Categoría: Carlos Bortoni

  • Esperando el derrame

    Esperando el derrame

    A Miguelángel Díaz Monges

    El debate parece ser el único debate posible sin importar el lugar del mundo en el que uno se encuentre. La discusión se centra entre la defensa del siempre noble y humanamente deshumano neoliberalismo y el ataque a dicho sistema económico, político y social, por parte de las hordas de salvajes que —incapaces de entender que no entienden que no pueden entender— se lanzan en su contra por la sola razón de no tener forma de comprar una casa, pagar los servicios básicos de salud, o comer adecuadamente.

    Pareciera que la culpa de su desgracia económica radica en la fortuna de quienes si pueden pagar para vivir bajo de un techo, que digo bajo de un techo, pagar por más de una propiedad en distintos lugares del mundo; que la culpa es de quienes teniendo seguro médico privado han cabildeado y legislado para desaparecer o llevar a la ruina a las instituciones públicas de salud; que la culpa es de quienes tienen la capacidad de pagar precios excesivos por alimentos que terminarán desperdiciando porque cuando se paga excesivamente por algo es necesario comprarlo en exceso. Todo indica que para buena parte de la población —los que menos tienen— es más sencillo culpar a quienes más tienen que esforzarse arduamente (así dejen la vida en el camino) por emular a aquellos e intentar tener algo, lo que sea.

    Está tan arraigado el resentimiento social en quienes difícilmente pueden darse el lujo de estar resentidos mientras intentan mantenerse a flote, que hay quienes desean acabar con esa bonita tradición, que prácticamente lleva 40 años, neoliberal de aumentar la concentración de la riqueza en unas cuantas manos y sacrificar a todos aquellos que son incapaces de, generar riqueza a través de la explotación del otro. El egoísmo de las clases bajas es tal que han llegado al punto de exigir una redistribución de la riqueza que acabe con la desigualdad ¿En qué se ha convertido la humanidad? Resulta increíble que la gente esté más preocupada en su bienestar que en el bien vivir de las clases privilegiadas que son las únicas que tienen clase. Los desclasados no entienden que es más importante la generación de riqueza que la disminución de la desigualdad, piensan que si todos tenemos las mismas oportunidades e igualdad de condiciones todos podremos vivir mejor. Resulta irrisorio, imaginen a quienes no son Carlos Slim, ni Ricardo Salinas, ni mucho menos Elon Musk, intentando ser Carlos Slim, Ricardo Salinas o Elon Musk, el mundo se convertiría en una fiesta de disfraces mal hechos donde la gente no sabría qué hacer con la igualdad de oportunidades y condiciones y derrocharía recursos en nombre de la redistribución de la riqueza, lo que sólo terminaría con la riqueza.

    Estamos hablando de personas que no entiende por qué es necesario que anualmente se desperdicie más de 931 millones de toneladas de alimento, o la importancia del fast fashion para la economía mundial y la urgencia de que esta ropa se deseche a pesar de encontrarse en buenas condiciones y sin ser reciclada. Estamos hablando de gente tan egoísta que piensa que la sostenibilidad es un asunto importante. Gente tan mezquina que solo se preocupa por el aumento del salario mínimo para poder vivir mejor. Gente que no está dispuesta a seguirse sacrificando para que otros —muy pocos— tengan viviendas donde el despilfarro es la constante. Gente que no piensa en los demás y antepone sus necesidades por encima de los privilegios de la clase privilegiada que no sabe vivir sin dilapidar —a diferencia de la mayoría de la población. Gente terriblemente ruin que encuentra molesto que se desechen alrededor de 5,000 millones de dispositivos móviles al año. Gente que por pensar en que todos vivamos mejor, vivamos dignamente, están dispuestos a poner en riesgo la existencia de quienes deben —por derecho divino, racial, científico, de clase, o como quieran llamarlo— vivir por encima de toda dignidad humana.

    Entrados en gastos

    Quienes se oponen al neoliberalismo y su esfuerzo por liberar al ser humano del lastre de la pobreza, incluso si ello significa que algunos —miles de millones— mueran en el camino, no son capaces de apreciar la bonhomía de las clases privilegiadas que al concentrar la riqueza en unas cuantas manos, cada vez menores y cada vez más ricas, realizan un esfuerzo sobrehumano por retener, preservar y acaparar esa riqueza dentro de inmensos contenedores, un esfuerzo sobrehumano para que esos contenedores sean cada vez más grandes de tal suerte que cuando dichos valdes de opulencia no puedan seguir conteniendo la desmedida riqueza, de quienes sabiendo explotar al otro, saben enriquecerse, acontezca un derrame de migajas de tal naturaleza que permita alimentar a las huestes de salvajes para que sobrevivan y puedan seguir siendo explotadas para mantener vivo el ciclo de concentración de la riqueza y derrame de migajas.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • Con el pragmatismo hueco ganamos todos

    Con el pragmatismo hueco ganamos todos

    Se confirmó —bendita la hora en la que se escucharon nuestras plegarias— que Omar García Harfuch, extitular de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) de la Ciudad de México, hombre de buena y represora familia, participará en el proceso interno del Movimiento Regeneración Nacional (MORENA) para seleccionar al candidato a la Jefatura de Gobierno de la CDMX en las elecciones de 2024. Lo anterior no sólo es una excelente noticia en un mar de noticias devastadoras, donde el país no deja de desmoronarse bajo las políticas de una camarilla de egoístas que busca mejorar la calidad de vida de la mayoría, por el innegable buen desempeño de Harfuch al frente de la SSC, donde se redujeron los delitos de alto impacto en más de 50%, el delito de homicidio doloso en más de 46% y disminuyeron los indicadores de robo de vehículos a sus mínimos históricos, desde 1997. No. Y no creo que ello sea poca cosa, desde luego que no.

    El destape de García Harfuch es una gran noticia porque —además de lo ya mencionado, Omar cuenta con cualidades que ayudarán a combatir la terrible polarización social que existe en nuestro país desde antes de que México se llamara México, y que este gobierno a tenido el mal gusto de sacar a la luz, al tiempo que mantiene las apariencias y protege al status quo.

    No ignoro que desde la izquierda hay quienes se resisten a que el nieto de quien fuera Secretario de la Defensa Nacional, durante el gobierno de Díaz Ordaz, y uno de los responsables de la represión estudiantil del 68, y el hijo de un titular de la desaparecida Dirección Federal de Seguridad (DFS), dependencia de la Secretaría de Gobernación configurada como la policía política del Estado y encargada de la guerra sucia en los años setenta, sea el candidato de MORENA para la gubernatura de la ciudad “más progresista” del país. Eso, sin ignorar que Harfuch es un personaje cercano a García Luna y Cárdenas Palomino. Lo que estas personas no entienden, es que el extitular de la SSC es el candidato mejor posicionado dentro de MORENA —aunque acabe de afiliarse a MORENA— para asegurar que MORENA no pierda la capital de la República, las encuestas indican que ganaría a Taboada por 5puntos más de lo que lo haría Brugada, y para como están las cosas en el bastión “progresista” del país, se debe asegurar que contamos con el mejor candidato en términos de resultados. Si es o no es de izquierda ¿a quién le importa? Lo único importante es que diga que es de izquierda, como lo han dicho Santiago Creel, Claudio X o Chumel Torres. Sólo la autopercepción importa. Si a ello le sumamos que Harfuch es el candidato “más guapo” de derechas e izquierdas, el único con un club de fans que lo sigue para vitorearlo, el triunfo de la izquierda está asegurado.

