El primer acto de reconocimiento histórico de este segundo gobierno de la Cuarta Transformación está dirigido a todas las mujeres indígenas del presente, porque, aunque se tome la imagen de cuatro mujeres gobernantes del periodo precolonial; ellas son el símbolo de generaciones y generaciones de mujeres que han abonado a que prevalezcan los valores que son constitutivos de la grandeza cultural del México Profundo.
Justo porque la historia es materia del presente, se trata de difundir como en las sociedades mesoamericanas el papel de la mujer no estaba alejado de las responsabilidades políticas y que ellas mismas eran las transmisoras de la legitimidad del poder constituido en beneficio de la colectividad. Son notables, además, justo porque pocos son los nombres de estas mujeres que hoy conocemos, gracias a las fuentes.
Ya sea la célebre Reina Roja de Palenque o Tz’ak-b’u Aha consorte del ahau o señor maya Pakal; la sabia gobernante tolteca Xiuhtzatzin que antecedió a Topiltzin Quetzalcóatl en la mítica Tollan; la Señora Seis Mono que recorrió la mixteca al lado del guerrero 8 Venado, a quien termino enfrentado en combate; o Tecuichpo-Ixcaxochitzin hija de Moctezuma, quien se unió a los dos últimos tlatoanis mexicas; todas ellas son ejemplos de mujeres originarias que trascendieron al volverse protagonistas en la historia de sus pueblos.
No es un detalle menor, que este necesario reconocimiento a la mujer indígena justo coincida con la conmemoración de los 500 años de la ejecución en Tuxkahá del ultimo huey tlatoani Cuauhtémoc, un 28 de febrero de 1525, tal como lo consignó el conquistador Bernal Díaz del Castillo en sus crónicas.
Porque para las y los mexicanos no hay ejemplo mayor de abnegación que el que protagonizó este joven guerrero, quien tomó el gobierno de todo su pueblo en medio de la guerra, y quien pidió ser sacrificado al caer en manos de sus enemigos.
A la muerte por enfermedad del Tlatoani invicto Cuitláhuac, él sostuvo la postura que rechazó cualquier negociación con los invasores españoles a cambio de subordinación; él encabezó la defensa militar de Tenochtitlán y Tlatelolco que significo un cerco de casi tres meses sin comida, ni agua, en medio de la enorme mortandad de la epidemia de viruela. Los cuatro años que fue hecho prisionero y torturado representaron el temor de los españoles, al símbolo de resistencia que su figura representaba. No es extraño que el destino de sus restos, sigan causando controversia hoy en día.
Tal como sucede en el caso de las mujeres del emblema del año 2025, tomamos a los personajes de la historia como ejemplos de valores y principios que siguen siendo relevantes en el presente para construir nuestro futuro compartido. Porque a pesar del revisionismo que pretende negar estos ejemplos de entrega a una causa mayor o heroísmo en los momentos aciagos; la identidad del pueblo de México se ha construido gracias a saber dilucidar cuales son las vidas que seguimos considerando dignas de celebrarse.
En medio de la abierta inclinación nazi-fascista que recorre el mundo, México es hoy un faro de dignidad porque sabe reconocer que el nacionalismo no es propiedad de ninguna elite económicas o política, sino un proyecto abierto por el que seguimos optando los pueblos frente a los nuevos embates del imperialismo y la colonización en América Latina en pleno siglo XXI o el abierto genocidio que hoy presenciamos en Palestina.
El espíritu de Cuauhtémoc y de tantas generaciones de mujeres y hombres que resistieron a la opresión, viven en quienes amamos la libertad para los pueblos y las personas, no para el dinero y la explotación.
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