¿Cómo llegamos al neoliberalismo?

Opinión del Dr. Marco Rojo

Al neoliberalismo llegamos por dos vías, primero por un proceso histórico social en México que se alinea a la experiencia internacional, es decir, el neoliberalismo no es privativo de México, sino que se ha experimentado en otras latitudes y se ha implementado, quizás con modalidades diferentes y con resultados diferentes, pero no es privativo de la realidad mexicana, sino que es un pensamiento que ha tenido sus experimentos en todo el mundo. Por otro lado, como segunda vía, decir que llegamos al neoliberalismo por la enseñanza del mismo, es decir, el neoliberalismo visto como un modelo social, económico y político que se implanta en un país y que busca resultados por medio de ciertas políticas, también fue impulsado por la educación, por medio de la enseñanza en las universidades y en otros centros de estudio que le dieron sustento y “validez” a este modelo y que justificaban su continuidad. En la ciencia económica, el enfoque que le da sustento y justificación al modelo neoliberal es el enfoque neoclásico. 

Al ingresar a la universidad, por ahí del año 2001, era común que entre nuestros docentes y compañeros nos llamaran “hijos de la crisis”, un término que ahora lo entiendo y que era un tanto despectivo, ya que suponía que habríamos nacido a principios de los años ochenta y que éramos de esa generación que llegamos con la gran crisis en México de 1982 y de la cual se tuvieron grandes rezagos económicos insuperables. Para esta generación de economistas en México como en otras partes del mundo, su educación giró en relación al aprendizaje de la economía desde los ojos del enfoque neoclásico, es decir, un enfoque en el que impera una visión individualista y egoísta, poco realista y que exalta la supuesta racionalidad del individuo. Tristemente este enfoque se sigue enseñando en las aulas de las universidades, se siguen produciendo libros de economía con esa visión y se sigue derramando esta ideología que hace ver al individuo como un ente aislado, un hombre-burbuja, fuera de este mundo (ej. el libro Principios de Economía del profesor Mankiw). 

En los años ochenta, el enfoque neoclásico era el enfoque predilecto en la enseñanza de la economía por parte de profesores que regularmente procedían del extranjero o que habían realizado sus estudios en el extranjero (con dinero público auspiciado por CONACYT), particularmente en Estados Unidos. Muchos de estos profesores fueron instruidos en universidades como Harvard, Yale, MIT, Chicago, entre otras, y se insertaron en universidades públicas o privadas, incluso muchos de estos ocuparon cargos públicos o puestos importantes en el sector privado o en organismos internacionales. Recuerdo que algunos profesores, en comparativa con nuestra “generación perdida”, comentaban que ellos ya tenían un “buen empleo” mucho antes de graduarse, en efecto, muchos de ellos trabajaron en Banco de México, NAFINSA, Hacienda o la Secretaría de Economía. Con un vasto conocimiento, pero con una línea de pensamiento determinada, comenzaron a instruir a sus estudiantes pasando esta visión neoclásica de una generación a otra. 

Al llegar a las universidades, empezaron a separarse en grupos que hasta el día de hoy persisten en las universidades, aquellos profesores siguen aprendiendo y enseñando la economía neoclásica que viene de Adam Smith y que se impulsa con las aportaciones de otros economistas como Milton Friedman y muchos otros que le dieron continuidad y que han sido incluso galardonados con el nobel como el difunto Gary Becker, entre otros. En contra parte, otros grupos de profesores, no siempre bien vistos por los del enfoque imperante, eran identificados con otras corrientes de pensamiento como el keynesianismo, el marxismo, el pensamiento cepalino, el enfoque estructuralista, etc., muchas veces relegados con la justificación infundada de que estas corrientes habían “fracasado”. 

El enfoque neoclásico trataba de aplastar a los demás enfoques argumentando que, por ejemplo, no tenían el nivel de “sofisticación matemática” para realizar un “estudio profundo” de la economía, que no podían “modelarlo” y que quedaban por tanto solo en argumentos. Sin embargo, esta pelea entre el enfoque neoclásico y otros enfoques como, por ejemplo, el enfoque marxista, iba más allá de una diferencia de gustos. Un claro ejemplo es que la economía marxista supone la existencia de clases sociales, cosa que el enfoque neoclásico no lo puede concebir dado que parte de que el individuo vive en un mundo aislado, sin clases sociales y por lo tanto sin conflicto por un excedente económico, esta supuesta “armonía” en la economía neoclásica se sustenta por el individualismo y todo aquello que perturbe este mundo ideal no obedece a una la lucha por la justicia entre dos clases sociales sino por “fallas” en el mercado que con el paso del tiempo se “ajustan”.