    Tampoco ignoro que desde la derecha hay quienes no estarían dispuestos a votar por Omar por el sólo hecho de ser el candidato de MORENA. Me parece que estás personas empeñadas en salvar a México de las garras del comunismo no entienden que en ocasiones el mejor aliado se encuentra entre las filas del enemigo. Harfuch es el elemento más fuerte para conjurar el peligro que representa Brugada, una mujer que no sólo ha trabajado en favor de las clases populares, sino que ha demostrado que es posible hacerlo de forma eficiente, dando resultados y transformando la realidad de los ciudadanos, sus “Utopías” son el mejor ejemplo de ello, espacios para que cualquiera pueda disfrutar del arte, el deporte, la cultura y la naturaleza ¡Cualquiera! ¡Que horror! Lejos de pensar en la transformación de las condiciones materiales de vida de la gente, Omar García Harfuch —por formación y oficio— está completamente enfocado en el tema de la seguridad, principal preocupación de las clases medias aspiracionistas en nuestro país, y de las privilegiadas clases privilegiadas cuya peor pesadilla es perder todo a manos de alguien que ni siquiera sabe cuánto cuestan las cosas. Al poner el foco en la seguridad, y no puede ponerlo en otro lugar, Harfuch responderá a esa preocupación de las clases que tienen clase y podrá darles la tranquilidad que da la ley y el orden cuando se está del lado correcto de la ley y el orden, que es el lado de los privilegios y la abundancia.

    Entrados en gastos

    La posible candidatura de Harfuch representa el punto de encuentro que este país necesita y construye una plataforma para que en 2030 tengamos un presidente que trabaje para que todo vuelva a estar en orden en el país. Por un lado, puede dejar tranquila a la izquierda y permitirle festejar otra victoria sobre la derecha, como quien festeja una goliza de su equipo en contra del adversario. Harfuch abanderará los colores de MORENA y permitirá que los habitantes de la Ciudad de México podamos seguir diciéndonos progresistas. Por el otro, Omar representa lo mejor de la derecha, en su genética política descansa dormido el potencial represor con cuyo ejemplo creció en casa, y su principal preocupación es el orden y la aplicación de la ley, aunque esta resulte injusta, la lógica policiaca de la formación de Harfuch, cuya profesión no es más que el síntoma de su acontecer, permitirá que todos, cómodamente progresistas, nos sintamos tranquilos sabiendo que en la calle el “otro” no puede hacernos daños porque desde el gobierno de la Ciudad de México, el brazo de la ley nos vigila. Bajo esta lógica, y siguiendo el ejemplo del Frente Amplio, bien podrían cancelarse las elecciones para gobernador en la CDMX, contamos con un precandidato que tiene lo peor de cada lado del espectro político, y eso es suficiente para que todos votemos por él.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • Larga vida a los privilegios de los privilegiados

    Larga vida a los privilegios de los privilegiados

    Como si no fuera suficiente con la embestida que desde el Poder Ejecutivo se lleva a cabo en contra de los humildes, incuestionables y sacrosantos derechos de la clase privilegiada y sus vasallos, que tienen la dicha de pagar su existencia a meses sin intereses, desde el INE se ha establecido que los partidos políticos —esas asociaciones humanitarias encargadas de velar por los derechos del gran capital—tengan que postular, por lo menos menos, a un diputado(a) en situación de pobreza como parte de las cuotas de acción afirmativa

    ¡Por vida de Dios! ¡En qué cabeza cabe una idea de tan perversa naturaleza! ¿No están satisfechos con que existan cuotas de género? ¿No les parece suficiente que las minorías identitarias estén representadas? Los pobres tienen derecho al voto, nadie les exige que sean propietarios o que tengan una cantidad respetable de dinero en su cuenta bancaria para marcar la boleta electoral y y que esta sea considerada en el recuento de los votos ¿No es eso suficiente? ¿De verdad creen que desde su pobreza podrán afrontar el entramado sociopoliticocultural, cuyo entendimiento demanda todo puesto de representación popular en el cual se garantice que popularmente se representen los intereses privados? ¿Qué sigue? ¿Qué se otorgue a los pobres los mismos derechos que a los privilegiados? ¿Qué mundo le vamos a heredar a nuestros hijos?

    A nadie sorprende que no faltaran quienes aplaudieron la medida de este INE que traiciona los principios de aquel otro INE, el INE por el que la noble marea rosa inundo las calles dispuesta a sacrificar un par de horas para defenderlo, ese INE que era bienintencionado y trabajaba en pos de conservar el status quo, las buenas costumbres y el enriquecimiento de los consejeros que sabiamente ponían a trabajar el dinero publico —que cuando se utiliza para lo público es pero que tirarlo a la basura— en fideicomisos de usufructo privado. A nadie sorprende que no faltaran quienes ven en la inclusión de cuotas de pobreza en las candidaturas de los partidos políticos una importante medida para disminuir la desigualdad de nuestro país. A todos ello, los invito a reflexionar, los invito a que se pregunten ¿Qué incentivo le queda al pobre —que como, bien reza el catecismo echaleganista de la clase media aspiracionista, es pobre porque quiere— para dejar de ser pobre, si siendo pobre puede participar por un puesto de representación popular en el que ganará mensualmente lo que no ganaba toda su familia con un año de trabajo ¿Para que va a quererse esforzar, sacrificar, entregar su vida, tiempo y voluntad a la explotación del hombre por el hombre, si bien puede afiliarse a un partido político y esperar a que le toque una candidatura? La representación popular no debe ser un camino para la superación personal. No. La representación popular debe ser una camino para que las clases privilegiadas, que sin lugar a dudas son superiores al resto de nosotros, de lo contrario no serían privilegiadas, expandan su superioridad y sean recompensadas por ello con recursos públicos casi ilimitados.

    La cantaleta de que el pobre legislará a favor del pobre y verá por los intereses de las clases oprimidas no solo es un absurdo, es un peligro. A todas luces carece de fundamento, que así suceda en otros países no quieres decir que sucederá igual en el nuestro. Si no me creen vean todas esas películas de Luis Estrada que rayando en la caricaturización de mal gusto y proyectando un burdo desprecio clasista, nos han enseñado que el pobre, cuando se le presenta la oportunidad, se alinea con la clase explotadora y busca mantener al pobre en la pobreza. Sin embargo, si fuera cierto que el pobre legisla a favor del pobre ¿Para que los queremos legislando? Imaginen legisladores que sigan aumentando el salario mínimo, que garanticen mejores condiciones laborales para la clase obrera, que busquen transformar la cotidianidad de los más que son los que menos tienen, que no antepongan los derecho de la clase privilegiada ni las empresas a las que sirven, que busquen acabar genuinamente con la desigualdad ¡Acabar genuinamente con la desigualdad! ¿Se dan cuenta de lo que eso significa? ¡Quieren que todas seamos iguales! ¡Homogeneizarnos y que el poder de consumo no nos haga diferente, que nada nos distinga del otro! ¡Que todos tengan la posibilidad de vivir dignamente! ¡El horror comunista!

    Entrados en gastos

    Lo que se necesita es robustecer los candados que mantienen el orden en orden. Establecer mecanismos que garanticen que solo pueden ser electos quienes tengan más de tres propiedades, si una de ellas es en el extranjero mejor aún, ahorros superiores a los quinientos mil pesos, lo cual es nada para la clase alta del decil más alto de la ciudadania, que cambien de coche cada año, sean católicos, blancos o de tes clara (rubios de preferencia), hombres, heterosexuales, por lo menos en publico, devotos del heteropatriarcado, formados en universidades extranjeras, por favor, cuando digo universidades extranjeras, hablo de universidades en Estados Unidos, Inglaterra o Alemania, con ganas de se plurales podemos permitir que quienes se formaron en universidades en Canada, España o Francia, participen, pero no alguien que estudió en algún país extranjero que no sea parte del primer mundo.

