El Chavo, el Chapulín y el eclipse

Fue sin querer queriendo…

Hace medio siglo, exactamente el lunes 26 de febrero de 1973, en el Canal 8 de televisión abierta, se estrenó el programa cómico El Chavo del 8. Dos días más tarde, el miércoles 28, Roberto Gómez Bolaños y su equipo de actores iniciaron otro programa por la misma estación, El Chapulín Colorado. Ambos, El Chavo… y El Chapulín…, se desprendían de su antecesor, el programa Chespirito, que llevaba en el aire desde octubre de 1970. 

¡No contaban con mi astucia!

Hace también cincuenta años, un día después de que comenzó a transmitirse el programa del antisúperhéroe mexicano, el 1º de marzo de 1973, la banda británica de rock Pink Floyd —Roger Waters, Nick Mason, David Gilmour y Richard Wright—lanzó al mercado su octavo álbum, The Dark Side of the Moon. En promedio, desde entonces cada año se ha vendido un millón de copias del disco. Con The Wall, es el álbum más exitoso del grupo. No resulta exagerado afirmar que The Dark Side of the Moon es un clásico de la cultura occidental contemporánea.

Chusma, chusma…

Hace cuarenta años me tocó participar en el portazo mediante el cual una chusma de escuincles salvajes y felices entramos en estampida al auditorio del Centro Universitario Cultural —el CUC, no confundir con el Centro Cultural Universitario, el CCU—, en Odontología 35, en las inmediaciones de CU. Ahí, en vez de llamar a la policía, los hermanos dominicos nos hicieron el favor de proyectar una película dirigida por Alan Parker, The Wall. El filme —entonces apenas comenzaba a exhibirse en México— se basa en el álbum homónimo de Pink Floyd. Ese mismo año, 1983, en marzo, la compañía discográfica Harvest Records puso a la venta en el Reino Unido el duodécimo álbum de estudio de Pink Floyd, The Final Cut, último disco en el cual participa Waters en el grupo. Por aquellos días, mi principal actividad consistía en terminar la preparatoria.

Eso, eso, eso…

Al año siguiente, 1984, después de salir bien librado del examen de ingreso que con otros miles presenté en el estadio Azteca, me hallaba cursando el primer semestre de la licenciatura en Sociología en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM (FCPyS). Junto con los estudiantes de las otras carreras que se ofrecen ahí —Ciencias Políticas, Comunicación, Relaciones Internacionales y Administración Pública—, una de las materias del tronco común que cursábamos era Teoría Social. El preceptor más importante que tuve en la FCPyS fue Gabriel Careaga Medina (1941-2004). Para ello, intervino la fortuna. Entonces —no sé ahora— los alumnos teníamos que escoger a nuestros profesores, salvo en el primer semestre, cuando al azar quedaba uno inscrito en determinado grupo. Así me tocó a Careaga en Teoría Social I. En su primera clase, después de presentarse muy formalmente, nos pidió que levantáramos la mano quienes estuviéramos inscritos en Sociología…

— Los demás no me interesan; están perdiendo el tiempo.

En esa misma sesión, luego de dictarnos la lista de unas cuarenta lecturas que, como mínimo, tendríamos que hacer si no queríamos reprobar, nos dijo que él no regalaba calificaciones, que pediría tres ensayos a lo largo del semestre y que, independientemente de lo que en ellos asentáramos, no iba a acreditar a nadie que escribiera con faltas ortográficas, porque, si no lo habíamos notado, estábamos en la UNAM…

— Quedan dos días para pedir cambio de grupo. El trámite se realiza en Servicios Escolares…

De inmediato, la pelotera se abalanzó hacia la puerta en búsqueda de derroteros académicos menos peliagudos. Recuerdo que de cerca de un centenar de recién ingresados quedamos en el salón menos de quince.

Lo sospeché desde un principio…

El primer ensayo que nos pidió Careaga tenía que versar en torno al concepto de ideología. Para ello, recuerdo que al menos tuvimos que leer, estudiar y discutir en clase varios textos. No recuerdo todos, pero de seguro entre ellos estaban El manifiesto comunista de Marx y Engels, La dialéctica de lo concreto de Kosik, algo de Althusser, Los marxistas de Wright C. Mills… Mi trabajo resultó bien calificado por Careaga, sobre todo, según comentó en clase, porque en él afirmaba que la ideología se podía entender escuchando la última pista, la décima, del álbum The Dark Side of the Moon de Pink Floyd. La canción se titula Eclipse. La letra es de Roger Waters. Afirma que todo, pero todo lo que se dice todo —All that you touch and all that you see / All that you taste, all you feel / And all that you love and all that you hate…—, si bien está bajo el Sol, está eclipsado por la Luna: And all that is now and all that is gone / And all that’s to come and everything under the sun is in tune (Everything) / But the sun is eclipsed by the moon… Así la mentada ideología: eclipsa todo lo que percibimos. 

Tenía que ser el Chavo del 8

Varias generaciones crecimos viendo los programas de Chespirito. Hoy es difícil encontrar un mexicano que no sepa qué significa la frase “se me chispoteó”, aunque el verbo no aparezca en el diccionario. Igual, la enorme mayoría seguimos eclipsados por las maneras con las que el Chavo del 8 nos enseñó a entender el mundo. La ideología clasista, por ejemplo.

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