Categoría: Carlos Bortoni

  • Camiones de reconversión para chairos

    Camiones de reconversión para chairos

    Gracias a la incansable labor del apóstol de la democracia, la libertad de prensa, la gente de bien y todo aquello que usted guste y mande, Pedro Ferriz de Con, me entero que, para la segunda marcha en defensa del INE, la ciudadanía, la gente bien, y todo aquello que usted guste y mande, habrá servicio de transporte ─que no es lo mismo que transporte para acarreados, eso es propio de pobres, chairos, y gente que vende su despertar u conciencia cívica a cambio de un frutsi y una torta, como lo dejó claro la nunca clasista oposición, al referirse a la gente que decidió marchar al lado de Andrés Manuel López Obrador a finales del año pasado─ cuando menos, de Lomas de Tecamachalco al Zócalo.

    Dicha noticia, se recibió con una sonrisa sarcástica por los partidarios del presidente, con un dejo de ironía por aquellos que está acostumbrados a hacer leña del árbol caído de la oposición, quienes, de inmediato, cuestionaron el que gente acostumbrada a no compartir espacio con sus congéneres, recurra a practicas que rayan en el acarreo burdo. Al hacerlo, al criticar el acarreo que no es acarreo, aquellos que piensan que el INE sí se toca, obviaron el hecho de que dichos camiones más que un transporte son una oportunidad, oportunidad de integración de un México dividido y polarizado, oportunidad de reconvertir a quienes ─confundidos─ creen, creyeron o podrían seguir creyendo que México necesita una transformación profunda que atente en contra de los privilegios de quienes saben que no hay transformación que valga su estilo de vida.

    Para empezar, si algo caracterizará estos camiones, no será el aire acondicionado y los servicios que, sin duda alguna, no faltaran. No. Lo que los caracterizará será la concentración de aspiraciones que viajarán en ellos. El grueso de sus pasajeros desbordará aspiracionismo clasemediero, tanto, que terminará por derramarse y contagiar a quienes suban ─en un descuido, incluso contagiará a quienes se acerquen a los camiones─ y tengan dudas sobre su legitimo derecho a aspirar un estilo de vida que solo es accesible para el 1% de la población.

    Será tal la concentración de aspiracionismo sobre ruedas, que todo aquel que suba pensando que es un simple mortal, bajará convencido de que es su derecho de nacimiento vivir pagando créditos a meses sin intereses, administrando prestamos para poder consumir como Dios manda y vistiendo las galas ─versión comercial─ que visten la presentadora de TV convertida en reina consorte de España, Letizia Ortiz, o el rey de los geriátricos Carlos III del Reino Unido. Viajar ─así sea por unos minutos─ en esos camiones permitirá a cualquiera que piense que el bien común puede tener alguna importancia, convencerse de que la meritocracia es el único camino que se puede recorrer y afirmar ─sin pena alguna─ que los pobres son pobres por que quieren. El más férreo comunista, bajará de ese camión convertido en un emprendedor militante del más rancio echaleganismo hayekiano.

    Más allá de la manifestación del 26 de febrero, más allá de su éxito, que será exitosa porque sus asistentes ya lo decretaron, estos camiones deben convertirse en una practica cotidiana de reconversión chaira. Una práctica que permita a los progres más progres ─tan cercanos al conservadurismo y la defensa del sagrado derecho de anteponer sus necesidades y caprichos individuales por sobre todas las cosas─ consolidar sus demandas identitarias al punto de transformarlas en mercancías de consumo, convertir sus deseos y exigencias en productos empaquetados y listos para venderse en los estantes de los mejores supermercados ¿Por qué no? En la elegante estantería de City Market o Chedraui Selecto. Todo ello, sin privarlos del derecho a protestar, no solo de cuando en cuando caminando un par de kilómetros rumbo al Zócalo, sino desde la comodidad de sus casas, negándose a consumir productos que dañen el medio ambiente o que no sean amigables con los animales, y comprando productos “verdes”, “feministas” o “políticamente correctos”. Pasando de lo colectivo a lo personal sin renunciar a su conciencia ni a su sofá. Consolidando en el consumo su actuar político.

    Entrados en gastos

    El uso y abuso de estos camiones de reconversión inversa de las preferencias político-consumistas del electorado mexicano, es el ingrediente que hace falta al PANismo para consolidarse como esa oferta política que sea capaz de aglomerar no solo a lo más apolillado de la reacción nacional, propio del origen histórico del PAN. Le permitirá seguir sumando PRIistas desencantados no con la institucionalización que paralizó a la Revolución, sino con la Revolución misma; PRDistas tribales que han entendido que su supervivencia se ve amenazada por la participación democrática de la población; progres que mueren de ganas por ser aspiracionistas; y adeptos temporales a la CuatroTe que empiezan a darse cuenta que eran participes y beneficiarios de un sistema de privilegios al que tenían acceso por el solo hecho de haber nacido donde nacieron. En fin, solo los pobres ─que como todos sabemos, son pobres porque quieren ser pobres─ no podrán disfrutar del poder anquilosador de estos camiones. Por otro lado, alguien debe trabajar para que la clase privilegiada pueda disfrutar de sus privilegios sin tener que sudar por ello.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • Más y mejores candidatos para la Orden Mexicana del Águila Azteca

    Más y mejores candidatos para la Orden Mexicana del Águila Azteca

    Sacudió, como inevitablemente sacude enterarse de aquello que sacude, a la prensa critica (con la pérdida de sus privilegios), los partidos de oposición ─siempre comprometidos con la defensa de la democracia de consumo y la libertad de mercado─ y a los ciudadanos de bien, el que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador condecorara con la Orden Mexicana del Águila Azteca a Miguel Díaz-Canel, presidente de Cuba.

    Y es que resulta indignante, más allá de las justas críticas que desde el mundo libre ─donde se aplaudieron los 16 años de mandato de Angela Merkel─ se hacen al régimen cubano, que se reconozca “la cooperación en temas de salud entre las dos naciones mediante el envío a México de médicos y enfermeras, con la finalidad de apoyar durante la pandemia del virus SARS-CoV-2, así como la recepción en Cuba de cientos de estudiantes de medicina para cursar distintas especialidades, la venta de vacunas y medicamentos a nuestro país y la suscripción de un acuerdo bilateral de cooperación en materia de salud”, impulsada por el gobierno de la isla.