    Debemos garantizar que solo quienes entienden que las políticas públicas deben realizarse para el beneficio privado de unos cuantos, accedan a los puestos de representación popular. No abrir las puertas de par en par para que cualquiera pueda determinar el destino de las clases privilegiadas, a quienes tanto trabajo les ha costado despertar todas las mañanas, no hacer nada y preservar sus privilegios. En el peor de los casos, si el INE insiste en que tengamos diputados en situación de pobreza, como parte de las cuotas de acción afirmativa, debemos demandar que esos diputados cobren un sueldo que no les permita salir de la pobreza, de lo contrario, estaremos poniendo en riego las entrañas mismas de nuestro sistema de desigualdad social.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • Gravar la pobreza

    Gravar la pobreza

    La siempre humilde, humanista y preocupada por el otro, clase privilegiada en México, representada políticamente por los partidos que se oponen opositoramente a la CuatroTe y por una serie de esbirros estoicos dedicados a la comunicación y propagación de noticias infodémicas que heroicamente cumplen con el noble propósito de proteger a la ciudadanía del golpe de realidad que implica ser enfrentados a los real, ha recibido con beneplácito y celebrado con un ánimo que no se veía desde los tiempos de Gómez Morín, ese ideólogo y primer dirigente panista, figura ética que debe ser recordada como un sabio, un humanista, un defensor de libertades, el heredero espiritual de José Vasconcelos, un creador de instituciones que luchó incansablemente por los valores de la democracia, el Estado de Derecho y la justicia social, y un simpatizante del nacional socialismo alemán, el fascismo italiano y el falangismo español, la decisión del gobierno de derecha —heroica y benefactora derecha— de Giorgia Meloni de poner fin a las prestaciones que miles de familias y personas recibían y que son consideradas “aptas para trabajar”.

    Lo que la privilegiada clase privilegiada mexicana celebra es que alrededor de 169,000 familias italianas recibieran un SMS —elegantemente redactado en 24 palabras— en el que se les notificaba que las prestaciones serían suprimidas ¿La razón? Se trata de familias que, si bien tienen bajos ingresos o miembros desempleados, no tienen una persona discapacitada, un menor o una persona mayor de 65 años ¿El objetivo? Endurecer el sistema de asistencia social, el cual será completamente abolido el 1 de enero de 2024 para aquellas personas desempleadas que tengan entre 18 y 59 años y sean consideradas aptas para trabajar.

    Imposible no aplaudir una medida como esta que, lejos de condenar a la pobreza a gran parte de la población italiana, tiene la virtud de incentivarlos para que sobrevivan como única estrategia de supervivencia, para que se esfuercen más allá de todo esfuerzo posible y garanticen su sustento y el de sus familias, para que —incluso si ya fueron masticados, engullidos, digeridos y vomitados por el mercado laboral— encuentren el modo de ser masticados, engullidos, digeridos y vomitados por el mercado laboral hasta el día en el que cumplan 65 años, queden discapacitados en el proceso o sean incapaces de seguir respirando; asunto que —sin duda alguna— será culpa de ellos y no del mercado que en su infinita sabiduría solo permite la supervivencia de los mejores, los más fuertes, los echaleganistas y aquellos Sísifos que no entienden que nada bueno conseguirán por seguir empujando la piedra cuesta arriba de la montaña.

    Imposible también, no buscar entre las filas del amplio Frente Amplio por México —donde cabe todo aquello que se oponga a la posibilidad de que el grueso de los mexicano viva dignamente— un político que se muestre a la altura de las circunstancia y emule a la política italiana en un esfuerzo por condenar a la pobreza a no salir de la pobreza, de tal suerte que la única posibilidad de quienes viven en la pobreza sea ahogarse en la pobreza o ser ese garbanzo de a libra que demuestre que el sistema funciona siempre y cuando uno esté dispuesto a sacrificarlo todo en nombre del sistema y tenga suerte o un buen padrino. En este sentido, existe más de una posibilidad —ni una sóla de ellas excluye a las otras— de aplicar medidas que, lejos de gravar la riqueza y castigar a esos hombres probos que son los salvadores de la nación al generar empleos y explotar a la masa mal pagada, grave la pobreza y haga terriblemente incomodo vivir en ese paraíso paupérrimo del que disfrutan quienes disponen de un ingreso tan bajo que, aun si lo dedicase por completo a la adquisición de alimentos, no podría adquirir los nutrientes necesarios para tener una vida sana; ese paraíso de comodidad, lujos y excesos en el que vive más del 36% de la población mexicana y del que antes de la perversa administración e López Obrador disfrutaba poco más de 52 millones de personas. Lejos de aumentar los salarios mínimos y entregar becas y apoyos a la ciudadanía para reducir la pobreza y contribuir a que casi 9 millones de mexicanos salieran de ella en dos años, como lo ha hecho esté gobierno que piensa primero en los pobres y se olvida de las necesidades de los privilegiados, urge que se tomen medidas para que ser pobre resulte tan caro que la población entera salga de la pobreza o muera en el intento. Para que sólo puedan ser pobres quienes puedan darse ese lujo.

    En este sentido, debe permitirse —que digo permitirse— debe estimularse que los precios de los productos que componen la canasta básica se disparen con una libertad libertina y liberadora por encima de la inflación y alcancen números estratosféricos, tan inaccesibles que comer tortillas o frijol sea tan caro que sólo lo puedan hacer las mejores familias de la nación (aclaro, en caso de que algún extraviado esté leyendo esto, que las mejores familias son aquellas que pueden rodearse de todo aquello que no es necesario para vivir y hacerlo sin afectar su nivel de vida). Los servicios de salud, esos mismos que ahora el presidente amenaza con convertir en un derecho que garantice el acceso a todos los mexicanos, deberían ser privatizados y tasados de forma que para atenderse un catarro uno deba empeñar un riñón, que para contar con el cuadro básico de vacunas uno deba adquirir un crédito que resulte imposible pagar en tres generaciones.

    Siguiendo esa línea, de liberar a México de la pobreza llevando a quienes viven en situación de pobreza a limites muy por debajo de la pobreza extrema, todo aquel que habite una vivienda con techo de lámina o construida con cualquier otro material que no sea ladrillo o concreto, es más, todo aquel que viva en desarrollos de interés social, con menos de un baño y medio, o donde no se cuente con suficientes recamaras, deberá pagar un impuesto especial que garantice que efectivamente les resulte imposible acceder a uno de esos créditos inmobiliarios a los que es imposible acceder. El costo del transporte público deberá aumentar significativamente, si alguien es tan flojo que prefiere no manejar para trasladarse, entonces es obligación del estado orillarlo a trasladarse a píe o a través de un vehículo no motorizado, lo que contribuirá no solo a fomentar ese espíritu liberador de salir de la pobreza, sino a su salud o a que sea víctima de un accidente. Por último, la educación pública y gratuita deberá costar tanto o más que la educación privada, basta de mantener sujetos que quieren salir adelante y prepararse sin pagar nada, es necesario que la gente sepa lo que cuestan las cosas y paguen por ello.

    De más está aclarar, que nada de esto busca mejorar las condiciones salariales de médicos, conductores del sistema público de transporte o maestros. No. Nada más lejos de ello, lo único que estas propuestas buscan —y no es poca cosa— es acabar radicalmente con la pobreza en México, desaparecerla, exterminarla cueste lo que cueste y se sacrifique a quien se sacrifique. Borrar la pobreza del territorio nacional y al mismo tiempo concientizar a la población de las dificultades que enfrenta nuestra clase privilegiada que tiene que pagar cuentas terriblemente onerosas por objetos o servicios que no son necesarios y deberían cobrarse en lo que se cobran. Es muy fácil condenar los privilegios de quienes privilegiadamente viven rodeados de privilegios sin entender que los ricos también lloran y que en ocasiones —contadas— no pueden derrochar en todo lo que les gustaría derrochar. Gravar la pobreza contribuirá no solo a eliminar la pobreza, sino a sensibilizarnos a todos y ayudarnos a entender por qué es necesario que se emitan facturas falsas y que el gobierno le condone los impuestos a las empresas millonarias, los grandes bancos y medios de comunicación monopólicos.

