Hoy recordé el amargo poema de un chileno cuyo nombre tristemente desconozco y que fue hecho canción y llegó a mí en los 70’s en la voz de Óscar Chávez. Cito solo un fragmento del triste poema y así pretendo ilustrar lo que el último párrafo de este texto consigna:
…“La muerte de este Angelito
No fue muerte natural
La muerte de este Angelito
No fue muerte natural
Fue del sistema social
Que nos mata de a poquito
Fue del sistema social
Que nos mata de a poquito
Ya se nos fue este Angelito
Quizá cuántos más se irán
Ya se nos fue este Angelito
Quizá cuántos más se irán
A causa del maldito mal
De haber pobres y de haber ricos
A causa del maldito mal
De haber pobres y haber ricos”…
Después de la lectura de los primeros capítulos en el libro “Mentes líderes” de Howard Gardner y con la mente puesta en la visión develada del horrendo racismo, clasismo y machismo que vive y pulula en la sociedad mexicana, debo reconocer que apenas ahora, cerca del último tercio de mi sexta década de vida, he practicado esas actitudes que me fueron inoculadas por la sociedad y sus líderes en cada ámbito en el que me he movido.
Gardner se acompaña de toda lógica cuando afirma que cada líder, en el ámbito que sea, requiere de seguidores y explica que los que son seguidores tienen necesidad de un líder. Para Gardner estos dos tipos de personas existen y no se alternan las posturas. Él concluye que a partir de vivencias concretas en la infancia, los seres humanos nos inclinaremos por una u otra postura.
En mi experiencia personal puedo asegurar que he sido uno de ambos, y que eso me ha permitido llegar a reconocer que de cada líder al que he seguido y en cada liderazgo que he asumido, he actuado permeado por conceptos y mentalidades de quienes fueron mis primeros líderes responsables; aquellos de quienes aprendí qué es la sociedad y, desde una perspectiva psíquica y mental, con qué hay que comerla y digerirla para tratar de entenderla, vivir en ella y transformarla en la medida de mis posibilidades y desde el más cercano de mis círculos de influencia. En algún punto y medida, lo he logrado.
Siendo niño, aprendí que el “naco” era moreno, chaparro, ignorante, pobre y peligroso. Aprendí que generalmente parecía o era indígena y era natural llamarlo indio. Que a la gente así, era mejor no acercarse. Sin embargo, tampoco la gente blanca, rubia y supuestamente decente, era muy agradable ni era muy bueno acercarse a ellos. Como yo, los chicos en quienes la formación católico-cristiana se enraizaba con fuerza y daba vigor a los conceptos serios y claros de “igualdad, justicia, verdad, honradez, honestidad, valor civil” tratábamos de ponerlos en práctica en nuestro diario vivir y de contagiar a nuestros seguidores con esa vivencia cotidiana. Así aprendí a ver, a prudente distancia en mi formación, a quienes se desenvolvían como la peor de las porciones de la especie humana.
De mi propio ejercicio clasista, machista y discriminatorio, hay un grado de responsabilidad en aquellos líderes, llámense maestras y maestros, prefectos, sacerdotes, monjas e incluso alumnos distinguidos de grados superiores en el colegio al que asistí hasta el 2° grado de secundaria. Mi propia rebeldía y disposición al liderazgo, son producto de aquello y me llevaron a buscar mayor conocimiento y perspectiva de las situaciones. Así y a través de la lucha social, aprendí lo que en verdad es mirarme en los zapatos de los otros y reconocer en ellos a un igual al mirarlos de frente a los ojos, reconociéndome también en ellos. Un viaje a Cuba me llevó a reflexionar lo que en verdad significa la solidaridad y la democracia, allá las vi tangibles y constantes, reales y vivas y me las quise traer a mi vida y a México. Apenas empiezan a llegar.
Qué rudo es reconocer que siempre ejercemos un liderazgo y ni siquiera reconocemos al seguidor, al igual que quien ejerce un liderazgo en nosotros, rara vez nos identifica. El carisma no es suficiente, las historias bien contadas y puestas en la mente de los seguidores tampoco lo son ni lo serán las acciones concretas; lo único relevante será la obra concluida y sus consecuencias en el tiempo. ¿Qué líder ha trascendido el tiempo y el espacio como para considerar su influencia como general y permanentemente transformadora? Yo tengo el mío, cada quien tendrá el suyo y eso definirá su propio liderazgo.
¿Quiénes serán los líderes de aquellos que mienten por sistema? ¿Quiénes serán sus seguidores? ¿A dónde los llevarán las consecuencias de sus obscuros y nefastos liderazgos? ¿Qué conceptos retorcidos y dolorosos guiarán a sus seguidores que solamente aman lo material? ¿Cuánto sufrimiento habrán de generar si no los detenemos?
La derecha mexicana arropa al criminal porque se ve en su lugar; tal es el caso de quienes defienden a García Luna. Más allá de que lo declaren inocente o culpable, él es el producto de líderes mezquinos que solo han amado al dinero y ese es su única deidad, aunque se hagan pasar por católicos o cristianos. Son la personificación más clara de la vileza y la miseria espiritual que puede haber.
…”Ya se murió el Angelito
Y no quisiera llorar
Ya se murió el Angelito
Y no quisiera llorar
Quisiera poder matar
Al culpable del delito
Quisiera poder matar
Al culpable del delito”…
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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