    ¿Cooperación en temas de salud? ¿Eso qué? El Águila Azteca está para reconocer otras cosas, no ridiculeces como la labor médica en México y el mundo, no nimiedades como el diseminar un mensaje de esperanza a todo el mundo, como dijera el presidente de la Fundación Coreana por Servicios de Salud Internacional cuando la Organización Panamericana de la Salud entregó el premio LEE Jong-wook de la OMS a la Brigada Médica Internacional Henry Reeve de Cuba ¿Qué son esas niñerías de reconocer a quienes se dedican a “hacer lo correcto, en el lugar correcto, en la manera correcta” como solía decir el fallecido Dr. LEE Jong-wook?

    La Orden Mexicana del Águila Azteca está para otras cosas, está para reconocer a individuos que han ayudado a cuadrar agendas, tal como se hizo durante el sexenio de Don Enrique Peña Nieto, cuando se otorgó, en 2015, al ahora rey Carlos III, por “haber impulsado” la visita de Estado (por cierto, y adelantando las críticas, no es lo mismo ser Rey por derecho divino y pertenecer a una familia que ha reinado una isla, si elección popular de por medio, desde 1714, que ser presidente de la Republica de Cuba, heredero de la Revolución Cubana, que gobierna la isla desde 1959, cuando derrocó al régimen de Batista, hay 245 año de diferencia, mismos que deben respetarse); el Águila Azteca está para reconocer a quienes contribuyeron en la negociación de tratados, como se hiciera con Jared Kushner, yerno de Donald Trump, por su participación en el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). No para tonterías como la salud de las personas, personas que, tarde o temprano, habrán de morir ¿Para que dedicarles tiempo y recursos?

    Es por ello que, siguiendo el ejemplo de personajes que verdaderamente merecen la más alta distinción entregada a extranjeros, reconociendo sus “servicios prominentes prestados a la Nación Mexicana o a la humanidad”, como los casos mencionados, o como son Bono, vocalista de la banda U2 a quien condecoró el señorón Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, por su labor humanitaria, Bill Gates, también condecorado por FECAL por su contribución para que “haya un México ganador”, o Mario Vargas Llosa, por su “trayectoria y contribución al quehacer cultural” de México; propongo un par de candidatos que sin lugar a dudas debían ser condecorados antes que Diaz-Canel: José María Aznar y Volodímir Zelenski. El primero, por su ardua e incansable labor por recordarle al pueblo de México lo mucho que debe estar agradecido con la Corona Española, sin quien los pobladores de este país jamás hubiéramos tenido ni lengua ni religión… probablemente ni vestimenta ¡Que horror! Y al segundo, por la heroica forma en la que ha defendido la libertad ucraniana en contra de la tiranía rusa, en especial por mostrarnos que la defensa de la libertad no está peleada con el estilo casual y el bien vivir, tal como lo demostró posando junto con su esposa para la revista Vogue.

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    Asumiendo que ─en general─ la oligofrenia es universal, y ─en particular─ la de Margarita Zavala resulta fuera de este mundo, no sería difícil justificar la entrega de la Orden Mexicana del Águila Azteca a Margarita Ester Zavala Gómez del Campo, por sus “servicios prominentes prestados a la Nación Mexicana y a la humanidad”. Nadie puede negar el bien que hizo, al orbe entero, manteniendo al pequeñín de Felipe Calderón en estado etílico durante gran parte del día, la forma heroica en la que ayudó a su hermano para que se le otorgaran contratos con PEMEX, o el modo en el que contribuyó para que su prima fuera exonerada de todo cargo por la tragedia de la Guardería ABC; pero, sobre todo, por la manera tan graciosa en al que abandonó la contienda presidencial, en la que López Obrador resultó vencedor.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • Formar maestros que formen borregos

    Formar maestros que formen borregos

    Fue poca la indignación que provocó entre nuestra intelectualidad, de izquierdas y derecha, el indudable mandato ─disfrazado de recomendación─ que la SEP hiciera a los maestros para leer, esos pasquines panfletarios que sacudieron al mundo, “El Capital” de Karl Heinrich Marx y “¿Qué hacer?” de Vladímir Ilich Uliánov, alias Lenin.

    Afortunadamente, Reforma, y otros medios entregados a la defensa de lo derecho de nuestra clase privilegiada a preservar sus privilegios, no permitió que dicha atrocidad pasara inadvertida y pego el grito en el cielo al denunciar ─maroma cuántica de por medio─ que una recomendación de esa naturaleza es un mandato que se convierte en afrenta que deviene en cisma para nuestro modelo educativo nacional y la razón de ser del mismo. No solo porque invita a los maestros a leer ¿Para que necesita leer un maestro? Sino porque pone en sus manos material incendiario que pudiera traducirse en la formación de sujetos críticos y no en la mansa mano de obra que nuestra clase empresarial necesita para aumentar sus ganancias, preservar el orden social establecido y disfrutar de esos privilegios que ─por derecho divino─ les corresponden.

    ¿Cuál es el beneficio de leer estos textos que defienden una ideología clara? ¿Por qué leer a Marx o a Lenin es mejor que dejarse arrastrar por la lógica consumista y de sobre producción? De entrada, la sutil lógica de dominación del capital, que apela a los sentidos de los sujetos y busca seducirlos a través de ellos, seducirlos para controlarlos y que al mismo tiempo se sientan libres, es mucho mejor que formar gente crítica que sufra mientras lucha por defender y conquistar aquello en lo que cree, lucha que normalmente deviene en frustración ¿Queremos formar sujetos frustrados? Sé que no faltará quien piense que un sujeto critico es preferible a un obrero calificado, que la ciudadanía debe construirse a través de la formación de individuos que tengan la capacidad de entenderse a si mismos, entender su entorno y ─en consecuencia─ incidir en ese entorno para transformarlo.

    A ellos, a quienes piensan así, les pido que reflexionen sobre lo problemático que resulta para un empresario, lidiar con un trabajador que no está interesado en aumentar las ganancias de la empresa para la que trabaja, un trabajador que está interesado en mejorar su realidad, pelear por sus derechos laborales, etc. ¿En verdad les parece justo para ese empresario tener que padecer eso mientras lucha contra la competencia por tener más y mejores ganancias? ¿No sería preferible que la escuela siga formando sujetos pasivos, conformes con un mínimo salario mínimo (tan mínimo como sea posible), acostumbrado a cumplir un horario de trabajo sin protestar y a dar la bienvenida a horas extra mal pagadas? ¿No es mejor un obrero al que desde la educación básica se le adiestre para no cuestionar?