    Entrados en gastos

    No es suficiente con gravar la pobreza, es necesario que siguiendo el ejemplo del santo patrón de los represores humanitarios y los defensores de los derechos humanos que están dispuestos a sacrificar los derechos humanos en nombre de sus propios derechos, Nayib Bukele, la pobreza sea criminalizada, perseguida y encarcelada en centros de confinamiento lejos del sensible ojo de la clase privilegiada que sufre cuando ve manifestaciones de mal gusto o gente vestida con ropa que no es de diseñador. Si de verdad queremos acabar con la pobreza necesitamos perseguir la pobreza en cualquier lugar en donde la pobreza se atreva a exhibirse. Por el bien de todos, primero los pobres, primero en el pago de impuestos altos, primero en la imposibilidad de acceder a los servicios que necesitan, primero en la persecución estatal que garantice un México libre de pobreza en el que la clase privilegiada pueda disfrutar de una vida que esté al nivel de su cartera y capacidad de consumo. No es poco el esfuerzo que la clase privilegiada ha realizado para mantener a la clase trabajadora sometida y explotada, no es poca la inversión que le han dedicado, como para que no les permitamos disfrutar de ello libremente y excesivamente.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • ¡Prohíban las micheladas!

    ¡Prohíban las micheladas!

    Pareciera que existe una perversa conspiración para ignorar lo que resulta verdaderamente importante para el futuro del país y distraernos con noticias superfluas como los resultados del sondeo callejero que el Partido del Trabajo realizó, y donde Gerardo Fernández Noroña se coloca por encima de Claudia Sheinbaum Pardo y cualquier otro candidato que represente —o diga representar— a la CuatroTe, en las preferencias del electorado para definir al candidato a la presidencia; la disminución de más de 90% del huachicoleo, la muy previsible declinación de Creel en el proceso de simulación democrática del Frente Amplio por México para establecer al candidato de la oligarquía; o el drama de Ebrard ante la evidente evidencia de no verse favorecido por la preferencia ciudadana para ser el candidato que garantice la continuidad de la transformación que con representantes como él parece transformarse —a sí misma— continuamente para que todo permanezca igual.

    Una perversa conspiración para que ignoremos las medidas profundas y sencillas que se proponen para que México sea un país más seguro. Medidas que pueden parecer demasiados simples pero que resultan tan impactantes que garantizan el orden nacional y la reducción de los homicidios. Medidas de las que se habla poco y de las que se hicieron más memes que análisis serios, medidas como la eliminación de las micheladas para acabar con la violencia.

    Lamentablemente, la cuestión no se ha tomado con la seriedad que debería tomarse y ha pasado como pasa una cerveza bien fría y escarchada a través de la garganta en un día de calor: sin sentirse. Sin embargo, la iniciativa de quien fuera jefa delegacional en la alcaldía Miguel Hidalgo y ahora aspira a ser candidata a la presidencia por el Frente Amplio por México, que es tan amplio que parece estrecho, de llevar a nivel nacional la nada ridícula prohibición de la perniciosa michelada para contribuir a la reducción del número de homicidios, iniciativa que ya fue llevada a la practica en Miguel Hidalgo, promete abatir en menos tiempo de lo que le tomó a Fox resolver el conflicto en Chiapas, los indices de violencia en toda la República Nacional. No dudo que a algunos les parezca exagerado, son gente que no entiende el daño que esas bebidas —preparadas a base de cerveza, jugo de limón, picante, sal, y salsas sazonadoras— pueden tener en la población. Empiezan pervirtiendo a la juventud y alejándola de sus familias, luego los orilla a delinquir para conseguir el dinero que necesitan para seguir bebiendo micheladas, y el seguir bebiendo micheladas los aleja más de sus familias, los hace delinquir más y así en un ciclo sin fin que los lleva a matar gente y realizar crímenes atroces. Todo, por esa reacción química que se produce en el organismo al mezclar una bebida alcohólica, no destilada, de sabor amargo, que se fabrica con granos de cebada germinados u otros cereales cuyo almidón se fermenta en agua con levadura y se aromatiza a menudo con lúpulo, con jugo de una fruta cítrica fragante y de sabor ácido, picante, sal, y salsas sazonadoras.

    La evidencia de la pertinencia de la estrategia de la candidata X está ahí, si quieren burlarse de ella y pensar que es una tontería que como estrategia de seguridad se proponga eliminar las micheladas, hay poco que discutir con ustedes. Simplemente piensen en esto: la versión más popular del origen de las micheladas dice que fueron creadas en la década de los setenta. Ahora bien, entre 1940 y finales de los sesenta la tasa de homicidios descendió significativamente en México. Sin embargo, al terminar el sexenio de Díaz Ordaz, ese prócer de la tolerancia, la tasa de homicidios volvió a subir hasta llegar a ese nivel que —más por necesidad que por gusto— nos heredó Felipe de Jesús Calderón Hinojosa. Hay que ser muy necio para no ver lo obvio y aplaudir las medidas de la otrora delegada, los datos están sobre la mesa: si las micheladas no hubieran nacido en 1970, es sumamente probable que Calderón no hubiera empezado a beber en su juventud y que los mexicanos no hubiéramos tenido un presidente alcohólico que se enfrascó en una guerra contra el narco, seguramente ocasionada por los episodios de delirium tremens que padece el heroico Comandante Borolas, y —en consecuente consecuencia, no hubiera aumentado la tasa de homicidios.

    Entrados en gastos

    Que nadie se equivoque, en ningún momento se dijo que a Xóchitl no le guste la cerveza, es más aclaró que es fan de las caguamas, y —caguama en mano— sostuvo que lo que busca su iniciativa es terminar con los puestos de micheladas ilegales, porque los jóvenes y las clases bajas, esas que son tan bajas que cuesta trabajo verlas desde las alturas, sólo tienen recursos para beber en puestos ilegales. Nunca habló de prohibir el alcohol ni otros placeres pecaminosos. No. Lo que se busca es controlar quienes tiene derecho a consumirlo, quien tiene derecho a intoxicarse, y ese derecho —claramente— debe ser exclusivo de las clases que tienen el privilegio de vivir con privilegios. El resto de las clases sociales, que bien pueden englobarse en la clase no privilegiada, debe dedicarse a trabajar hasta morir para garantizar el sustento de sus verdugos y patrones. La michelada es un peligro que debe ser eliminado no solo por las razones antes expuestas, sino porque democratizan el consumo de bebidas y la intoxicación. Es más, la iniciativa debería extenderse para que la RAE prohíba el uso de la palabra michelada y la elimine del diccionario. A partir del próximo gobierno, que habrá de salvarnos de nosotros mismos, las bebidas alcohólicas en México solo podrán tener nombres en lenguas extranjeras, para evitar que las clases bajas lo puedan pronunciar y en consecuencia ordenar en algún establecimiento.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • ¡Larga vida al espectáculo!

    ¡Larga vida al espectáculo!

    Presto a la celebración, un sector importante del PANismo progre, buena onda y echaleganista, aplaudió el triunfo de Wendy Guevara en La casa de los famosos México, reality show no ideologizado que no deviene en propaganda barata de un estilo de vida donde lo excesivo y superficial se eleva a la categoría de estandarte único al que se debe aspirar cueste lo que cueste. Sobresalieron las felicitaciones de la siempre natural Xóchitl Gálvez y la nunca acartonada Kenia López Rabadán (sorprende que no la hayan expulsado del PAN por apellidarse López, en fin), quienes sostuvieron que el triunfo de Guevara rompe tabúes y demuestra que la comunidad LGBTTTI es prioritaria para los mexicanos.

