Defender la soberanía a toda costa

Opinión de Emmanuel Soriano Flores

En tiempos de neoliberalismo, la máxima gubernamental importada por gobiernos espurios y entreguistas era apostar por el aperturismo comercial indiscriminado y las privatizaciones de sectores estratégicos, lo que prometía bienestar y desarrollo a manos llenas, e incluso se habló del primer mundo como visión prospectiva del mediano plazo.

Si bien esta estrategia trajo algunos beneficios económicos puntuales que se deben reconocer, lo cierto es que ha generado mayor desigualdad, pobreza y violencia, y el balance negativo de este modelo entreguista es lo que ha llevó a Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de México: un proyecto alternativo de nación.

A cuatro años del gobierno de la cuarta transformación, la visión soberana del proyecto Obradorista es más vigente que nunca dada la coyuntura internacional, y vale la pena ahondar en ello.

La guerra, el Covid y la inminente recesión económica mundial dejan de manifiesto que hoy, más que nunca, es mejor depender lo menos posible de otras naciones, porque esta dependencia viene aparejada de inestabilidad y exabruptos.

En primer lugar, la guerra es justificación de que incluso el “mejor cálculo político” puede fallar. Muestra de ello es la gran crisis energética que sufre la zona europea y la consecuente devaluación de su moneda, el euro. Países como Alemania, Italia o Francia con alto IDH y plenamente desarrollados, pero totalmente dependientes de la energía rusa, ven como su modelo económico se tambalea. Ellos contaban con que el resto de países, incluso los asiáticos, seguirían al unísono la misma línea de solidaridad con Ucrania y antagonismo a Rusia, pero no ha sido así y ahora se ahogan en sus propias sanciones. Lección valiosa del obradorismo para México: es mejor si se extrae y se refina el propio petróleo a que si se vende crudo y se compran gasolinas, porque ello permite mantener cierto nivel de control de precios y, hoy por hoy, ser el país con la menor inflación energética del mundo, en beneficio de las grandes mayorías y la economía popular.

Luego, el tema del Covid. El modelo neoliberal pregona que, ante la incompetencia del sector público para administrar los recursos, es mejor entregarlos a los particulares para que ellos lo hagan con eficiencia y eficacia. El sector salud fue objeto de privatización, y si bien no se logró gracias a la política nacionalista del proyecto obradorista, sí se entregaron áreas estratégicas como las compras de medicamentos y la industria de las vacunas, lo que llevó a México -como a muchos otros países que no tienen industria farmacéutica propia- a depender de los envíos de otros países, lo que retrasó la aplicación oportuna de vacunas y significó la pérdida de vidas. Lección valiosa del obradorismo para México: es mejor tener industria farmacéutica e invertir en investigación y desarrollo propios y no depender de otros para ello.

Y finalmente, la recisión económica inminente. El alza de las tasas de interés para apaciguar la inflación implicará un freno a la economía mexicana. Entre más alimentos, bienes y servicios se importen, y, entré más débil e incompetente sea el campo y la industria en México, menos control y mayor volatilidad en precios se experimenta, lo que implica un gran golpe para las familias más pobres, que se concentran mayormente en el sureste del país. Por ello, cobran gran pertinencia y relevancia proyectos como el tren maya, el desarrollo del Istmo, la refinería de Dos Bocas y el programa de sembrando vida, los cuales sirven de paraguas para contener los estragos de la crisis económica en el área más vulnerable de México y como compensación a la falta de competitividad en la región. Lección del obradorismo para México: en tiempos de crisis, conviene, además de invertir en las zonas más pobres, depender lo menos posible del sector exterior y promover el desarrollo propio a largo plazo.

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