    Un maestro no necesita entender ─¡Qué digo no necesita, no debe entender!─ que “la clase dominante pretende mantener las relaciones productivas tal y como existen en la sociedad” ¿Para qué? Lo que el docente debe hacer es garantizar que la clase dominante pueda mantener las relaciones productivas tal y como existen en la sociedad, incluyendo a los docentes mismos. El maestro tiene la doble función de mantenerse dominado por la clase dominante y de posibilitar que los educandos sean dominados. Marx lo explica perfectamente, a la clase dominante “lo que le interesa es únicamente que el máximo de fuerza de trabajo se pueda movilizar en una jornada laboral”. Pero la fuerza de trabajo no tiene por qué saber esto, basta con que se movilicen, como se moviliza el ganado que va al matadero, sin cuestionar, sin protestar y ─sobre todo─ agradecidos por la oportunidad que el empresario les da para medianamente sobrevivir mientras se les permite morir ─libremente─ de hambre.

    ¿Para qué presentarles propuestas concretas sobre la organización y la estrategia que debe seguir un partido revolucionario? ¿Qué sentido tiene ahondar en la necesidad de librar batallas económicas, batallas por mejores salarios, mejores horarios? ¿A quien beneficia esto? ¿Al empresario? No. No. Y más no ¿Entonces? Si algo debe garantizar la educación es que cada sujeto entienda su lugar en la cadena de producción y entienda que la cadena de producción debe cuidarse como algo sagrado, inamovible e intocable, algo que no debe profanarse por manos no privilegiadas.

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    Si vivimos bajo una dictadura del capital, que no tiene más objetivo que aumentar las ganancias de los capitalistas, sin importar que esto devenga en crisis ambiental, marginación social, problemas globales de salud y precarización de la vida de la clase obrera. Y si esa dictadura nos da la doble libertad de fantasear con que somos libres y elegir la forma en la que habremos de morir de hambre ¿Para que buscarle tres pies al gato generando una lucha de clases que imponga la dictadura del proletariado que vea por los intereses de la mayoría?

    Mucho se ha trabajado para convencer a buena parte del proletariado de que no son obreros, muchos esfuerzos se han realizados para seducirlos y conseguir que se conformen con soñar con un estilo de vida que gamas alcanzarán, una educación que revierta estos esfuerzos y que siembre en los sujetos la idea de que “la forma del proceso social de vida, o lo que es lo mismo, del proceso material de producción, sólo se despojará de su halo místico cuando ese proceso sea obra de hombres libremente socializados y puestos bajo su mando consciente y racional”, será una educación que atente contra los principios fundamentales de toda sociedad que se respete, que aniquile las aspiraciones de nuestra noble clase aspiracionista y sobre todo, que atente contra los privilegios de nuestra clase privilegiada, que tanto ha hecho por todos nosotros y que amablemente nos permite ser espectadores de sus lujos y excesos.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • Un ADN sintético que nos convierta en lo que no somos

    Un ADN sintético que nos convierta en lo que no somos

    A nadie debería sorprender la cantidad de golpes de pecho que propios y extraños se han dado a raíz de las siempre inocentes y nunca interesadas, y/o con una agenda oculta, declaraciones del “N” veces heroico Ciro Murayama. La democracia no está en el ADN de nuestro país ─sostuvo estoico el consejero ¿En verdad ─genuinamente─ les sorprende? Lejos de molestarnos por la honestidad y claridad de Murayama, lejos de indignarnos por la humildad con la que se postra como sujeto colonizado frente al orden mundial establecido y regulado por blancos anglosajones protestantes, deberíamos mostrarnos discretamente agradecidos.

    Aceptando nuestras limitaciones, no solo socioculturales, nuestras limitaciones naturales, podremos crecer, madurar, evolucionar ─en el más puro sentido del darwinismo social─ como pueblo. Dejar de ser esos salvajes precolombinos que somos, y consagrarnos como ─parafraseando al adoptador de mexicanos, Enrique de la Madrid─ la mejor proto potencia post colonial colonizada posible.

    Lo primero, es reconocer que tenemos un atraso histórico en comparación con los países civilizados, ese largo trayecto que llevó a los primeros seres humanos a través del Estrecho de Bering, no fue tan rápido como hubiéramos deseado, pero no solo eso, el retraso de los homínidos pedestres, se vio agravado por el nulo sentido de urgencia que mostró la Corona de España para civilizarnos. Todo ello, sin entrar en la mala pasada histórica que significó ser sometidos por ellos y no exterminados por los ingleses. Lo segundo, es entender que nuestra herencia hispana nos vacunó en contra de ese ideal de ADN democrático propio de hombres y mujeres blancos, sujetos probos, de bien, amos y señores del paraíso en la tierra. No solo somos ─en el mejor de los casos─ buenos salvajes, somos buenos salvajes católicos, ajenos a la labor y dejados a la deriva de la oración. Por último, en este contexto en el que incluso deberíamos dudar de contar con un ADN humano, solo dejando de ser lo que somos, podremos ser lo que no somos, sin ser jamás lo que no somos. Seremos blancos no blancos, sajones latinos y protestantes católicos guadalupanos, vistiendo ropas Tommy Hilfiger diseñadas para ser vestidas por europeos.

    El ADN democrático, que no encontramos en nuestra doble hélice, es un complemento alimenticio que podemos ¡Debemos! Implementar en nuestra dieta sociocultural. Ese complemento ─como humildemente señaló Ciro Murayama─ es nuestro sistema electoral: un anexo sintético a nuestro antidemocrático, salvaje y premoderno ADN. Y es por ello, por la ardua labor de los Lorenzos Córdova y los Ciros Murayama ─sin olvidar a los Joses Woldenberg ni a los Luis Carlos Ugalde─ para sintetizar el ADN democrático, que debemos gratitud eterna a quienes defienden la democracia de la voluntad popular, quienes trabajan para salvaguardar la democracia del voto masivo de la ciudadanía, quienes ─ conscientes de nuestras tendencias, nuestro incontrolable impulso por encumbrar lideres autocráticos─ nos protegen democráticamente de nosotros mismos, al mejor estilo de Bartolome de las Casas, cuidándonos como a menores de edad a los que hace falta decir cómo deben conducirse.

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    Es por ello que ese prócer de la democracia, las libertades individuales y la justicia social, Gabriel Quadri, insiste sin cansarse de insistir, en la reivindicación de la figura transformadora, modernizante, paternal, firme pero amorosa y blanqueada a base de talco, de Porfirio Diaz, quien ─visionario entre los visionarios─ anticipó el problema y desastre que destapaba Madero al liberar al tigre, el caos de someter al pueblo a las decisiones del pueblo, el horror de invocar fuerzas que no cualquiera puede controlar, las fuerzas del sujeto y su manifestación colectiva: la masa, que ilusamente piensa que sabe lo que es mejor para ella. Urge una dictadura democrática que nos obligue a comportarnos de forma civilizada, que respete el derecho divino de las clases privilegiadas a preservar sus privilegios, que conjure la maldición del pueblo pensando que puede pensar por el pueblo, y que sustituya nuestro inexistente ADN democrático.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • ¡Plagiarios del mundo unidos!