    Es más, hubo quienes afirmaron —desde la derecha más derecha posible, tan a la derecha que llegan a pensar que están a la izquierda— que el Triunfo de Guevara demuestra que México no es un país transfóbico y homofóbico. No dudo que esto pueda confundir a quienes, enarbolando la bandera anticomunista y oponiéndose a los libros de texto que hipersexualizan a nuestros hijos por enseñarles que el pene se llama pene, y la vagina se llama vagina, se han lanzado de forma masiva a tramitar amparos que los protejan del virus comunista. A ellos, hay que recordarles que la derecha no está celebrando el triunfo de Wendy Guevara como una agenda del empoderamiento del movimiento LGBTTTI. No. La derecha no está preocupada ni considera una prioridad los temas de diversidad sexual, es más, la sexualidad no está entre sus prioridades si no es como dios manda, entre sacerdotes y niños o entre hombres y mujeres sometidas. Lo que la derecha progre, buena onda y echaleganista, que representa el ala más perdida del PANismo más rancio, celebra, es el confinamiento de la comunidad LGBTTTI al espacio ficticio de la televisión, el streaming y las plataformas digitales, el confinamiento de la diversidad al mundo virtual.

    Reducir cualquier movimiento, en especial si lo que dicho movimiento busca es la ampliación de los horizontes culturales, al entorno virtual, es conjurarlo y limitar su potencial. Es convertirlo en un producto de consumo, de entretenimiento, en un chiste inocuo, vacío de todo elemento que pudiera perturbar el orden establecido, las buenas costumbres, la fe y la sacrosante inocencia de los niños. Por eso es importante que Wendy Guevara ganara en La casa de los famosos, porque su triunfo permite establecer un discurso fuerte y claro en la cabeza de los ciudadanos, un discurso donde se establece que está bien ser homosexual o trans en entornos virtuales, detrás de la pantalla, si eres un personaje —si alguien piensa que un reality show es real o que Wendy Guevara no es un personaje, no se preocupe, la idea es justo que piensen eso. Pero fuera de la pantalla, en el mundo real, tangible, concreto, lo que debe preservar son los machos falocentristas y el heteropatriarcado. Wendy Guevara gana porque fue confinada a permanecer en la casa de los famosos, a diferencia de quienes pierden y son condenados a vivir en el mundo que todos habitamos. Los medios de comunicación, más sabios que nuestra opositora oposición que ya no sabe a qué oponerse, son conscientes del potencial liberador que tienen —igual de liberador y libertario que Milei en Argentina— para erradicar las pestes de la sociedad que amenazan con romper el equilibrio y trastocar el orden. Televisar la revolución significa desarticular la revolución.

    De ahí la importancia de que la comunidad LGBTTTI y cualquier movimiento transformador conquiste espacios en los medios de comunicación masiva, se vuelvan tendencia, trending topic, sean parte del main stream, etc. Abriéndoles estos espacios, permitiéndoles entrar a ellos, el sistema, en su infinita sabiduría, garantiza que salgan de las calles, que desaparezcan de la realidad, que pierdan esa incandescencia que amenaza con hacer arder la casa y a todos los que la habitamos. La pantalla, sea la de la televisión, tablet, dispositivo móvil, o lo que venga, se convierte de ese modo en una carpa moderna donde se exhiben los fenómenos que no se quieren ver en la calle, donde se celebra esa diversidad que afuera se condena, donde se puede ser como se quiere ser o como se es, porque no forma parte de la realidad, porque es un entorno seguro, controlado, en el que todo sigue un guion, incluso —o principalmente— cuando se cree estar improvisando.

    Entrados en gastos

    La lógica de La casa de los famosos debería extenderse más allá de la comunidad LGBTTTI, deberían crearse espacios de lucha en lodo entre comunistas, programas de cocina con recetas anarcoecologistas, carreras de madres afiliadas a la Liga de la leche, programas de supervivencia de animalistas. Imaginen el éxito de ver una pelea a dos de tres caídas entre Marx Arriaga y Paco Ignacio Taibo II, o el espectáculo que representaría un mascara contra cabellera entre Claudia Sheinbaum y Layda Sansores. No sólo tendrían ratings históricos, cumplirían con la noble función de erradicar todo potencial transformador de sus propuestas, desarticular lo que representan y aquello por lo que luchan, conjurando la amenaza de que las cosas dejen de estar como están, y dejen de beneficiar a quienes benefician.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • Por una sociedad más desigual

    Por una sociedad más desigual

    Si bien no es el fantasma del comunismo, el cual claramente ha explicado la oposición que se encuentra atrapado entre las páginas de los libros de texto gratuitos de la SEP, en los cuales —como sesudamente señala Sergio Sarmiento— se promueve “una sociedad regida por la colectividad”. Abro un paréntesis, porque probablemente no entiendan el peligro que esto implica y que con su infinita sabiduría alumbra Sarmiento, lo que la CuatroTe está haciendo con los libros de texto comunistas es fomentar que la mexicana sea una sociedad —una agrupación de personas, organizada para cooperar en la consecución de determinados fines— regida por la colectividad —por un conjunto de personas reunidas o concertadas para un fin— ¿Se dan cuenta del horror que ello acarrea? El gobierno quiere formar sujetos que vivan en sociedad y se comporten como si vivieran en sociedad. En fin. Ese no es el tema de esta columna.

    El tema es que, si bien el fantasma del comunismo no recorre México, porque recorre solo los libros de texto, hay un fantasma que sí recorre México, el fantasma de la disminución de la desigualdad, y debería preocuparnos tanto, o más que el fantasma comunista ¿Por qué? Porque el fantasma de la disminución de la desigualdad se está materializando, sentando sus reales sobre nuestro país e impactando directamente el principal activo de las clases privilegiada y aspiracionista, el de poder mirar con desprecio a todos aquellos que no pueden mantener —ni pagando a meses sin intereses— un tren de gastos excesivos e innecesarios. Me explico.

    Mientras desde el gobierno y sus huestes afines de comentaristas, partidarios y simpatizantes que no se dan cuenta que cuando sus condiciones de vida mejoran no mejoran sus condiciones de vida porque así lo dice la sabia sabiduría del McPRIANRD, Claudio X y los defensores del sacrosanto derecho de la clase privilegiada a vivir en una realidad con la cual el grueso de los mexicanos no podrá siquiera soñar, festejan cínicamente la disminución de la desigualdad en nuestro país, festejan descaradamente que se pase de que los más ricos ganaran 21 veces más que los pobres en 2016, a que ahora ganen 15 veces más ¡Sólo 15 veces más! ¡Por vida de Dios, eso no es humano!, mientras celebran, como si hubiera algo que celebrar, que a pesar de la pandemia y la inflación —ese mecanismo a través del cual se mantiene el orden de las cosas para que nada se salga de su lugar— 5 millones de personas lograran salir de la pobreza, que en los hogares más pobres el ingreso aumentara en 19.3%, que en el ámbito rural creciera por encima del 30% y entre la población indígena —la misma a la que Xóchitl Gálvez pertenece sin pertenecer— fuera superior al 43%, sin afectar el incremento del ingreso en todos los hogares mexicanos que subió 11% y sin establecer impuestos sobre herencias y riqueza. En las casas y empresas donde la clase privilegiada explota a la clase explotada y donde trabaja la totalidad de la clase aspiracionista, lejos del pernicioso espacio público y ajenos al bien común, se sufre porque se siente que el otro, ese otro pobre y que difícilmente tenía lo suficiente para sobrevivir, se acerca a ellos, una cercanía que aún resulta bastante distante, pero cercanía a final de cuentas ¿De qué sirve pertenecer a la clase privilegiada si la clase obrera deja de formar esa reserva casi infinita para ser explotada al gusto de la clase privilegiada? ¿Para qué vivir pagando tarjetas de crédito, prestamos e intereses si la desigualdad se va a seguir reduciendo y será complicado distinguir entre clase obrera aspiracionista y no aspiracionista? ¿Para qué soportar las llamadas del banco queriendo cobrar si el nivel de vida de los mexicanos empieza a emparejarse?

