Desesperación, nuevo género periodístico

La visión periodística añeja de Ciro Gómez Leyva está hecha a la vieja usanza del autoritarismo de hace más de medio siglo, donde los jóvenes nunca tenían razón por el simple hecho de serlo. Se decía que la juventud era una enfermedad que se quita con el tiempo.

Aquellos años de represión y violencia gubernamental, donde los periodistas encubrían a los funcionarios públicos y negaban que eran torturadores y asesinos, negaban que los jóvenes pensaran por sí mismos y se garantizaba que por el simple hecho de tener pocos años eran totalmente manipulables, terminó.

Al lector de noticias se le ve cada día más intolerante, interrumpe cada vez más seguido, levanta la voz sin motivo, se desespera, llega al paroxismo y la patanería. Se ve enfermo.

Es decir, los jóvenes eran menores de edad para pensar en la política, ahora, arrastrando este estigma convertido en obsesión, personajes como Ciro creen que la gente es menor de edad y hay que llevarla de la mano para que entienda su realidad. Lo mismo sucede con otros “líderes de opinión” del pasado. Así, niega que haya habido fraude electoral en 2006, que Claudia lleve ventaja en las encuestas, lo que hagan los jóvenes no es noticia, que Xóchitl es una gran mujer, etc.

Desconocer a los jóvenes de hoy es negar su propia juventud, pero esto se hace por dinero no por falta de memoria, la mayoría del público de ese señor es adulto de más de 50 años, clase media conservadora poco capacitada académicamente y, desde luego desinformada. Sólo así se explica que sigan viendo esas transmisiones de odio y parcialidades de una realidad que es más compleja de lo que lo pinta ese mercenario de la información.

Ciro desconoció el simulacro de elecciones de más de 255,707 jóvenes en más de 400 instituciones de educación superior, todo porque dejó a su adorada botarga en tercer lugar, muy cerca del porcentaje de los indecisos. O sea, peleando el 4º. lugar inexistente.

Reclamó a un periódico darle, a dichos resultados, un espacio destacado en sus páginas, de un evento aunque, para él, carecía de trascendencia. Pero que no sean las 1,000 personas que acostumbra entrevistar Masive Caller porque entonces sí es importante, a pesar de que tienen un amplio rechazo de los encuestados y carezca de metodología. Esas son las encuestas que sabe leer el locutor, porque arrojan un ilusorio empate técnico.

Desacreditar a los jóvenes de hoy significa quedarse sin público en unos meses. Nadie podrá creer en quien narra una realidad inexistente y, sobre eso, niega inteligencia a los jóvenes que son el futuro de la audiencia.

Desde luego que en esa visión está impresa la discriminación más feroz y rancia hacia las universidades públicas a las cuales no frecuenta ni siquiera desde lejos, lo cual es muy notorio. Su conocimiento de la realidad es una consigna del pasado que pareciera no regresará.

Adjudicó a las universidades del Bienestar esta decisión del simulacro, como si se tratara de escuelas que nada enseñan. Desconoce la esperanza de los jóvenes en esas escuelas, que es su única oportunidad de tener estudios. No todos pueden, en este país de desigualdades que algunos quieren hacer ver como naturales, estudiar en la Ibero como este personaje que debe pelearse hasta con el espejo cada mañana.

Se quedó sin dinero y le duele que no vaya a su bolsillo lo que se destina a universidades para jóvenes pobres. Pero la diversidad de universidades que llevaron a cabo dicho simulacro no fueron universidades del Bienestar como el racista quiere hacer aparecer con tal de salvar del tercer lugar a la más vulgar candidata a la Presidencia de la República que haya tenido México y a quien admira públicamente.

Participaron las mejores escuelas del país y del mundo como UNAM, el IPN, UAM, la UPN, la UdeG, la BUAP, la UANL, la UAEMEX. Además, la Universidad Autónoma de Guerrero, Institutos Tecnológicos, la Universidad Autónoma de Morelos, la Universidad Veracruzana, entre otro centenar de instituciones de educación media superior y superior a lo largo y ancho de la República Mexicana. Pero para Ciro sólo la clase media existe, a ella se dirige, de ella vive y la mantiene en la mansedumbre con sus mentiras.

En 2020, en México hay 37.8 millones de personas jóvenes entre los 12 y los 29 años (30% de la población nacional). 6.5 millones tienen entre 12 y 14 años, 10.8 millones entre 15 y 19 años, 10.4 millones entre 20 y 24 años y 10 millones entre 25 y 29 años (INEGI 2020), de los cuales la mitad es pobre. Desde luego su público no está en esta condición, vive en la esfera de cristal de una clase media que se confirma con ver hasta donde su miopía les alcanza.

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