    ¡Plagiarios del mundo unidos!

    El ser humano no es un animal político, tampoco social, mucho menos racional. El ser humano es un animal que se da golpes de pecho, que se rasga las ropas a la menor provocación. El caso de Yasmín Esquivel es solo una muestra de ello. Quemar en leña verde a la ministra por el sólo hecho de plagiar la tesis que presentó para obtener su titulo de licenciatura y esperar un acto de contrición al verse expuesta, es apostar a la apuesta favorita de la clase política liberal: la hipocresía.

    Le moleste a quien le moleste, y haiga sido como haiga sido (Calderón dixit), la tesis de la ministra fue validada y el titulo emitido por la Universidad Nacional Autónoma de México, máxima casa de estudios del país, y sirvió de base para que Esquivel construyera una carrera que la llevó a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Sin duda alguna, esto no dice nada sobre el estado de putrefacción en el que se encuentran ─desde hace décadas─ las instituciones mexicanas, y reafirma el credo opositor de conservar todo como está, de la nula existencia de la necesidad de transformar al país, de lo exagerado que resulta querer construir una realidad diferente.

    Pero más allá de ello, más allá del excelente estado de salud del que gozan nuestras instituciones, y regresando a Yasmín Esquivel ¿Por qué habría de avergonzarse? ¿Por qué justos y pecadores le exigen arrepentimiento? Que se avergüencen quienes escribieron su tesis, independientemente si para ello se tardaron mucho o no, independientemente si se trató de una tesis mediocre, presentada para cumplir con el trámite, o de una tesis que transformó de fondo el estado de la materia de su área de estudio. Que se avergüencen por detenerse en algo que no merece detenerse. Habiendo tantas tesis escritas, resguardadas y empolvadas en las bibliotecas de nuestras universidades y centro de investigación, resulta mucho más responsable reciclar o reutilizar el empeño que alguien puso en la redacción de su tesis, que escribir una nueva. Páginas impresas sobran en el mundo ¿Quién necesita más? ¿Qué aportan? ¿Quién las va a leer? ¿Tres o cinco académicos que fungen como directores de tesis o sinodales de una ceremonia arcaica y anquilosada por la que los estudiantes tienen que atravesar para obtener su título?

    Que se avergüencen quienes dedicaron tiempo y esfuerzo en escribir una tesis para cumplir los caprichos, de toga y birrete, y justificar el trabajo de un puñado de académicos que lucran con el esfuerzo de sus estudiantes, que son recompensados ─cual obrero de maquila─ por el numero de tesis que sacan (a destajo) anualmente. En todo caso, el plagio de la ministra es un acto de rebeldía, una lucha en contra de un sistema opresor es un acto precursor en su carrera por la defensa de los derechos humanos, y no un asunto deshonesto y condenable. Un homenaje por parte de Yasmín a Edgar Báez y todas las víctimas del sistema de titulación universitario. Una loa al reuso y abuso de los derechos de autor.

    Los grandes artistas copian, los genios roban, reza el viejo adagio atribuido a Picasso y común y erróneamente adjudicado a Steve Jobs, pocas cosas deben provocar tanta satisfacción como robarse la autoría de esa frase. Si hay algo de razón en ello, la ministra se acerca a la genialidad absoluta y, no sé ustedes, pero prefiero tener a un genio en la Suprema Corte, que a un sujeto que, en las penumbras de la biblioteca, trabajó arduamente en la investigación y redacción de un documento que pasó al olvido en el momento mismo en el que obtuvo su título.

    La historia de la humanidad es la historia del robo y la apropiación de lo ajeno. Y mal harían los agentes de la historia en avergonzarse por ello ¿Cuándo se ha visto a la corona británica o a la española mostrar tantita vergüenza, así sea tan poca que nadie la vea, por haberse apropiado, sin más derecho que el que da invadir un territorio, de las riquezas materiales, la cultura y la vida de los sujetos que colonizaron? Su grandeza está cimentada en el despojo del otro, en la sumisión de seres libres que fueron reducidos a la condición de animales, y nadie espera arrepentimiento alguno. Es más, ni siquiera se sonrojan por ello. No. Y mal harían en avergonzarse, la culpa es de los pueblos nativos que se dejaron conquistar, que no habían descubierto o no sabían utilizar la pólvora, que se encontraban en franca desventaja armamentista y que ─¡Horror de los horrores!─ se contagiaron de enfermedades para las que los europeos eran resistentes. Exactamente lo mismo sucede con la ministra, mal haría en arrepentirse, que se arrepienta Edgar Báez y cualquier otro que sea plagiado por no desarrollar los mecanismos suficientes para evitar que su tesis, mientras descansa en los estantes de la librería, sea plagiada.

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    En un mundo que premia el éxito, la fama y la exposición mediática sobre todas las cosas, Yasmín Esquivel debe estar profundamente orgullosa de haber conseguido, gracias a su trabajo y esfuerzo plagiario, la notoriedad, importancia, tiempo en medios, ríos de tinta, y conversaciones anodinas, que ha conseguido. Se habla de ella como nunca antes se habló, como nunca se ha hablado de su trabajo a favor de los derechos humanos y de los grupos en condiciones de vulnerabilidad. Honor a quien honor merece, un plagio que se lleva a cabo con todas sus letras ─aparentemente también con todas sus comas y puntos─ vale más que cualquier trayectoria laboral. ¿Vergüenza? Vergüenza no es robar y que te atrapen, vergüenza es salir a la calle desnudo y que nadie voltee a verte.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • Dignifiquemos la tiranía

    Dignifiquemos la tiranía

    Mucho me temo que hay poco ─si no es que nada─ que celebrar en el hecho de que nuestro presidente, Andrés Manuel López Obrador, fuera reconocido como tirano del año por la organización Index on Censorship. Si bien, no faltará entre nuestra clase conservadora ─siempre inclinada a los distintos fascismos, pero nunca con el temple que hace falta para confesarlo─ quien celebren gustoso con la fantasía de tener un Pinochet o un Videla nacional, la sola nominación, ya no hablemos del reconocimiento como “Tirano del año”, le queda grande a un hombre que ni siquiera se ha mostrado iracundo con sus opositores.

    Las credenciales y méritos del presidente mexicano, quien por tristeza fue electo democráticamente, perdiendo la posibilidad de hacerse del poder de forma violenta, se antojan insuficientes, por no decir completamente inexistentes, para merecer una condecoración de esa naturaleza. Sin importar si simpatizamos con él o no, López Obrador no tiene la estatura de Hitler, Stalin, Idi Amin, Sadam Hussein, Pol Pot o Mussolini, por mencionar a algunos con quienes ahora se le compara, sin duda alguna, de forma inmerecida, exagerando sus virtudes, cacareando como suyos, logros que no le corresponden.