    Urge que nuestros comentócratas, mercenarios al servicio del capital, desquiten su sueldo. No es suficiente con que menosprecien los resultados de los que la ENIGH da cuenta, como lo hace Woldenberg —heroica llamarada de petate de la marea rosa— quien a regañadientes tiene que concluir que hay avances por parte de la CuatroTe. Tampoco es suficiente que proceres como Jorge Castañeda tengan el descaro de atacar la lucha en contra de la desigualdad centrándose solamente en la existencia del trabajo informal. No. No. No. No. No basta con ello, se necesita más, necesitamos que defiendan el noble derecho a la desigualdad, a distinguirse del otro por lo que uno gana y gasta, a humillar indirectamente al grueso de la población viviendo rodeado de lujos fatuos, mientras la gente muere de hambre, el derecho al derroche y el desperdicio patentado por los excesos de un sistema injusto e inhumano. Necesitamos que la oposición abierta y francamente salga a las calles, tome las cámaras, amenace con la salida de capitales del país si este gobierno sigue anteponiendo a los que menos tienen e insiste en aumentar el salario mínimo —el cual ha crecido un 90% desde que inició esta administración ¡Un horror! A la desigualdad hay que dejarla crecer, y si no lo hace, hay que incentivarla para que crezca, no contrarrestarla con el gasto social más alto de la historia mexicana, no aumentando los programas sociales. Necesitamos un PANismo que se comporte como PANismo, un PRIismo que sea PRIismo y un McPRDismo que siga asumiendo que mucho ayuda el que no estorba. Necesitamos que se detengan las reformas como la del outsourcing que permitió un aumento del 27.4% en el salario base de quienes antes vivían en condiciones cercanas a la esclavitud del subempleo. No es posible que la desigualdad sea atacada como nunca durante este gobierno. Mucho menos que se lo permita sin hacer nada al respecto.

    Entrados en gastos

    La clase privilegiada tiene que tomar el poder para salvar al resto de la población del resto de la población ¿Qué futuro les estamos dejando a nuestros hijos? ¿Qué incentivos tendrán quienes creen ciegamente en el echaleganismo y el granito de arena, para pensar solo en ellos mismos y no darse cuenta de que forman parte de un todo? ¿Para qué agachar la cabeza y pisar al otro? ¿Para que buscar el beneficio individual si desde lo colectivo se pueden generar cambios que mejoren las condiciones de todos? ¿Se dan cuenta de lo que se pone en entredicho al combatir la desigualdad? No es solo el nivel de vida de las personas, no es solo la imposibilidad de despreciar al otro porque” es menos que uno”. No. Se pone en entredicho el fundamento mismo de la sociedad capitalista, el incentivo inalcanzable que representa la imposibilidad de mejorar las condiciones de vida y la eterna promesa de poder vivir mejor, como aquellos que —por derecho de nacimiento— viven mejor que la mayoría, cobijados por la seguridad de nunca ver amenazados sus privilegios.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • Educar sujetos que sepan agachar la mirada

    Educar sujetos que sepan agachar la mirada

    La cruzada ideologizante que ha lanzado la CuatroTe en contra del Sistema Educativo Nacional tiene en los libros de texto y las pobres mentes de les niñes sus principales víctimas. Como no ha dejado de señalar el bloque opositor –que es bloque porque los une la misma perdida de privilegios, y es opositor porque carente de propuestas lo único que consigue articular, medianamente, es un discurso que se oponga a aquello que desde el gobierno se proponga, oponiéndose, si es necesario, a lo que otrora defendieron– los libros de texto están cargados de la ideología con la que se está de acuerdo en el gobierno. Por un lado, resulta lamentable que las mentes ilustradas de la oposición descubran que el sistema educativo es un aparato ideológico, décadas después de que Foucault muriera. Sin duda alguna, revelaciones como esta habrían transformado su obra y le habrían permitido alcanzar profundidades a las que solo es posible llegar con el patrocinio de Claudio X. Por el otro, resulta terriblemente mezquino que un gobierno como el que encabeza Andrés Manuel López Obrador, que se dice democrático y de izquierda, promueva valores con los que está de acuerdo ¡Qué gran ejemplo sería, cuanta estatura demostraría, si el contenido de los libros de texto tuviera ese maquillaje presuntamente desideologizado de la desideologización que encumbró las competencias educativas y que tan desideológicamente representa el programa PISA de la OCDE para la estandarización de los saberes y los educandos!

    El pretexto, detrás de esta labor de propaganda educativa (y no es que el resto de la educación no sea propaganda, sino que hay de propaganda a propaganda), es el de formar sujetos con criterio propio, sujetos consientes de ser una construcción histórica y capaces de cuestionarse a sí mismos y a su contexto, sujetos que –como eruditamente señala Julio Patán, con esa saludable dosis de ironía que lo caracteriza, jamás alineada con los intereses de los intereses de la clase privilegiada– desde un enfoque multicultural, aprendan la importancia del pensamiento descolonizado ¿Para qué? ¿Para qué? ¿Para qué? ¿Qué necesidad hay de plantear una educación que permita a los individuos construir su propia identidad, si la identidad de los pueblos latinoamericanos (como la de los africanos y gran parte de los asiáticos) fue definida hace siglos por el noble salvajismo europeo? ¿Para que buscarle tres pies al gato si desde el descubrimiento de América recibimos la bendición como acto de barbarie?

    De entrada, lo primero que señalan los críticos del pensamiento crítico, como fin y herramienta educativa, es que no hay necesidad de hacer de las matemáticas nada más que no sea un recurso al servicio de la acumulación de riquezas ¿Qué es eso de pensar en la economía popular o contribuir a una mejor planificación de los recursos familiares? Se preguntan los Julios Patán de la oposición. Lo único que el obrero necesita –y es obrero todo aquel que no cuenta con medios de producción y solo dispone de su fuerza de trabajo– es un nivel básico de matemáticas para entender que las horas trabajadas y su nivel de producción no tienen relación con el sueldo que reciba. Nada más. Las matemáticas deben estar al servicio de la explotación neoliberal, del mismo modo que lo debe estar la poesía y la literatura en general ¿De verdad vamos a insistir en el punto de que la literatura es una herramienta de transformación? No. No. No. Si se va a enseñar literatura en las escuelas, si se va a leer poesía, es solo para que los alumnos entiendan que, si no se tiene el privilegio de tener una vida privilegiada, no es posible acceder a los placeres del lenguaje ni entregarse al acto ocioso de intentar resumir el mundo en unas cuantas lineas. La poesía –sostiene con sabiduría mercenaria Patán, con la convicción de quien sabe que sostiene algo digno de sostenerse– será burguesa y defensora del establishment, o no será.

    Y va más allá, van más allá (sería absurdo pensar que una mente brillante como la de Patán atraviesa sola las tinieblas del reformismo social), el modelo educativo que surja de ese movimiento que va por México, tendrá la virtud de regresarnos a un estado del cual no hemos terminado de salir, un estado donde sea posible que el hombre explote al hombre sin sentirse incomodo por hacerlo. No solo habrá de tirar a la basura la versión ideológica de la educación de la CuatroTe, habrá de retomar “una versión euro centrista de la historia, anclada en valores occidentales” e ignorar, como debe ser ignorado todo aquello que no contribuye al aumento de la plusvalía, la riqueza cultural de los pueblos originarios. No hay necesidad de construir nuevas narrativas históricas, que den cabida a sujetos que no tuvieron la fuerza suficiente para no ser conquistados, colonizados y sometidos. No. La historia que se debe contar es la de los ganadores, en especial si los ganadores aplastaron y humillaron a los perdedores. Lo que se necesita es un discurso histórico que le recuerde a cada sujeto cuál es su lugar en la sociedad, que enaltezca a la clase privilegiada / explotadora, y recuerde a la clase explotada que no tiene posibilidad de modificar su condición, que no hay forma de lograr un cambio profundo de su realidad y que debe estar agradecido por ello.

