CARLOS SALINAS O EL PADRE DE LA DESIGUALDAD MODERNA 

¿Qué preguntarle a Carlos Salinas de Gortari? ¿Qué no preguntarle a un enfermo de poder? ¿Qué se sentirá ser odiado por millones de mexicanos? En fin, comenzaré con una duda que me ha perseguido por años. 

Carlos, con todo respeto, ¿qué pasó con el dinero proveniente de la venta de 390 empresas que dejaron de pertenecer al Estado?

(No he terminado de cerrar el signo de interrogación y me viene de nuevo el sobresalto: ¡casi cuatro centenares de empresas de cuyas ventas no quedó ni el polvo! Más aún, ¿qué fue del dinero recibido de las mil 115 empresas que tenía el Estado en 1982 y de las que sólo quedaron 203 en 1999?).

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Salinas me responde, pero con una verborrea que no vale la pena repetir. Me contesta, sí, con un tono condescendiente y esa voz suave y aleccionadora que es una mezcla de mentira y ocultamiento. 

Pero la respuesta no flota en el viento como tampoco en la falsa palabrería de ese político nefasto y vil. La respuesta está en el bolsillo de un pequeño grupo de multimillonarios que se quedaron con la riqueza del país, con los bienes de todos nosotros, amparados por las decisiones de un político astuto que para muchos es el jefe de la mafia del poder. 

Andrés Manuel López Obrador lo ha repetido en las Mañaneras: en 1988 había solo una familia en la revista Forbes (que registra a quienes poseen más dinero en el mundo); sin embargo, en 1994, al término del gobierno de Carlos Salinas, incluyó a 23 multimillonarios. México alcanzó el cuarto lugar en el mundo en multimillonarios. ¡Qué gran logro del gobierno de Salinas! ¡Más de dos decenas de multimillonarios, mientras se ampliaba la brecha entre ricos y pobres! El del Innombrable es el periodo más injusto y desigual en la historia de México. Incluso mayor que la larga dictadura de Porfirio Díaz. ¡Qué gran logro del neoliberalismo rapaz!

Como Porfirio Díaz, Salinas quiso pasar como el gran modernizador; como Porfirio Díaz, Salinas olvidó a los pobres y sólo fingió que los ayudaba con un falso programa cuyo nombre copió. Pero su prioridad eran los ricos, entre ellos él. Por eso promovió tanto el neoliberalismo, lo que le permitió hacer crecer su patrimonio, el de sus socios y amigos, el de su hermano Raúl.

Carlos, usted es un hombre muy rico. ¿Qué sintió al mirar la pobreza de los mexicanos y el abandono en el que dejó al país luego de su sexenio? Al término de éste, en cada esquina, niños en condición de calle montaban un espectáculo. ¿Lo recuerda? El niño más grande cargaba a otro de pie sobre sus hombros y éste a uno más pequeño que llevaba una máscara con su imagen (que más bien se parecía a la de un ratón). Los tres pequeños bailaban hasta que cambiaba el semáforo. Era la danza de la pobreza. Los que podíamos, les dábamos algunas monedas. Yo lo imaginaba a usted queriendo arrancarse esa máscara hasta desangrarse. Carlos, usted es el villano del pueblo de México. ¿Qué puede decir al respecto?

Mire usted, se ha formado un estereotipo mío y de mi gobierno a raíz de la crisis de 1995 con la cual muchas personas perdieron su patrimonio. Yo los entiendo a todos, pero se me ha querido imputar la responsabilidad de la tremenda crisis que vivimos entonces y que sumió en el desempleo a millones de mexicanos, quienes están profundamente agraviados. Al entregar la presidencia dejé problemas, sí, pero no heredé una crisis.

Por otra parte, nunca vi a esos niños que usted afirma que estaban en las calles.

¿Ni los veo ni los oigo?

Esa frase se hizo popular, pero yo se la dije a un grupo de críticos destructivos de mi gobierno a quienes afecté sus intereses cuando procedimos a la apertura de la vida pública, a la libertad de las actividades económicas, al libre mercado, que en nuestro país recibió un fuerte impulso con el Tratado de Libre Comercio, que tuve la oportunidad de impulsar y con el que logramos el progreso de nuestro país.

En su administración todo era economía: deuda, globalización, reforma económica…

Mire usted, en 1994 dejé la inflación en el 6 por ciento, y la economía creció durante los seis años que estuve a cargo del gobierno federal.

¿Entonces?

El tamaño del déficit de la cuenta corriente y la volatilidad de los flujos del capital con que se financió hicieron vulnerable nuestra economía. La salida de capitales y el mal manejo del gobierno que me siguió hicieron más grande el problema.

Es sabido que usted no concuerda con el presidente López Obrador. Cuando se le preguntó si había hecho una tregua con Andrés Manuel, manifestó que eso era “política ficción”. Lo cierto es que, con todo respeto, durante su sexenio usted debió haberse asesorado en materia económica con el presidente López Obrador, por lo menos…

¿No me diga? He procurado respetar a todos los presidentes, pero ahora no tarda en explotar la bomba.

Eso dicen muchos, incluso expresidentes, como Calderón, que dejó como legado una barda, una suavicrema y un montón de muertos. No encuentro una gran obra entre 1988 y 1994, su sexenio, a pesar de los millones recibidos por las ventas de las paraestatales, como Teléfonos de México, Altos Hornos, Mexicana de Aviación y Aeronaves de México, además de cerca de una veintena de bancos, como Banamex, Bancomer, Serfín, Comermex y Somex. 

¿Qué opinión tiene de que el presidente de la República lo llame el Padre de la Desigualdad Moderna? 

Es su opinión, pero no estoy de acuerdo, porque con el programa Solidaridad…

No quiero que se me escape preguntarle acerca de las reformas que hizo al artículo 27 constitucional. El entonces opositor López Obrador dijo que “poner en el mercado las tierras ejidales en épocas de crisis es como un crimen, porque cuando la gente ve dinero y se le permite vender la tierra lo primero que hace es eso: vender la tierra”. 

En mi gobierno le imprimimos un sello modernizador al campo, pues no podría estar al margen de la entrada total de México a la globalización, a la apertura comercial… Claro que nos faltó mucho por hacer.

(Uf. Afortunadamente).

Continuará.

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