    Al menor análisis, a la más superficial supervisión, la gloria tiránica de Andrés Manuel se desvanece en el aire. No resiste la más insignificante inspección: Ya lo dijimos, no conquistó el poder de forma violenta, se escondió detrás de las faldas de la democracia y ─quizá esto sea todavía peor─ detrás del voto libre y secreto de más de treinta millones de mexicanos. Pero la falta de atributos no se reduce a la convicción democrática del hoy “Tirano del año” para el 2022, quién hace poco vió como su partido perdía el control político administrativo de la mitad de la Ciudad de México, centro político del país y no hizo nada para impedirlo, no recurrió a la fuerza publica para intimidar a la ciudadanía, no manipuló los votos, no lanzó una campaña desde el Estado a favor de sus candidatos. No hizo nada de lo que se esperaría de un tirano.

    Por otro lado, tampoco ha acabado con sus rivales, los partidos políticos y la prensa que se oponen a su gobierno no han sido declarados ilegales, sus lideres y dueños no están recluidos en las mazmorras putrefactas de alguna prisión de la que ni siquiera muertos van a salir. Una vez más, López Obrador, no ha hecho nada para silenciarlos, controlarlos, desaparecerlos, la critica circula libremente y se desperdician un sinfín de líneas difundiendo noticias en contra de la CuatroTe, criticas y comentarios tendenciosos, sin que nada suceda, se dice y no pasa nada: la verdad sigue estando a debate en México y no hay nadie que la controle e imponga a justos y pecadores.

    Tampoco reina con el terror, si bien se ha apoyado en el ejército, lo ha hecho para que este se encargue de labores civiles, de desarrollo y construcción, no para patrullar las calles ─rifle en mano─ apuntando sutilmente en contra de cualquier ciudadano que pudiera imaginar que otro gobierno sería mejor ¡Horror de los horrores! Hace unos días se decidió que la Guardia Nacional patrullara el Metro de la Ciudad de México, pero sin armas ¡Sin armas! ¿Qué clase de tirano manda al ejercito a la calle y lo hace desarmada? ¿Qué clase de tirano predica una doctrina de abrazos, no balazos? 

    Frente a todo esto, nuestra única esperanza radica en la posibilidad de que Andrés Manuel busque gobernar por siempre y consolidar una dinastía de tiranos light ─por decir lo menos. Sin embargo, ha insistido una y otra vez en que no pretende reelegirse ¡Háganme el favor! Incluso cuando habla de la nula posibilidad de que se eternice en el poder, lo hace en términos democráticos, hablando de reelección cuando tendríamos que estar hablando de un atrincheramiento en Palacio Nacional, de un aferrarse al poder como lo hicieron, como lo hacen, los mejores representantes de la tiranía a nivel mundial. No. Nuestro líder insiste en el valor del voto ciudadano ¡Por vida de Dios!

    ¿De verdad no había mejores candidatos para encumbrarse como tirano del año? ¿Nuestros tiempos son tan sosos, tan inocuos, que no dan más que para tiranos convencidos del valor de la democracia, respetuosos de la libertad de expresión y opuestos a sembrar terror entre la ciudadanía? ¡Cuánto daño nos ha hecho el liberalismo y su discurso buena onda multiculturalista y tolerante donde todo cabe! Me niego a creerlo ─llámenme iluso─ pero estoy convencido de que en algún rincón del mundo existen tiranos que se han ganado con el sudor y la sangre de sus súbditos el derecho de ser llamados tiranos

    De entrada, entre los nominados por Indexo on Censorship, Abdel Fattah el-Sisi, presidente de Egipto desde hace nueve años, que ha recurrido a la fuerza publica para reprimir a sus opositores y a la prensa, tiene muchas más credenciales que AMLO, 65,000 presos políticos son 65,000 credenciales más que las de nuestro presidente. Teodoro Obiang Nguema Mbasongo, presidente de Guinea Ecuatorial, en el poder desde 1979, tiene una enorme ventaja sobre López Obrador, treinta y nueve años de ventaja. XI Jinping, presidente de China, y gran maestro en las artes de la censura, la vigilancia masiva y la desaparición e los derechos humanos, no tiene punto de comparación con nuestro presidente, quien frente a gigantes de esta naturaleza, se queda con menos que nada en cuanto a méritos tiránicos se refiere.

    Mencionaré a otros tres de los gobernantes que fueron homenajeados con el honor de ser nominados a “Tirano del año” para 2022: Ali Khamenei, líder supremo de Irán, en el poder desde 1989, quien entre otras credenciales, tiene la de reprimir sistemáticamente a la mujer en todo sentido, Kim Jong-un, líder supremo de Corea del norte, ejemplo por antonomasia del tirano contemporáneo, y el favorito de todos, Vladimir Putin, presidente de la Federación de Rusia, represor de opositores internos y externos, quizá el único de los candidatos que ha ido más allá de sus fronteras para imponer su lógica y control ¿Qué tiene que hacer nuestro presidente frente a estos titanes? No hay forma de compararlo, ni siquiera en la más fantasiosa de las fantasías opositoras merece tamaño reconocimiento.

    Entrados en gastos:  El triunfo de Andrés Manuel López Obrador como tirano del año se explica justo por su falta de compromiso con la tiranía, ni siquiera nos obliga a llamarlo líder supremo, mucho menos ha inventado un saludo con su nombre para imponerlo a toda la población. Solo en un país donde el gobierno no reprime a su población, donde los ciudadanos no son arrestados por pensar diferente, ni los opositores desaparecidos, quienes no están de acuerdo con el gobierno, pueden votar libremente para encumbrar a su presidente como tirano del año. El daño que al hacerlo, infringen sobre el noble oficio de la tiranía, les tiene sin cuidado, en su lógica liberal, en su hipocresía multiculturalista, están dispuestos a acabar con lo poco que vale la pena en el mundo con tal de no perder los privilegios que este gobierno “tiránico” no ha tocado en lo más mínimo.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • Privaticemos la verdad

    Privaticemos la verdad

    En un esfuerzo titánico ─publicado a finales del año pasado─ para la verificación de datos y el combate de la desinformación que se comparte en línea, The Associated Press, leyó de inicio a fin un documento, de no más de tres cuartillas, publicado por la revista londinense The Economist, titulado: “Los poco probables ganadores económicos del 2022”.

