A propósito de la presentación del libro “Feminismo silencioso” de la Dra. Beatriz Gutiérrez Muller y del discurso de investidura de la presidenta electa, Dra. Claudia Sheinbaum, donde habla de “tiempos de mujeres”, vale la pena analizar dos temas que han estado en la palestra pública, pero que, increíblemente, el máximo líder de la izquierda latinoamericana, Andrés Manuel López Obrador, no ha abanderado: el feminismo y la comunidad LGBTIQ+. No se ha pronunciado en favor de estos coletivos (sí a favor de las mujeres y de los derechos de las minorías), pero nunca se ha dicho feminista y jamás ha izado la bandera multicolor de la comunidad LGBTIQ+.
Hablamos de alguien que tiene una aceptación del 80% en la última parte del sexenio y que entiende, como nadie, el pensamiento de la mayoría de mexicanos.
Son temas controversiales porque están en la frontera de la moral, y son difíciles de abordar porque tienen que analizarse desde muchas ópticas y aristas. El papel de la mujer es fundamental en cualquier sociedad y estrato económico, sin duda. En el caso de México, la madre es lo más sagrado que existe y se le venera, y nadie podría negar que durante las últimas décadas ha habido una reivindicación necesaria a nivel de derechos para la mujer, un marco jurídico que incluso podría decirse de vanguardia en el mundo.
Respecto a la comunidad LGBTIQ+, han ganado reconocimiento, aceptación y derechos en una sociedad que se considera, quizás, conservadora a partir de su catolicismo originario. A diferencia de países donde ser homosexual está prohibido o se castiga con penas como la muerte, en México se profesa libertad para expresar ideas y creencias. Gente que antes tenía concepciones erróneas al respecto de esta comunidad, ha ido entendiendo que el que otros tengan derechos y libertades, no implica que ellos o sus familias deban practicarlas.
El conservadurismo, con argumentos más teológicos que científicos, ha tratado de impedir que ambos colectivos, mujeres y LGBTIQ+, tengan más derechos, lo cual es un error porque va en contra del espíritu democrático de la Constitución, pero ha sido inteligente en algo: aducir que la izquierda solo representa estas batallas y al populismo (soluciones fáciles a problemas complejos).
Afortunadamente en México no ha permeado este pensamiento como lo ha hecho en otros lugares como España, Argentina y otros países que hablan del progresismo en forma despectiva, y que están viviendo consecuencias electorales nefastas por ello. ¿Qué pasó en esos lugares? Pues que le dieron prioridad solamente a las batallas e ideas de estos dos colectivos, olvidando que el mantra sagrado de la izquierda en el sistema capitalista es la lucha por la igualdad de oportunidades, la correcta distribución del ingreso y la intervención del Estado en sectores estratégicos para garantizar acceso a derechos básicos.
Entonces, ¿cuál es el lugar del feminismo y la comunidad LGBTIQ+? Una pregunta concreta amerita una respuesta concreta: en la retaguardia del movimiento de transformación. A la vanguardia siempre tienen que ir las causas principales, las injusticias dadas por el capitalismo anglosajón que vivimos, la lucha de los pobres y débiles, la lucha para evitar la corrupción, para que haya un Estado fuerte que garantice derechos. La izquierda nunca debe olvidar que sus luchas principales son contra los oligarcas evasores de impuestos, contra el injerencismo intervencionista, contra el racismo y el clasismo, contra las privatizaciones de sectores estratégicos, contra las causas humanas y justas.
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