    Entrados en gastos

    El Sistema Educativo Nacional en general, y los libros de texto gratuitos en particular, deben ser dispositivos, herramientas, medios que contengan y, de ser posible, socaven, el potencial popular. Educar para que los sujetos sean capaces de discutir, generar asambleas, tomar decisiones e incidir en su entorno y contexto, es educar sujetos que se nieguen a ser sometidos por discursos clasistas que no buscan otra cosa que no sea el preservar un sistema social definido por la injusticia y la desigualdad. Para eso tenemos un sistema electoral que permite al ciudadano jugar a que toma decisiones y lo excluye de las discusiones donde se toman las decisiones que los afectan, para eso tenemos un sistema educativo punitivo y castrante, para eso tenemos intelectuales alineados con los intereses de la clase privilegiada, para garantizar que todo se mantenga en su sitio, que cada uno tenga claro qué tiene que hacer cuando despierta y –sobre todo– ante quien tiene que agachar la mirada.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • ¡A trabajar cabrones!

    ¡A trabajar cabrones!

    No debería sorprender que las palabras de Don Vicente Fox, a quien por decoro nadie llama presidente Fox, como a él le gustaría, ese prohombre que está más allá del bien y el mal, que desde las alturas refresqueras entiende que el ejercicio de gobierno no es diferente a la distribución de Coca Colas, y quien no sabe que no sabe nada, indignaran a propios y extraños y fueran rechazadas por ambos e interpretadas como una ofensa que en nada ayuda a nadie. Y digo que no debería causar sorpresa, no porque no se deba esperar nada inteligente de Don Vicente, sino porque pocos tienen el entendimiento necesario, para profundizar en las profundidades del pensamiento foxiano, y el valor de abrazar las iniciativas de la derecha moderna, oxímoron de tan hermoso alcance que solo tiene comparación con el humanismo reaccionario. 

    “Ojalá y Xóchitl nos cumpla de que los huevones no caben en el Gobierno y tampoco en el país. Ya se acabó de que estén recibiendo programas sociales: ‘¡A trabajar cabrones!’, como dice Xóchitl […]”, afirmó Fox en una entrevista, y remató diciendo que la pensión de los expresidentes “sin duda” debe ser restituida. El punto de partida de la propuesta foxista puede resumirse en esa hermosa frase que demuestra un complejo entendimiento del hablar mexicano: “¡A trabajar cabrones!”. Su contenido no hace falta resumirlo, porque es de una sencillez que podría confundirse con reduccionismo: quien no trabaja y no pertenece a la clase privilegiada no come.

    Una aclaración, trabajar no significa lo que el chairo de Marx explicó que significaba en El Capital, un proceso a través del cual el hombre “pone en acción las fuerzas naturales que forman su corporeidad, los brazos y las piernas, la cabeza y la mano, para de ese modo asimilarse, bajo una forma útil para su propia vida, las materias que la naturaleza le brinda. Y a la par que de ese modo actúa sobre la naturaleza exterior a él y la transforma, transforma su propia naturaleza, desarrollando las potencias que dormitan en él y sometiendo el juego de sus fuerzas a su propia disciplina.” No. Nada de eso, trabajo es simplemente la forma en la que los sujetos ganan dinero, y quien gana poco es porque trabaja poco. “El pobre es pobre porque quiere”, debe leerse detrás de la propuesta de Fox.

    En este sentido, deben distinguirse dos tipos de cabrones en la iniciativa foxiana. Los primeros, a los que se dirige la orden de ¡A trabajar! Son cabrones porque ni siquiera deben ser reconocidos como humanos. Son cabrones porque son animales de carga, destinados a mantener eternamente la maquinaria en movimiento. En pocas palabras, son cabrones porque resultan molestos, un mal necesario. Son cabrones porque no merecen descanso. Porque no pueden ser “huevones” que estén recibiendo programas sociales. Los segundos, los cabrones que dirigen a los cabrones que son dirigidos, son cabrones porque son personas experimentadas y astutas. Son cabrones porque saben ponerse del lado correcto, ese lado donde pueden ganar dinero trabajando menos que quienes son pobres sin parar de trabajar.

    Ese es el primero de los dos ejes del pensamiento foxista, pensamiento complejo y lleno de sabiduría reaccionaria; existen quienes deben trabajar toda su vida, sin tregua ni descanso, y a pesar de ello —o justo por ello— son huevones, y quienes, siendo huevones, vividores y abusivos, no son huevones, ni vividores, ni abusivos, sino trabajadores que son tan trabajadores que no necesitan trabajar. Lo que Don Vicente sostiene con esa honestidad brutal, propia de niños, borrachos y oligofrénicos, es que no todos pueden ser huevones, y merecer programas sociales, ya sea una beca para estudiantes, una pensión universal para personas adultas mayores, o una pensión presidencial. Sólo unos cuantos son los elegidos. Y, en consecuencia, los no elegidos deben trabajar –están obligados a trabajar– arduamente para garantizar la satisfacción del mínimo necesario de sus necesidades, seguir trabajando y –sobre todo– preservar el sistema de injustas injusticias que permite a los segundos, a los cabrones que los pusieron a trabajar sin descanso, vivir con excesos y privilegios que los ciudadanos de a pie difícilmente podemos imaginar y no merecemos disfrutar.

    El otro, el segundo eje foxista, consiste en el entendimiento de que no es posible obligar a todos a vivir marginalmente. Entender que –como ya se dijo– hay quienes nacen para maceta y del corredor no pasan, hay quienes nacen para plantar, regar y cuidar las macetas durante cada minuto de su vida, y hay quienes nacen para ignorar que hay macetas y trabajadores en el corredor que los conduce a sus aposentos lujosos. A estos últimos, no es posible obligarlos a padecer penuria alguna, así sea la menor de las penurias, así sea la de menor duración. No. Para ellos todo, para los demás nada. La clase privilegiada no solo es privilegiada por decreto y nominación. Es privilegiada porque no sabe lo que significa vivir sin privilegios y nunca debe saberlo. La clase privilegiada tiene seguros de gastos médicos mayores que “andan en los 100 mil pesos mensuales”, y no tienen por qué ser tratados como beneficiarios del IMSS o el ISSSTE. La clase privilegiada debe recibir cuanto apoyo sea necesario para seguir siendo privilegiada, desde pensiones presidenciales, hasta condonación de impuestos. La clase privilegiada trabaja, haciendo que la clase explotada trabaje, para que la clase privilegiada pueda vivir sin trabajar, gracias al trabajo de la clase explotada.

    Desde luego que no faltarán quienes encuentren repulsivo el planteamiento honesto, reaccionario y falto de ética de Don Vicente Fox, marqués de San Cristóbal. A quienes les indigna lo indignante, les recuerdo que no todos somos iguales, y que, si bien el trabajo de las clases explotadas mantiene vivos los privilegios de la clase privilegiada, su impacto macroeconómico resulta ínfimo, porque son intercambiables, porque existen reservas de desempleados para sustituirlos, porque no tienen voz, ni nombre, ni rostro. Porque son anónimos. Por otro lado, el impacto de lo que hagan y dejen de hacer los selectos miembros de la elite elitista que goza de lujos, excesos y privilegios, resulta inmediato en la vida de todos, y Fox lo resumió brillantemente en una frase que recuerda a la consigna de quienes suben a los camiones a pedir dinero a cambio de no asaltar a los pasajeros: “Los presidentes deben tener tranquilidad, los expresidentes igual, sucede en todo el mundo. No hay que mandarlos a la hoguera porque se portan mal”. Dimensionemos, si un miembro de la clase explotada se porta mal, su alcance será mínimo y afectará principalmente a los miembros de la clase explotada. Sin embargo, si un miembro del club de los privilegiados se porta mal, puede poner en jaque la estabilidad nacional, convocar a la sedición, revelar secretos con alto valor geopolítico o cabildear en pro de los intereses trasnacionales sobre los intereses nacionales (no sean burdos, no piensen que estoy hablando de Zedillo o Calderón).