    El objetivo: desmentir la afirmación, hecha en redes sociales, que sostenía que la revista inglesa publicó un conteo en el que ubicó a la economía mexicana como la sexta mejor del mundo. El resultado ─una gala de lectura de comprensión y rigor interpretativo─ de dicho esfuerzo, concluyó que The Economist nunca ubicó a la economía mexicana como la sexta mejor del mundo, sino que realizó un conteo donde solo incluyó a 34 de los 38 países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en su mayoría países ricos, y en ese conteo ubicó a la economía mexicana como la sexta mejor de esos 34 países.

    No faltara quien piense que la precisión hecha por The Associated Press es una ridiculez, un no querer ver los logros de la CuatroTe con no otro objetivo que el de seguirla desprestigiando. Se equivocan, el extremo rigor de la AP es una declaración de principios que debemos celebrar, una denominación de origen que no podemos permitir que sea profanada: la verdad le pertenece a quienes se oponen, a quienes buscan una manera distinta de hacer las cosas, a quienes ─recurriendo a la desinformación infodémica─ buscan fragmentar la percepción de la realidad, en nombre del desprestigio de gobiernos que pretendan transformar las condiciones materiales de su ciudadanía; y, bajo ninguna circunstancia debe permitirse la más discreta de las exageraciones en pos de celebrar a los enemigos de la sumisión al orden colonial.

    De esta manera, no importa si el listado propuesto por The Economist considera a 34 de las principales economías del mundo, lo importante es que deja fuera a 161 o 173 países (dependiendo el listado al que cada uno se apegue). Y si esos países están fuera, más allá de que su desempeño económico haga innecesario incluirlos en la lista, entonces México no puede ser ubicado en el sexto nivel mundial por el simple hecho de que el listado no es mundial. Punto.

    ¿Qué más da si el 2022 fue un año económicamente malo para la gran mayoría del mundo y se pretendía destacar a las economías que hicieron un buen trabajo? ¿Para qué señalar que el desempeño de la economía mexicana fue mucho mejor que el de la Alemana? ¿Quién necesita aplaudir que la inflación en nuestro país es inferior a la de países neoliberales como Gran Bretaña? Nada aporta a la discusión el detenernos en detalles mínimos como que el desempeño económico de la CuatroTe, haya superado al desempeño económico de países ─modelos para nuestra oposición─ como Canadá (no nieguen que conocen a alguien quiere irse a vivir a Canadá para tener una “mejor vida”), Japón (tan disciplinados, honestos, ejemplares y con un desempeño peor al nuestro), Francia, Suiza, Noruega y ─¡Horror de los horrores!─ Estados Unidos de América, sí, el hijo predilecto del neoliberalismo, aparece en el listado de The Economist, catorce lugares por debajo de México, esta república nopalera que tendría que estar agradecida por el solo hecho de que alguien quiera saquear sus recursos naturales.

    Reparar en todo ello, no hace más que contribuir a la polarización de nuestra sociedad, permitir que cualquiera ─porque perdón, pero la gente de la CuatroTe y sus votantes son unos cualquiera que no saben lo que es vivir con privilegios, lujos, excesos y derroches─ se apropie de la verdad y la interprete libremente sin pasar por el filtro de la comentocracia nacional que todo lo matiza, maquilla, disfraza y acomoda para beneficio propio y el de sus patrones, es polarizar al punto de aislar a nuestra “N” veces heroica clase aspiracionista, dejarla sola en sus afanes por vivir en Europa y mandar a sus hijos a estudiar a Estados Unidos.

    En este sentido ¿Para que ahondar en que el mismo reporte de The Economist señala que entre las características de los países con peor desempeño económico, destaca la no soberanía energética? ¿Para que insistir en que la soberanía energética es un tema fundamental para tener no solo una economía sana, sino una sociedad prospera? ¿A quien beneficiaría hacerlo? Seguramente no a los X Gonzalez, mucho menos a sus hordas de esbirros y huelelillos. Y, si no los beneficia a ellos ¿Qué caso tiene mencionarlo?

    Entrados en gastos

    Tampoco tiene sentido insistir en que la fortaleza del peso en un contexto mundial en el que es más común que una moneda se devalúe constantemente a que se mantenga estable, es muestra del buen trabajo económico que se está haciendo desde el gobierno. Mejor argumentar que el tipo de cambio depende de múltiples factores, que afrontar la realidad y aceptar que, en una economía especulativa como la que habitamos, todo se reduce a la confianza que el gobierno genera en los mercados. A fin de cuentas, lo importante es que lo importante permanezca ajeno a quienes no importan y se convierta en ganancias de esa clase minoritaria y privilegiada que merece lucrar con el hambre y la miseria de todos los demás.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • Menos mañaneras y más cuarto poder

    Menos mañaneras y más cuarto poder

    Si algo quedó en claro con el atentado en contra del siempre noble, nunca tendencioso, siempre correcto y jamás infodémico, Ciro Gómez Leyva, es que las mañaneras del presidente Andrés Manuel López Obrador, resultan no solo innecesarias sino peligrosas para el bienestar social de aquellos a quienes la sociedad no podría importarles menos. El ejercicio matutino del representante del poder ejecutivo es un espacio que amenaza de forma flagrante la libertad que tienen los dueños del cuarto poder de detentar la verdad, un ejercicio que ponen en riesgo la posibilidad de manipular el discurso público para que se ajuste y rinda tributo a sus intereses y que dificulta la ardua tarea de manipular a la población al adueñarse de la agenda política y desechar a los intermediarios de la comunicación, fieles representantes de la clase privilegiada, elementos necesarios para traducir la realidad a la masa, también conocida como ciudadanía, de forma que vean y piensen lo que deben ver y pensar y no lo que está frente a ellos.

    Ninguna duda debe caber en las conciencias de los mexicanos sobre la veracidad de dicho atentado, como bien sostiene Carlos Loret de Mola, ese otro prócer de la comunicación tendenciosa y cabal mercenario al servicio del mejor postor, el solo hecho de que Gómez Leyva sostenga que “no tiene enemigos personales, no tiene ningún conflicto que pudiera motivar el ataque y no había recibido amenazas”. Es elemento probatorio suficiente para concluir que “lo quisieron matar por su trabajo periodístico” ¿Alguien tiene alguna duda? ¿La investigación necesitará ahondar más en lo acontecido para evidenciar que el arduo trabajo periodístico de Ciro es motivo para que quieran matarlo? Insisto, si él dice que no tiene enemigos personales, que no tiene conflictos y que no ha recibido amenazas, entonces no hay nada más que discutir. El atentado fue por su trabajo.

