Categoría: Cultura

  • Encuentran entrevista inédita de John Lennon sobre espionaje del gobierno de EUA

    Encuentran entrevista inédita de John Lennon sobre espionaje del gobierno de EUA

    En una grabación perdida de 1975, Lennon revela su temor a ser vigilado por el gobierno estadounidense y reflexiona sobre su música y vida personal.

    Casi 45 años después de su muerte, John Lennon vuelve a acaparar titulares. El periódico británico The Guardian publicó esta semana una entrevista inédita del exintegrante de The Beatles, realizada en 1975 por el DJ Nicky Horne, donde el músico expresaba su preocupación por ser espiado por el gobierno de Estados Unidos.

    Lennon, conocido por su activismo contra la Guerra de Vietnam y por haber enfrentado un proceso legal para evitar su deportación bajo la administración de Richard Nixon, relató que sentía que su teléfono estaba intervenido y que era seguido por hombres sospechosos en Nueva York. Incluso señaló que observó reparaciones sospechosas en el sótano del edificio Dakota, donde vivía con Yoko Ono.

    “Sé la diferencia entre que el teléfono esté normal y que cada vez que lo levanto haya muchos ruidos”, confesó el compositor de Strawberry Fields Forever, agregando: “Abría la puerta y había hombres al otro lado de la calle; me subía a un coche y me seguían en otro, sin esconderse”.

    La charla también dejó ver la faceta vulnerable de Lennon. Admitió que estuvo a punto de desechar su álbum Walls and Bridges (1974) por miedo al fracaso. Además, compartió su deseo de seguir vivo y creando música durante décadas: “Salvo por fuerza mayor, seguiré vivo otros 60 años y seguiré haciendo música hasta que me caiga”, dijo.

    La entrevista fue hallada por Horne en su propio sótano, olvidada durante casi medio siglo. Este hallazgo arroja luz sobre la persecución que Lennon percibía del gobierno estadounidense, y revive las teorías conspirativas que han circulado desde su asesinato en 1980 frente al edificio Dakota, donde fue abatido por Mark David Chapman.

    Hoy, Lennon sigue siendo un símbolo de rebeldía artística y política, y esta grabación refuerza su legado como músico que no solo revolucionó la música, sino que también enfrentó las sombras del poder con su arte y voz.

  • Krasznahorkai y la civilización en declive

    Krasznahorkai y la civilización en declive

    Por Ricardo Sevilla

    ¡Por fin! Después de muchos años, la desprestigiada Academia Sueca ha premiado a la literatura. Ya hacía falta. Después de años de senderos extraviados y torpes decisiones, los atareados –y casi siempre extraviados– jurados de Estocolmo han tratado de redimir su prestigio.

    El húngaro László Krasznahorkai, sin ir más lejos, es el Premio Nobel de Literatura 2025.

    El fallo de Estocolmo ha sido contundente: le otorgan el premio “por su obra convincente y visionaria que, en medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del arte”.

    Aciertan esta vez. La obra de Krasznahorkai se levanta como un faro que alumbra y resiste con su luz pétrea ante la densa oscuridad del mercado.

    En este caso, no solo se trata de un galardón, es la aclamación a una obra que se niega a la prisa, a un estilo que ha cincelado catedrales de prosa sobre la decadencia del espíritu humano.

    Krasznahorkai es, desde hace tiempo, un autor de culto, un profeta apocalíptico.

    Su obra, hay que decirlo de una vez, no consuela: expone con belleza espectral las grietas del mundo.

    Ayer, en un breve mensaje en su red social de Facebook, el escritor y crítico literario Luis Bugarini apuntaba, con voz profética, que tenía esperanza en que ganaran el Nobel César Aira o László Krasznahorkai.

    Su esperanza se convirtió en premonición. Ganó el autor de “Guerra y Guerra”.

    Habemos quienes pensamos que la literatura que se escribe desde el fondo de las vísceras es aquella que se atreve a mirar de frente al vacío. Y la obra del húngaro lo hace. Cada uno de sus textos se plantan frente al lector como un espejo melancólico que refleja sus pesadillas y sus miserias, y donde la civilización asiste, con cierto regusto morboso, a su propio declive con una mezcla de horror y tedio.

    En una de sus novelas esenciales, Melancolía de la resistencia, asoma la semilla de su universo filosófico: “la razón no era una dolorosa carencia de mundo, sino parte de este, hasta el punto de ser su sombra”.

    El camino de Krasznahorkai hacia la “consagración literaria” –cuyo término quizá le merezca una estentórea risotada– no fue el sendero pavimentado. El tipo nació en 1954 en Gyula, al sur de Hungría y, desde muy temprana edad, abrió sus ojos y su desencanto ante el paisaje de una utopía comunista en ruinas, donde los ideales se le desvanecieron en el gris monocromo de la realidad cotidiana.

    Su espíritu, esencialmente inconformista, se negó a ser encasillado: abandonó los estudios de Derecho y abrazó la intemperie, trabajando como minero, como vigilante de seguridad. Estas labores, tan distantes del atril desde donde pontifican los académicos que lo han premiado, forjaron un alma que se rebela contra la forma y la convención. Su prosa es un acto de resistencia frente a la simplificación.

    Krasznahorkai –digámoslo a fuerza de lugares comunes– es un arquitecto del lenguaje, un constructor de frases e ideas que fluyen como un río caudaloso y sinuoso. Desprecia la tiranía de la frase corta, a la que ha calificado de artificial, porque el pensamiento humano, argumenta, es un torrente indetenible.

    De ahí nace su inconfundible sello: un estilo denso, melancólico y luctuoso, donde la puntuación a menudo se disuelve, exigiendo al lector una inmersión total, casi hipnótica. Sus distopías, pobladas por el fin del mundo, son narradas con una ironía sutil y un humor tan negro que roza lo sublime.

    Hace diez años, en 2015, la belleza de su terror y su estética mohína fue reconocida, cuando le concedieron el Premio Internacional Man Booker. El jurado de entonces celebró su capacidad de describir la realidad con imágenes a la vez bellas, aterradoras y cómicas.

    Sin embargo, el mejor reconocimiento se lo había largado, como a muchos otros grandes de la literatura, la gran Susan Sontag, quien colocó a László en el panteón de los inmortales al compararlo con las visiones oscuras de Gogol y Herman Melville.

    Hoy, el Nobel sella esa profecía. Es el triunfo de la lentitud, de la profundidad, del arte que persiste en el rincón más oscuro, reafirmando que la literatura, cuando es verdadera, es la única que tiene el poder de trascender el abismo. O habitarlo.

    Hay premios que honran a los autores. Pero definitivamente hay autores que honran a los premios. Y esto último es lo que ha ocurrido al galardonar la obra de László Krasznahorkai.

    El Nobel 2025 es el triunfo de la lentitud sobre el fast-food literario. Y nos devuelve, por un momento, la esperanza en las letras.