De esta manera, se empezaron a enterrar a grandes autores que no se alineaban al enfoque neoclásico, ya sea relegándolos y colocándolo en los programas de estudio como optativas, o mofándose y minimizando sus aportaciones. No en pocas ocasiones, pensar distinto al enfoque neoclásico te valía una mala nota por el simple hecho de no estar alineado, es decir, estar bajo esta ideología neoclásica en muchas ocasiones hacía que se perdiera la objetividad en las evaluaciones, sin dejar espacio a la pluralidad o a la diversidad de pensamientos. Muchos profesores han dado la batalla y con dignidad han permanecido vigentes y coherentes con su formación y con su enseñanza de enfoques alternativos al enfoque neoclásico, hasta el día de hoy no han sido tentados por este veneno y se han convertido en críticos y han alzado la voz a pesar de la falta de espacios o al enorme presupuesto que se destina a los voceros del enfoque neoclásico que en la mayoría de las ocasiones va respaldado por las investigaciones y el financiamiento de organismos como la OCDE, el Banco Mundial, el BID, etc.

También nos olvidamos de Keynes y para sepultarlo no en pocas ocasiones el post-keynesianismo y el neo-keynesianismo hacían de vez en vez una re-lectura maquillándolo cada vez más del enfoque neoclásico, claro, sin violar sus “fundamentos” o por lo menos eso decían sus fundadores. La ciencia económica cayó en un letargo matemático, olvidándose de la economía real y sobresaltando la economía ficticia. Este vacío intelectual y académico se profundizo al poner la educación al servicio de las “necesidades” del mercado laboral, de tal suerte que, con cierto rezago, los programas de estudio cada vez más se ajustaban a lo que demandarán los futuros empleadores, reduciendo así la ciencia económica a una simple disciplina funcional en donde únicamente se buscaba enseñar y aprender sólo aquello que “deja dinero”, y renunciando así a ciertas cualidades inherentes al economista como son su capacidad de análisis y de reflexión.

El enfoque neoclásico de la ciencia económica privilegia en su sentido teórico la satisfacción del individuo, lo ve como simple consumidor de mercancías, mientras que al empresario lo reduce a un vulgar buscador de ganancias económicas. Es de esta manera en que se va estableciendo la idea de que un “país próspero” es aquel que produce, por lo tanto lo que interesa es producir y producir, para que haya más y más mercancías y que las empresas vendan y vendan, esa era la lógica de la llamada “economía de mercado”, es decir, aquella que ve a las personas como simples productores y consumidores. En una economía de mercado no se habla de inseguridad o de corrupción, tampoco se cuestiona si el consumidor tiene los suficientes ingresos para comprar, si compra lo justo o si le alcanza para vivir con lo que gana, no se cuestiona ni los salarios, ni su distribución o concentración, ni tampoco si hay diferencias por cuestiones de género, tampoco existe el Estado, es decir, no se discute sobre el nivel de bienestar de la población, es simple y llanamente una visión simplista del consumo y de la producción, del impulso al crecimiento económico a toda costa. 

Bajo esta visión es que se empieza a poner en el centro de la discusión los determinantes del crecimiento económico, es decir, no importa nada más, lo que importa es crecer, no importa la pobreza o temas fundamentales como el desarrollo o el bienestar, para el enfoque neoclásico lo más importante es el crecimiento económico, esto se enseña en las facultades de todo el mundo, desplaza a otras áreas de la ciencia económica y todo lo que haga crecer a una economía es importante, dejando de lado incluso los temas éticos de la producción y comercialización, o discutir sobre los tipos de bienes o de servicios que se ofrecen en la economía y que pueden ser dañinos (ej. la comida chatarra), evidentemente bajo esta visión no se discute la salud, no existen las adicciones ni la salud pública solo existe la elección de las personas de forma “libre” y “autónoma” y todo lo que vaya en contra de esta “libertad” es autoritarismo, es socialismo, es comunismo, es dictadura. Es de esta manera en que se empieza a ajustar la vida económica real con la teoría, con lo que se enseña teóricamente en las aulas de clase universitarias.