    Loret de Mola, cual sabueso hambriento y necesitado de su hueso, se apega a esta línea incuestionable y va más allá: conecta los puntos ─hace la necesaria traducción de la realidad para que el vulgo pueda entenderla─ y concluye lo único que se puede concluir al respecto: Si a Ciro lo atacan por su labor periodística, siempre en pro de la justicia, las causas nobles y la democracia reducida al voto como acto impulsivo e irreflexivo de consumo, “el presidente de México tiene una responsabilidad que asumir por ser el principal promotor de un ambiente hostil contra el periodismo”. No se diga más. Da igual ¿Qué pasó? ¿Cómo pasó? ¿Cuándo pasó? ¿Por qué pasó? Etc. El responsable es Andrés Manuel. Si no queda exactamente claro el porqué, es lo de menos.

    Ese ejercicio diario, que el presidente sostiene desde que inició su mandato, ese foro en el que ejerce el derecho de réplica frente al cuarto poder y de cara a la ciudadanía, elimina el monopolio del discurso político, le ha arrebatado a la comentocracia la posibilidad de modelar la realidad a su gusto y ha coptado la discusión pública, imponiendo la agenda desde el poder ejecutivo. Lo que significa que ha aniquilado la libertad de que el cuarto poder sea quien imponga la agenda y sus intereses a la ciudadanía. Detengámonos en esto por un momento: las mañaneras son un ejercicio en el cual, el representante democráticamente electo del poder ejecutivo habla de tú a tú con la ciudadanía, sin intermediarios y, sobre todo, sin el filtro que otro poder, uno privado, uno por el que nadie voto, uno que a través de acuerdos bajo la mesa se ha ganado el derecho de controlar el destino del país ¿Les parece justo? Si seguimos por ese derrotero ¿Quién se va a interesar por invertir en el control de un país que intenta definir su futuro con la participación de la gente?

    Gómez Leyva ha sido uno de los “blancos favoritos” del presidente. Uno de los blancos a los que ha atacado incansablemente con terribles y soeces insultos. Para muestra un botón (pido amablemente que, si algún lector sensible me está haciendo el favor de leer estas líneas, tenga cuidado con el contenido que sigue, el cual no es solamente explicito, sino contrario a las buenas costumbres), un día antes del atentado, Andrés Manuel dijo que escuchar a Ciro podía causar tumores cerebrales. ¡Dios santísimo! Solo escribirlo me puso a temblar. Pero la retahíla de insultos no para ahí, como valientemente documenta el mismo Carlos Loret, al presidente le sobren insultos para la prensa, “son golpistas, mercenarios, saqueadores, hipócritas, clasistas, traidores a la patria”. Afortunadamente el listado de Loret es breve, de lo contrario, sería imposible seguir, aturdidos por esas palabras agresivas que más que describir una realidad, evidencian los terribles ataques que desde el poder se lanzan contra la siempre vulnerable comentocracia.

    Las mañaneras se han convertido, y aquí vuelvo a citar a Loret de Mola, a quien agradezco por su sabiduría para traducir la realidad en algo que no es, en una “descalificación moral del otro. El mensaje es de suprimir al que difiere de él [de Andrés Manuel]. La descalificación moral desde el poder es un intento de deslegitimación y un llamado a la supresión moral y después física”. Por favor, que la maroma aerodinámica de Loret no los asuste, descalificar moralmente a alguien, poniendo en contexto sus intereses y evidenciando a quienes están detrás de su mensaje, no es simplemente poner en contexto sus intereses y evidenciar a quienes están detrás de su mensaje. No. Es invitar a la supresión física. Aunque, parafraseando al mismo Loret, resulte casi imposible conectar los puntos.

    Entrados en gastos: El problema con las mañaneras no es simplemente, como los opositores menos avezados de la CuatroTe piensan, que polaricen y dividan a los mexicanos. No. Tampoco es que hagan a la ciudadanía menos critica con el gobierno. No. El problema con las mañaneras es que medianamente equilibran la balanza y aportan elementos para que la audiencia construya su propia opinión, forje su criterio e interprete la realidad sin necesidad de traductores. El contrapeso de las mañaneras pone en riesgo la supervivencia del ganado mexicano, esa es la supresión física a la que se refiere Loret de Mola, las mañaneras buscan acabar con ese ganado del que tanto se han beneficiado, con todo el derecho divino que les corresponde, los dueños del cuarto poder.

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  • Para todo mal, glifosato

    Para todo mal, glifosato

    Como ya es costumbre, la autoproclamada Cuarta Transformación ─que más que transformación se ha consagrada como una constante amenaza para los privilegios de algunas de las clases privilegiadas de nuestro país, quienes cada vez encuentran más difícil facturar operaciones simuladas o dejar de pagar impuestos─ se ha lanzado contra aquellos negocios que si bien no contribuyen en nada al bienestar de la población nacional, benefician los bolsillos de algunas familias mexicanas que han sabido preservar los usos y costumbres coloniales para postrar a México a la merced de intereses transnacionales. La nueva bandera, prescindir del glifosato y del maíz transgénico. Poniendo en riesgo, aunque nada de ello haya sucedido desde hace dos años que se inició con el proceso para eliminar el uso de dicho agrotóxico, como bien señala ─el nuevo golden boy de la política nacional, el aspirante a Carlos III de la nación─ Enrique de la Madrid, y tantos otros comentocratas prestos a decir aquello por lo que les paguen, la productividad del campo mexicano, aumentando potencialmente el precio de la tortilla y confrontándonos con los Estados Unidos ─santo patrono de entreguistas, vendepatrias y lamebotas─ en el marco del T-MEC.

    El problema, sin embargo, va mucho más allá del miedo que se pueda sembrar entre la población para defender la permanencia del glifosato y permitir que siga penetrando el suelo, filtrándose en el agua y dejando residuos en los cultivos para que podamos comerlo y beberlo. El problema es la perdida de las oportunidades que su uso le permiten a nuestra población. Sólo gobiernos evidentemente populistas, opuestos al neoliberalismo y al libre derecho de las transnacionales para contaminar a la población del planeta, como los de Austria, Alemania, Francia, Italia, Luxemburgo, Tailandia, Bermudas, Sri Lanka y algunas regiones de España, Argentina y Nueva Zelanda, han prohibido o restringido el agrotóxico en cuestión. Gobiernos faltos de un compromiso liberal-capitalista por la generación de riqueza, riqueza que deje caer unas cuantas migajas al suelo y contribuya a la mal nutrición de los menos favorecidos.

