Carne y Arena: retrospectiva de gasto millonario y cuestionable en la UNAM

En 2021, una investigación de Ricardo Sevilla para RegeneraciónMx reveló cómo la UNAM y el Gobierno de la Ciudad de México destinaron casi 30 millones de pesos a la exposición Carne y Arena, dirigida por Alejandro González Iñárritu. Los nombres de Enrique Graue y Jorge Volpi destacaron por su papel en la asignación de estos recursos, generando cuestionamientos sobre ética, transparencia y prioridades institucionales.

En diciembre de 2021, se dio a conocer que Miguel Ángel Mancera, entonces jefe de Gobierno de la Ciudad de México, y Enrique Graue, rector de la UNAM, autorizaron pagos millonarios a Alejandro González Iñárritu, quien además recibió el grado de Doctor honoris causa por parte de la máxima casa de estudios. La cifra total se aproximó a los 28 millones 527 mil pesos, de los cuales un millón de dólares se destinó directamente a Iñárritu, y más de 10 millones de pesos adicionales se usaron en construcción, operación, logística, promoción y otros gastos asociados.

Una excolaboradora de la UNAM recordó que “fue el propio Graue quien ordenó a Jorge Volpi que, con dinero de nuestra máxima casa de estudios, le llenaran los bolsillos al Negro Iñárritu”. Volpi, titular de la Coordinación de Difusión Cultural, ejecutó estas instrucciones con la ayuda de Ricardo Raphael de la Madrid, director del Centro Cultural Universitario Tlatelolco, “supervisando” los detalles de la exposición, aunque sin acudir personalmente al recinto.

El convenio CC-013-2017, firmado entre Volpi y Raphael de la Madrid, especificaba que la UNAM y la CDMX aportarían fondos “para actividades que desarrollen estrategias de promoción turística en la Ciudad de México”. Sin embargo, críticos y trabajadores del Centro Cultural señalaron que la exposición tuvo escasa afluencia de público durante sus 285 días de exhibición, cuestionando la eficacia de la inversión y la prioridad de destinar recursos públicos a un proyecto con valor cultural dudoso.

Carne y Arena, periodista que documentó los costos, precisó que una parte de los 500 mil dólares adicionales se pagó a Nicolas Scabini, director de arte y proveedor autorizado por Iñárritu, mientras que la UNAM asumió otros pagos por obras, construcción y operación. En paralelo, se gastaron 145 mil pesos en elementos promocionales, incluyendo más de 106 mil pesos para la página web oficial y 70 mil pesos para horas extra del personal.

La instalación fue considerada la más cara en la historia de la UNAM, superando exposiciones previas de artistas reconocidos como Anish Kapoor y Yayoi Kusama. Irmgard Emmelhainz, ensayista y crítica cultural, señaló que “el problema con la instalación de González Iñárritu es que las experiencias y sensaciones carecen de valor de revelación; su fuerza reside en una estéril (y sensacionalista) puesta en escena que pierde fuerza en lo efímero de la sensación del espectador”.

El manejo de los recursos por parte de Graue y Volpi dejó un legado de cuestionamientos: el gasto millonario, la opacidad en la asignación de fondos y la priorización de proyectos de alto costo frente a necesidades académicas y culturales más relevantes evidenciaron un patrón de decisiones que muchos consideraron arbitrarias y poco responsables.

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