En la economía neoclásica se privilegia el crecimiento económico como algo imperante para toda nación y esto se ve reflejado en la producción de libros de macroeconomía que tienen la teoría del crecimiento económico como eje fundamental de todo su contenido. En estos libros se justifica que para el desarrollo o para erradicar la pobreza se requiere del crecimiento como antesala y toda la propaganda académica e intelectual se encauza en resaltar las aportaciones de los “grandes economistas” de renombre que tenían como propósito develar el “misterio” del crecimiento económico. El carácter social de la ciencia económica se perdió en el camino, los economistas se enfocaron más en el “estudio” que en la realización de acciones concretas para erradicar problemas tan graves como la desigualdad, la pobreza y la corrupción. Actualmente, el fracaso al combate de los graves problemas del mundo lo comparten tanto los economistas neoclásicos como los principales organismos internacionales. Este fracaso se sintetiza muy bien en las palabras de nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador: “Progreso sin justicia, es retroceso”.

De acuerdo con los neoclásicos y los neoliberales se suponía que el “éxito económico” lo traería el comercio internacional y la apertura económica (esto impulsado por la Organización Mundial del Comercio, OMC) y no fue así; o que se requería de una mayor financiarización y apoyos económicos por medio de la deuda (esto promovido por el Fondo Monetario Internacional, FMI) y tampoco funcionó; más recientemente se apelaba a que el crecimiento económico dependería de la innovación, el emprendimiento, la productividad, la eficiencia y la competitividad [impulsado principalmente por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el Foro Económico Mundial (FEM) y el Banco Interamericano para el Desarrollo (BID)] y tampoco resulto, jamás llegó ni la abundancia ni el progreso, por el contrario, se acentuó la concentración de la riqueza y la desigualdad económica y social. Las políticas neoliberales fracasaron al igual que los argumentos cientificistas del enfoque neoclásico que se enseñaban y se enseñan todavía en las aulas universitarias.  

Finalmente, hoy sabemos que el enfoque neoclásico y el enfoque neoliberal se fusionaron, hoy se pueden ver como dos mellizos que nacieron uno en la cuna de la academia y otro en la cuna de los organismos internacionales. Esta trama se puede ver en dos actos: 1) La política neoliberal paso de la política internacional a los organismos internacionales, y 2) de los organismos internacionales a la academia. Esta última sirvió para adiestrar graduados basados en un enfoque individualista que privilegiara el interés propio por sobre el interés social, en un mundo abstracto donde no existe la familia ni la sociedad y en donde impera la satisfacción, la búsqueda de la ganancia y el beneficio personal. 

La economía como ciencia perdió su esencia y se alió a una matemática fría y sin escrúpulos, se privilegió la sofisticación de los modelos de una economía ficticia en relación al análisis de los grandes problemas sustanciales de una economía real. El enfoque neoclásico le brindó al enfoque neoliberal las herramientas técnicas y el respaldo “científico” que se requiere para llevar a cabo políticas económicas en favor de quienes detentan el poder a nivel global. El enfoque neoclásico y el enfoque neoliberal permearon tanto las universidades como los gobiernos, con dogmas y sofismas que les hicieron perder seriedad y respeto. La mayor parte de las principales universidades en el mundo padecieron este síndrome neoliberal y neoclásico y todavía no se curan de esta ideología. Por esta razón, muchas de las grandes facultades y centros de conocimiento han dejado de ser plurales en su pensamiento resaltando con ello su conservadurismo. 

En naciones donde se ha implementado el modelo neoliberal, los gobiernos han quedado simplemente al servicio del poder, como simples administradores de los recursos públicos para intereses privados. A manera de ejemplo, es así como un egresado adiestrado en el enfoque neoclásico (ej. graduado de Harvard) se colocaba en una posición estratégica a nivel de gobierno (ej. Secretario de Hacienda o Gobernador del Banco Central) para implementar políticas neoliberales en favor de las grandes corporaciones (ej. No pagar impuestos o evadir el pago de utilidades). Las universidades del primer mundo se han dedicado a formar cuadros impregnados con la ideología neoclásica para después ser colocados en los puestos clave de cada gobierno (primeros ministros y jefes de estado) y hacer efectivas las distintas políticas neoliberales. En estos personajes el éxito se mide por el acaparamiento de las funciones del gobierno y el desmantelamiento institucional del Estado hasta reducirlo a únicamente oficinas burocráticas al servicio del poder económico y empresarial, sea este extranjero o nacional. 