    ¿Qué importa si la OMS decidió clasificar al glifosato como “probablemente cancerígeno para los humanos”? Seamos honestos, hoy por hoy la sal, los lácteos, respirar, estar vivo, son elementos probablemente cancerígenos para los humanos ¿Deberíamos por ello prohibirlos? ¿Deberíamos desperdiciar la oportunidad de enriquecer a nobles empresarios y corporativos transnacionales solo porque sus productos pueden hacerle daño a la población? ¿Es ese el mundo en el que queremos vivir? ¿Es ese un esquema de negocio atractivo para los inversionistas? Pongámonos serios ¿La generación de riqueza debe dejar de generar riqueza solo porque algunos cuantos mueren en el proceso? No es incluso una oportunidad que ofrece el, siempre noble, capital, para repartir mejor la riqueza al disminuir de forma altruista ─y sin cobrar por ello─ la población mundial ¿No estamos dejando pasar una verdadera oportunidad de justicia social a través del glifosato?

    Pero no solo eso, no solo le damos la espalda a una verdadera transformación si eliminamos el uso del glifosato en nuestro país. También estamos dándole la espalda a depender de forma absoluta de Monsanto y Bayer. Dejar de usar este agrotóxico, vuelve innecesario el uso de maíz transgénico resistente al glifosato, y con ello eliminamos la benéfica dependencia de nuestros agricultores de las grandes multinacionales de las semillas, las cuáles no podrán imponer sus condiciones y precios; dejar de usar el glifosato preserva las variedades locales de maíz que tanto confunde al consumidor y que no se ve bien en los anaqueles de los supermercados; y sobre todo, dejar de usara glifosato y maíz transgénico elimina la posibilidad de consolidar de forma definitiva el modelo agroexpotador, que ofrece pocas oportunidades laborales y aniquila todo intento de una política económica soberana, dejando al agricultor en el centro, recurriendo a practicas sustentables, respetando su entorno y contribuyendo a la soberanía alimentaria de nuestro pueblo. Nada de lo cual beneficia a nuestra, ya de por si dañada, clase privilegiada.

    Entrados en gastos, prescindir del uso de glifosato y del maíz modificado por Monsanto y/u otras trasnacionales para resistir al glifosato, es quitarle a familias necesitadas, a los más pobres, la oportunidad de demandar a Bayern por el uso y abuso de un pesticida cancerígeno, como ha sucedido en los Estados Unidos, cuna, ejemplo y guía de nuestro quehacer, donde la empresa alemana firmó un acuerdo de más de 8,800 millones de dólares para resolver más de 125,000 reclamos en contra del pesticida a base de glifosato comercializado por su filial Monsanto. Un acuerdo que ha transformado la vida de miles de familias.

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  • No sólo a Messi

    No sólo a Messi

    Como era de esperarse, por parte de la prensa reaccionaria, ultraconservadora, fifi, mediocre, ladina y acomodaticia, pero también por parte de cualquiera que tenga dos centímetros de frente, la propuesta de la legisladora María Clemente, por declarar persona non grata a Messi, se convirtió en motivo de burla. Y es que, para muchos que no entienden que la playera del tricolor, sin importar si es verde, blanca con vivos carmín, negra con rosa y una suerte de koala en ella, roja con una línea en zigzag parecida a la que tenia Charlie Brown en su distintiva playera amarilla, si tiene el calendario azteca en el frente o a Quetzalcóatl en la espalda, es el principal símbolo de identidad y unión entre los mexicanos. No.

    No se trata de un pedazo de tela maquilado por una empresa con no otro objetivo que el de venderlo. No. No es un mero uniforme que distingue a once jugadores de otros once dentro de la cancha. No. La playera de la selección nacional es y debe ser considerado como un Símbolo Nacional y debe ser protegido por la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacional ─que espero pronto sea reformada para convertirse en la Ley sobre el Escudo, la Bandera el Himno y la Playera de la Selección Nacional─ de forma que nadie, en ningún rincón del mundo pueda despreciarla y quedar impune.

    Y es que, como estoicamente sostuvo la legisladora, Messi “mostró no solamente un despreció evidente, sino también una falta de respeto hacia los colores que aluden a aquellos que integran nuestro lábaro patrio, lo que desde una perspectiva soberana puede ser considerado como una conducta constitutiva de una afrenta en contra de nuestra identidad nacional.” No quiero imaginar el valiente exhorto que María Clemente hará a la Secretaría de Relaciones Exteriores cuando se entere que el color verde es apreciado por menos del 20% de la población mundial y el rojo no llega ni a un 15% ¿Qué clase de afrenta contra nuestra identidad nacional es esa? ¿Desde una perspectiva soberana como debemos actuar contra aquellos que desprecian los colores que integran nuestro lábaro patrio?

    Sin embargo, y sin que mi propuesta demerite el exhorto de la legisladora, ni mucho menos se confunda con una crítica o burla ramplona a la heroica actitud de María Clemente, quien si no se ha envuelto en la playera de la selección nacional para lanzarse desde lo alto de alguna edificación es porque es consciente de lo mucho que nuestro país la necesita, creo que es necesario ir más allá y no limitarnos a Lionel Andrés Messi Cuccittini.

    Es necesario y urgente declarar personas non gratas a Tiziano Ferro, por denigrar no solo a la mujer mexicana, al declarar que no son las más bellas del mundo argumentando que tienen bigote; a Enrique Bunbury quien cometió la nada poética afrenta de decir que las mujeres mexicanas son bastante feas; a Mónica Naranjo por despreciar veladamente la música norteña; al diseñador Tommy Hilfiger quien de forma terriblemente racista dijo que los mexicanos no merecemos sus diseños; a Eminem quien dijo sentir asco al escuchar mariachi o cualquier otro tipo de melodía originaria de México y Latinoamérica ─acá me parece necesario que se declare persona non grata a Eminem en toda Latinoamérica, sin embargo, respetando la soberanía de nuestros países hermanos, prefiero no hacerlo─ y a todo oligofrénico que, manifestando su poco capital cultural, ha declarado, de alguna u otra forma que algo mexicano no le gusta, le parece desagradable o lo desprecia.

    Entrados en gastos, habría que declarar persona non grata a Elvis Presley, debido a los rumores que aseguran que el “Rey del rock” dijo que prefería besar a tres negras que a una mexicana, no importa que Presley esté muerto o que solo sean rumores, la posibilidad de que lo haya pensado es suficiente para que ni su memoria pueda surcar nuestro territorio. Por último, no estaría de más hacer lo mismo con los seleccionados del combinado mexicano que representó a nuestro país en la Copa Mundial de la Fifa, Catar 2022 y al ‘Tata’ Martino quien, a pesar de exponer, desde un perspectiva soberana, la identidad nacional al escarnio internacional, sigue en nuestro país debido a que su contrato vence el 31 de diciembre y tiene que cumplir estos días porque no se le iba a poder pagar el mes completo, en caso de no llegar al Centro de Alto Rendimiento, en la Ciudad de México.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.