Luego de arrasar Acapulco y otras poblaciones de Guerrero, Otis se convirtió en un sistema de baja presión remanente. La tarde del 25 de octubre su centro se hallaba en Michoacán, lejos de la costa, 75 km al sureste de Morelia. Con todo, el fenómeno se desplazaba hacia el nor-noroeste a 17 km/h, con vientos y rachas de 55 a 75 km/h., provocando todavía lluvias intensas y muy fuertes en buena parte del centro del país. No deberíamos dejar que Otis desaparezca del todo de la atención pública sin reflexionar y tomar nota sobre algunas de las enseñanzas urgentes que dejó a su paso. Apunto dos perspectivas:
Sociopolítica
Al cierre del penúltimo bimestre de 2023 se confirma: en los cerebros de la derecha conservadora y sus esbirros y matraqueros mediáticos el odio ha terminado por hacer metástasis. Depredadores oportunistas, saprófagos simbólicos, su bajeza carroñera cayó a niveles de inframundo. Más que informar, la prensa sicaria se ha dedicado a regodearse en la desgracia causada por Otis, a denostar a la gente desesperada poniendo el foco en el desvalijamiento de algunos comercios, a mentir y e intentar atizar el desánimo. Tratando de sacar raja política, los comenderos de la oposición se avorazaron sobre la catástrofe como zopilotes hambrientos. Las pruebas son contundentes. La miseria brincó al ágora, a la vista y a los oídos de todos, con una celeridad maniática… Porque si la derecha es esencial y paradójicamente de lenta reacción, para evidenciarse es rapidísima.
Del otro lado, como ocurrió con la pandemia y otras desdichas, la inopinada adversidad más que sacar de balance al gobierno del presidente López Obrador ha sido ocasión para mostrar cómo se resuelven los problemas públicos. AMLO no sólo ha coordinado el plan de auxilio inmediato y de recuperación a corto plazo, incluso ya se valió del episodio para doblar en el asunto de los fideicomisos a quienes se creen dueños del Poder Judicial.
Los conservas nomás no pasan de la payasez y la mezquindad. Del otro lado prudencia, fortaleza y estrategia.
Socioterritorial
El Centro Nacional de Huracanes de EU informó el 15 de octubre que esperaban que en los siguientes siete días se formara un área de baja presión a varios cientos de kilómetros al sur del Pacífico mexicano. Mucho antes, el 18 de octubre, terminó de desarrollarse una amplia depresión cientos de millas al sur del Golfo de Tehuantepec. Entonces los meteorólogos consideraron probable que se formara una tormenta tropical unos cinco días después. Antes, a las 10 de la mañana del día 22, el sistema fue clasificado como la Depresión Tropical 18-E. En ese momento, la depresión estaba situada a 850 km al sureste de Acapulco. Seis horas más tarde, el sistema se intensificó hasta convertirse en tormenta tropical, y ese fue el momento en el que se le asignó un nombre, Otis. Con 144 horas de antelación, todos los modelos estimaban que Otis no pasaría de ser una tormenta tropical. En la realidad, en las primeras 24 horas, alcanzó categoría 5, la máxima en la escala Saffir-Simpson.
El martes 24 en la mañana, cuando llegué a mi oficina y chequé las noticias, Otis era una tormenta tropical, pero apenas pasado el mediodía, dejó de serlo para convertirse en un Huracán categoría 1. En cosa de nada, el meteoro se alebrestó más y a las cuatro de la tarde ya tenía categoría 3. Cuando comenzaba a oscurecer, Otis llegó al 4 de la escala. Ese día yo salí de clases a las nueve de la noche y ya nadie reportaba nada desde la costa de Guerrero. Están totalmente incomunicados, pensé. Otis alcanzó la categoría 5 a las 10 de la noche, mientras se encontraba a sólo 90 km de Acapulco. La mayor actividad comenzó 35 minutos antes de su llegada a tierra, lo cual ocurrió a la una de la madrugada del miércoles 25. Las consecuencias de lo que sucedió después todos las hemos visto y lamentado.
El ritmo de intensificación de Otis se ubica entre los más rápidos observados en la era de los satélites. En tan sólo 24 horas, los vientos máximos sostenidos del huracán aumentaron a tal velocidad que lo ubican como el segundo más rápido del mundo. En el Pacífico, sólo el huracán Patricia (2015) se intensificó más aceleradamente. Otis se convirtió en el primer huracán del Pacífico en tocar tierra con categoría 5. El más fuerte había sido Paulina, que arribó al puerto hace 26 años con categoría 4. No es necesario abordar ninguna discusión teórica para concluir que lo más inteligente es enfrentar el futuro próximo inmediato asumiendo que es muy probable que fenómenos como Otis sean cada vez más frecuentes.
Unos días antes del impacto de Otis, el 19 de octubre, SEDATU, Conapo e INEGI presentaron el documento Metrópolis de México 2020, en el cual se actualiza la clasificación de los grandes conglomerados urbanos de nuestro país —la anterior correspondía a 2015—. En suma, se determina que existen 92 metrópolis en México, de las cuales 48 son zonas metropolitanas; 22, metrópolis municipales, y 22, zonas conurbadas. En conjunto, en dichas metrópolis habitamos 82.5 millones de personas, el 66% de la población total de nuestro país.
Otis golpeó a Acapulco, en donde residen poco menos de 800 mil seres humanos. Recordemos que también junto al mar, del otro océano, en la zona metropolitana de Veracruz viven casi 900 mil personas… Y no es la metrópolis costera más poblada de México: la superan Tampico y Cancún, con 927 mil y 934 mil habitantes, respectivamente, y Tijuana, con dos millones de residentes.
Queda un montón de trabajo: si las berrietas y desplantes ridículos del conservadurismo son totalmente previsibles, la dinámica climática cada día lo es menos. Nos convendría atender cada vez menos lo primero y prestar mucha más atención a lo segundo. Después de todo, ni el embuste organizado de los medios tradicionales, ni la insidia de los opinócratas, ni ningún llamado a no donar ni la metralla de mentiras de la prensa sicaria, tampoco ningún performance de las Téllez o las Rabadán, ni una ni muchas mentadas de madre del ex presidente Fox a Andrés Manuel, ningún trabalenguas de la licenciada Zavala de Calderón, ningún melodrama de Creel ni ninguna guasa sin gracia de la señora Gálvez resultan tan peligrosas para el bienestar de la gente como un huracán y otros posibles efectos de la emergencia climática.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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