La devolución de impuestos, la entrega de concesiones, permisos, predios, etc., la privatización de sectores estratégicos y el adecuar a modo las leyes para hacer legal las malas prácticas económicas y políticas, son algunos de los ejemplos habituales llevados a cabo por esta élite del poder público y privado. Esa élite dorada reduce el presupuesto del gobierno al mínimo para el pago del personal operativo hasta convertirlo en poco eficaz y altamente burocrático, distribuyendo el resto al otorgamiento de dadivas para el pago de favores y la realización de actos corruptos más lucrativos y de mayor calado. Es de esta manera en que se avanza de forma putrefacta en la captación desde el poder ejecutivo a miembros del poder judicial y del poder legislativo en un país. En la actualidad es difícil distinguir al corrupto entre una comunidad de banqueros, empresarios, políticos o magistrados, en ocasiones todos ellos están coludidos y se apoyan mutuamente, establecen lasos entre sí, heredando e intercambiando sus posiciones de una generación a otra. 

Para la sociedad, estos personajes neoliberales son deleznables, sin autoridad moral, se les reprocha su falta de ética, su ausencia de principios y de valores. A pesar de que se les rechaza y se les señala, no tienen mayor problema ya que los medios de comunicación, que son aliados a este poder putrefacto, se encargan de elaborar campañas mediáticas para enaltecer su respetabilidad. Al final del día, cuando se ven acorralados, suelen huir al exterior como diplomáticos, embajadores o regresar a su alma mater a ocupar alguna posición académica o cátedra en alguna facultad, o bien, beneficiarse del “fuero” al dirigir algún “centro internacional de investigación”, eso también pasa a nivel nacional, como por ejemplo en la UNAM que se ha convertido en una cueva de ladrones. Políticos de mayor descaro, pero con esta visión neoclásica y neoliberal, en un acto servil, pasan a formar parte de los consejos de administración de empresas transnacionales o del consejo de asesores de las grandes corporaciones que se vieron beneficiadas en su administración. 

La historia no termina ahí, finalmente si hay impunidad los señores neoliberales siguen libres y en muchas ocasiones se quedan vigilantes de alguna “oportunidad” en el poder para regresar por sus fueros y darle vida a esa economía de muerte o necroeconomía que ha sido el modelo neoliberal, se pueden alejar del poder, pero dejan a su familia a cargo. Es muy importante tomar conciencia de que ambos enfoques, el neoclásico y el neoliberal, son dos caras de una misma moneda, el conservadurismo. El conservadurismo tiene una cara política y otra cara intelectual y se nutren una a la otra, ambas se justifican y se teorizan, se analizan una a la otra, se retroalimentan. Esta dualidad es la que se tiene que combatir, mucho del conservadurismo en México se encuentra no solo en la sociedad ni en los curules del senado o de la asamblea legislativa sino en las cátedras universitarias, el conservadurismo también se enseña y pulula en las aulas de clase.

Por último, decir que el conservadurismo como forma de pensamiento se nutre de una educación neoclásica y de una forma neoliberal antiética de hacer política en la práctica. Es momento de erradicar de una vez por todas las dos raíces del neoliberalismo, una que obedece a la educación y otra que obedece a la política. El neoliberalismo normaliza la injusticia y el enfoque neoclásico normaliza el individualismo. Hoy, el presidente Andrés Manuel López Obrador nos ha dado una alternativa, de virar de una economía de muerte basada en el modelo neoliberal a una economía de vida bajo un modelo económico distinto, humano, ético y con visión social. Es sobre la base del Humanismo Mexicano que nos ha dado la oportunidad de sentar las bases para sustituir el enfoque neoclásico por el enfoque que brinda la Economía Moral y remplazar el modelo económico neoliberal por un modelo económico humanista basado en el Humanismo Mexicano.

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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