    Entrados en gastos

    Hace un par de días, mi amigo y analista desconocido de la condición humana, obrero docente al servició de la burocracia dorada, Karl García (quien no debe ser juzgado por haber sido bautizado con el mismo nombre que el filósofo, economista, sociólogo, historiador, periodista, intelectual y político comunista) me ayudó a entender por qué el echaleganismo que arrastra el grito ¡A trabajar cabrones!, cuando cae en los oídos de alguien que no siendo privilegiado tiene el privilegio de codearse con los privilegiados, es un grito fundamental para sacar adelante a nuestra sociedad. Me dijo que, si “Xóchitl llegó a vender hasta 600 gelatinas en un día, y suponiendo que cada gelatina pesara entre 100 y 150 gramo, Xóchitl tenía que desplazar –para vender en la plaza– entre 60 y 90 kilos de gelatinas.

    Esto, sin contar el peso de las típicas vitrinas para gelatinas.” Y planteó varías preguntas –que evidentemente ocultaban su admiración y cierto nivel de envidia– “¿Cómo podía mover, una niña de 10 u 11 años, 90 kilos de gelatinas al día? ¿Cuántos viajes hacía? ¿Con qué tipo de transporte contaba? ¿Dónde las refrigeraba? ¿Dónde las preparaba?” Todo ello, concluía Karl, “no puede más que impresionarme por su precoz empuje empresarial, impresionarme por cómo desde temprana edad resolvió un problema tan complejo de movilidad, impresionarme por su temprana vocación de ingeniera, impresionarme porque –considerando que, hasta el año pasado, Tepatepec, Hidalgo, tenía 11,355 habitantes– Xóchitl vendía a diario a poco más del 5% de la población de su pueblo.” Y, mi reaccionario amigo, remataba su sorpresa con el mismo anhelo que todos tenemos: “Ya nada más falta esperar la serie de esta proeza como una producción original de Netflix, lástima que no vaya a estar a cargo de Epigmenio Ibarra.”

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • Legalidad mata legitimidad

    Legalidad mata legitimidad

    Sacudió –como debe sacudir aquello que indigna por su falta de recato, apego a las buenas costumbres y negativa a agachar la cabeza– a los espíritus nobles y gente de bien de la clase política y social mexicana, el que hace unos días el presidente Andrés Manuel López Obrador exhibiera los montos de los contratos celebrados por las empresas de uno de los precandidatos del Frente Amplio por México. Sacudió no sólo porque al hacerlo se violentó el sacrosanto secreto fiscal que obliga a los funcionarios hacendarios a no revelar ninguna información tributaria de los contribuyentes, sino por el mal gusto de oponerse a acatar el orden legal que sabiamente fue constituido, por seres más sabios que nosotros, para protegernos de afectar los intereses de la clase privilegiada.

    Sacudió porque pone en duda el entendimiento del entramado legal como un orden pre social, constituido en un tiempo inmemorial para contenernos como contienen las cercas al ganado, un entramado que no sólo no debe ser cuestionado, sino al cual debemos apegarnos sin importar lo injusto o absurdo que resulte. Por eso fue que los próceres de la democracia como herramienta de la oligarquía, de la libertad de expresión como medio infodemico y las buenas costumbres, no dudaron un segundo para poner el grito en el cielo, denunciar, condenar y pedir la excomunión de aquellos que cometieron el pecado de colocar por encima de lo legal, lo legitimo, de no entender la importancia de mantener en la ignorancia a las masas que deben ignorar aquello que no tienen capacidad de entender; en espacial, cuando aquello que deben ignorar tiene que ver con los privilegios que jamás habrán de disfrutar.

    No entender que el poder debe ejercerse en las sombras, lejos del escrutinio público, que la transparencia no es más que un discurso para garantizar la opacidad de aquello que debe ser opaco, de aquello que debe estar detrás de un velo, inaccesible para las conciencias que no pueden entender que hay quienes merecen más que otros, es no entender absolutamente nada. La luz no debe alumbrar a las clases privilegiadas y aquellos que se benefician del poder. No. La luz debe alumbrar a la ciudadanía para controlarla y mantenerla cegada. Por el bien de todos, primero los privilegiados, los que siendo menos tienen más —mucho más— de lo que pueden imaginar las masas. Por el bien de todos, la información no debe estar al alcance de todos. Quienes aspiran a dirigir el futuro del país no deberían ser expuestos, de cuerpo entero, a la mirada de la masa electoral. Lo único que ese mal necesario que conocemos como ciudadanía debe saber de los candidatos —en especial de los candidatos que representan los intereses de la oligarquía— es aquello que los candidatos quieren que la ciudadanía sepa de ellos ¿A quién le sirve saber que X o Y candidato a sacado provecho de su posición como alcalde, diputado, gobernador o senador, para firmar contratos millonarios con entidades públicas y privadas si podemos conformarnos con saber que empezó boleando zapatos o vendiendo gelatinas? El mito autoproclamado nos da más tranquilidad que la realidad expuesta sin la menor delicadeza. Y esa tranquilidad es todo a lo que debemos aspirar.

    Por ello es que los padres de la patria legislaron y sus herederos lo siguen haciendo, para garantizar que el orden social no sea mancillado por un puñado de revoltosos que piensan que es posible pensar en el bienestar de la mayoría. Por eso se creó un entramado legal tan complicado como detallado, para no permitir que la ciudadanía cuestione a quienes, por derecho divino y capacidad económica, están por encima de la ciudadanía. La legalidad es el marco que no debe rebasarse. La legitimidad es una aspiración peligrosa que pone en entredicho ese marco y amenaza con aportar elementos a los ciudadanos con los que los ciudadanos no van a saber que hacer. Anteponer lo legitimo a lo legal amenaza con sembrar en la cabeza del electorado la insana idea de que puede tomar decisiones que lo beneficien, la insana idea de que puede ser agente de su propia historia, la insana idea de que son sujetos y no objetos al servicio de otros. Desde luego que no faltaran quienes argumenten que esto no debe ser así, que lo legal se trata de una construcción histórico cultural que puede ser modificada, no faltarán aquellos que anteponiendo una subjetividad, capaz de cuestionarlo todo, pongan en entredicho sabiduría infinita de quienes crearon las normas e instituciones que nos rigen, no faltarán personas tan soberbias que creen que pueden tomar las riendas de su propio destino, voces que deben ser ignoradas y acalladas con el peso de la ley que fue creada para ignorar y acallar las voces que cuestionan el peso de la ley.

    Entrados en gastos

    Si se permite y —peor aún— promueve desde el poder que la gente cuente con la información necesaria para tomar una decisión que está por encima de las decisiones que debe tomar, se fomentará el desarrollo de una ciudadanía que el día de mañana buscará arrebatar a la clase política el control del país, una ciudadanía que asumirá que los políticos son un medio y no un fin en sí mismo. La participación ciudadana debe ser un refrendo del discurso mítico que la clase privilegiada quiere que repitamos irreflexibamente y no un ejercicio en el que se cuestione ese discurso. Un referendo que rinda tributo al poder económico —el único que debe prevalecer— y no un ejercicio que busque transformarlo. No hay necesidad de que el ganado sepa que va al matadero para conducir al ganado al matadero. Por el contrario, mientras menos sepan los ciudadanos de quienes aspiran a dirigirlos, mucho más sencillo será realizar la función de gobierno, garantizar los privilegios de la clase privilegiada y preservar ese orden social que fue creado y dispuesto para el beneficio de unos cuantos. Cualquier otra cosa, como bien decía ese ejemplo de hombre de estado, benefactor de quienes deben ser beneficiados, promotor de la oligarquía y modelo de la heroica oposición que hoy defiende el derecho a oprimir a los oprimidos, Porfirio Díaz, es soltar al tigre.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.