Durante su tradicional conferencia matutina, la presidenta Claudia Sheinbaum firmó la promulgación de una reforma constitucional que marca un hito en la política agroalimentaria de México: la prohibición del maíz transgénico y la protección de las variantes originarias del país. En un acto simbólico, Sheinbaum destacó la relevancia cultural, histórica y alimentaria del maíz, al ser este no solo un alimento básico, sino también un pilar de la identidad nacional.
El documento, que ya fue aprobado por mayoría calificada tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado, además de por más de 17 congresos estatales, incorpora al artículo cuarto de la Constitución el reconocimiento de México como centro de origen y diversidad del maíz. Este grano, considerado clave para la existencia de los pueblos indígenas y afromexicanos, deberá cultivarse libre de modificaciones genéticas realizadas mediante técnicas transgénicas.
La mandataria subrayó que toda actividad relacionada con maíz genéticamente modificado será evaluada bajo criterios legales estrictos, con el fin de proteger la bioseguridad, la salud y el patrimonio biocultural del país. La reforma también plantea la promoción de la soberanía alimentaria, el manejo agroecológico del campo y la integración de la investigación científica con un enfoque humanista y basado en conocimientos tradicionales.
Asimismo, el artículo 27 fue modificado para incluir el compromiso del Estado de fomentar condiciones de desarrollo rural que integren aspectos culturales, económicos y de salud. En este contexto, se incentivará la agricultura tradicional con semillas nativas, como el sistema Milpa, buscando el uso óptimo de la tierra sin cultivos de maíz transgénico. Para ello, se prevé fortalecer la infraestructura, brindar créditos, capacitación y asistencia técnica, además de consolidar las instituciones públicas dedicadas al sector.
Sheinbaum concluyó con una frase que resume el espíritu de la reforma: “Ahora sí podemos decir, sin maíz, no hay país”.
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