinito de América Latina.
Ha dicho Paco Taibo, autor de una de sus biografías monumentales: “el mítico guerrillero tenía prisa por vivir. Siempre estuvo probándose a sí mismo, llevándose al límite, pero no porque buscara la muerte, sino porque quería ver hasta dónde podía llegar”. A pesar de tener asma, el Che buscó también ejercitar el deporte y mantener siempre la condición física que fuera coherente con su vitalidad rebelde.
El abuelo rojo de los movimientos de izquierda también se probó en el fútbol.
En su triunfal paso por Colombia la leyenda del Real Madrid Alfredo Di Stéfano mejor conocido como La Saeta Rubia conoció a un joven llamado todavía simplemente Ernesto Guevara. El futbolista y el joven aventurero -que recorría en aquellos años en una motoneta el cono sur- compartieron unos mates y La Saeta lo invitó a la cancha para verlo en su club “el Millonarios” tras lograr una gran empatía.
Después de debutar en River Plate, Di Stéfano jugó entre 1949 y 1953 con el Club de Fútbol Millonarios de Bogotá, Colombia. A la postre tanto Guevara como Di Stéfano nacieron en Argentina, pero se convirtieron en leyendas universales; pero en ese 1952 los contagió el amor a la pelota de futbol.
A mediados del siglo XX el futbol ya era una religión en Colombia, en sus diversos ecosistemas siempre había una canchita. No se diga en la natal Argentina del Che, que además de su moto traía ese bagaje en sus charlas cotidianas.
Cuando Guevara viajaba por Chile, Perú y Ecuador, posteriormente tomo una desviación no planeada en balsa para cruzar el Amazonas y completar más de once mil kilómetros para llegar a la ciudad de Leticia, en la punta extrema de Colombia. Tenía veinticuatro años y era estudiante de Medicina; recorría los países hermanos con el objetivo de conocer empíricamente las culturas y formas de vida, en momentos de tranquilidad se daba oportunidad de jugar futbol, en la posición de portero que era la más factible debido a su asma.
Aquel periplo lo realizó Ernesto Guevara con Alberto Granado, quien era un jugador habilidoso y ofensivo. Por venir de la tierra pampera, aunado a su habilidad real para el juego, y su jerga futbolera, ambos lograron recibir dinero para subsistir gracias al fútbol; en Leticia el equipo patrocinado por una fábrica les pagó un poco de dinero por participar en su oncena. Sobre estas historias contó el Che en su diario del viaje.
Ya en Bogotá, una de sus prioridades fue conocer a algunos de sus famosos compatriotas futbolistas, hombres que tenían historias que contar sobre la rebelión contra el sistema. Como buenos hinchas del futbol y soñadores de la vida, el Che y Granados se esmeraron en encontrarlos.
“El 8 de julio, gracias a un contacto y después a otro, se reunieron con Alfredo di Stéfano, que tenía veinticinco años, en el restaurante Embajadores. Le contaron algunas de sus aventuras, y él les contó las suyas. Y, como eran jóvenes compatriotas argentinos lejos de casa, se permitieron cierta nostalgia. ‘Conversamos sobre fútbol, medicina y, como tópico final, de las sierras de Córdoba’, escribió Granado. Di Stéfano tenía un regalo para aliviar la añoranza de sus visitantes, un poco de mate argentino con el que reconfortarse antes de la siguiente etapa de su viaje. También les dio entradas para el partido del Millonarios del día siguiente en el histórico Campín”.
(Hawkey, 2017).
Alfredo Di Stéfano se convirtió años después en uno de los máximos jugadores del Real Madrid, sino es que su más grande leyenda del siglo XX; consiguió ganar 8 Campeonatos de Liga de España, 5 Copas de Europa consecutivas, y dos Balones de Oro. Paradójicamente La Saeta padeció un secuestro el 26 de agosto de 1963 por un grupo guerrillero denominado Fuerza de Liberación Nacional de Venezuela (FLNV) en Caracas, Venezuela, pero se dice que fue tratado bien, degustó su menú preferido y charló sobre el Che Guevara con sus captores.
El Che aún pervive en la historia universal de los disidentes, y también en el fútbol argentino. En Córdoba, Argentina, existe el Club Social, Atlético y Deportivo Ernesto Che Guevara; una entidad deportiva que dignifica la memoria del guerrillero; el homenaje consiste en llevar su nombre y en “promover la integración, para fomentar la solidaridad entre los chicos desde la alegría de jugar al fútbol”, según han dicho sus directivos, pues este club futbolero y guevarista “entra en los barrios donde no cualquiera camina para ayudar a los más jóvenes a escapar de las drogas y el alcohol”.
*Para mi hija Janis
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