CARLOS SALINAS O EL PADRE DE LA DESIGUALDAD MODERNA (II y última)

El poder de Carlos Salinas de Gortari era omnímodo, incluso antes de llegar a la Presidencia. La tragedia ya se vaticinaba desde el gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988), cuando Salinas Recortari era el supersecretario de Programación y Presupuesto y tenía en sus manos las riendas del dinero público. Miguel Ángel Granados Chapa recuerda dos dichos de entonces: uno, que Salinas “no podía aspirar en 1988 a la presidencia de la República, porque estaba prohibida la reelección” y, dos, que “no le interesaba, porque perdería poder”.

La devaluación del peso en el sexenio del mediocre Miguel de la Madrid —quien llegó al extremo de rechazar la ayuda internacional durante el terremoto de 1985 y maquillar el número de defunciones— fue al final de su sexenio estratosférica: ¡1 747 por ciento! Se lo acaba de recordar Elizabeth García Vilchis a Enrique de la Madrid, luego de que este precandidato balín afirmara que “tener un peso estable en el fondo es una economía débil”. A pesar del enorme fracaso, Salinas pudo sentarse en la silla presidencial luego de una elección fraudulenta en contra de Cuauhtémoc Cárdenas.

El daño ocasionado por el Chupacabras no puede entenderse sin analizar el fenómeno de la corrupción, el cual siguió pesando hasta el sexenio de Enrique Peña Nieto. Contralínea asegura que con la extinta partida secreta que operó Raúl Salinas, el Hermano Incómodo del Presidente Incómodo, se trasladaron “cientos de millones de pesos del erario a cuentas del extranjero de la familia presidencial”. Es decir que esa enorme caja chica no solo sirvió para acallar o hacer aplaudir a intelectuales y medios de comunicación, según fuera el caso, y para comprar las renegridas conciencias de empresarios, legisladores y concesionarios de radio y televisión.

Carlos, ¿piloncillo o azúcar?

Prefiero no endulzar, pues de por sí soy sumamente dulce. ¿Por qué la pregunta?

En una especie de autosemblanza, su hermano Raúl Salinas comenta que, en Cadereita, Nuevo León, la familia de su padre era propietaria de ranchos en los que se sembraba caña de azúcar, con la que su abuela hacía piloncillo y que, por tradición, en su familia no se consume azúcar blanca. 

En ese texto también dice que sus hermanos, padres, abuelos y bisabuelos fueron estudiosos; que él es ingeniero y empresario… pero no dice cómo le hizo para depositar más de 2 mil millones de pesos en un banco suizo, ni de la trama que orquestó mediante prestanombres para lavar dinero.

El comportamiento de mi hermano me ha causado un gran daño a mí en lo personal y un gran pesar. En un capítulo de mi libro explico a los mexicanos cómo se hicieron realmente las privatizaciones, cada una, cuánto se obtuvo, a qué cuenta fue y en qué se gastó.

[Me imagino que esa explicación estará en un pie de página con términos inentendibles acuñados por depredadores tecnócratas].

¿Qué más me puede decir del Señor Diez por Ciento?

Desde el inicio de mi administración, le pedí a mi hermano Raúl que no participara en negocios. Incluso a mis colaboradores les prohibí cualquier trato privilegiado a familiares míos.

Ese mote se lo ganó Raúl “debido al tamaño de las tajadas de pastel que pedía por sus buenos oficios para conseguir contratos gubernamentales”, de acuerdo con Ignacio Hernández.

Mi hermano Raúl cometió errores, pero el tiempo ha traído la razón y lo tuvieron de rehén con una acusación fabricada. De lo malo que hizo nunca me di cuenta.

[Felipe Calderón tampoco se dio cuenta de lo que hacía su hermano García Luna]. 

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En 2008, el gobierno suizo devolvió parte importante de ese dinero (1 360 millones de pesos) a México. Lo malo es que un juez mexicano ordenó que se le regresaran 224 millones al hermano del expresidente Salinas, una vez que salió de prisión. La historia se repite. Ahora mismo, el Décimo Séptimo Tribunal Colegiado en Materia Administrativa, de la Ciudad de México, ordena a la Unidad de Inteligencia Financiera el descongelamiento de las cuentas bancarias de Cristina Pereyra, esposa de Genaro García Luna, justo el día en que la mano derecha de Felipe Calderón en materia de “seguridad” es declarado culpable por un jurado de la corte de Estados Unidos. Diez días antes, otro tribunal, esta vez el quinto, había liberado las cuentas de Luis Cárdenas Palomino, socio de García Luna recluido en el penal de máxima seguridad del Altiplano. Ignominia marca maestra Elba Esther Gordillo, a quien en 2019 también le devolvieron cantidades millonarias de bienes incautados.

¿Por qué les solicitó a los empresarios de Nuevo León apoyar a Luis Donaldo Colosio como candidato a la alcaldía de Monterrey por Movimiento Ciudadano?

Mire usted, la participación de Colosio en las elecciones debía ser apoyada porque es el hijo de mi finado amigo. 

[Lo dice el clásico: “Nunca actúes en contra de la Familia” (o casi nunca)].

Colosio dijo, poco antes de morir asesinado, que era víctima de las perversidades del sistema. Y ya se hablaba de un alejamiento con usted. Colosio incluso había pactado con Camacho la Secretaría de Gobernación, pese a la objeción suya. 

Mi relación con Luis Donaldo Colosio, hasta sus últimos, días fue siempre de confianza mutua, afecto y lealtad, como lo fue invariablemente a lo largo de nuestros 15 años de relación.

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Como el pueblo de México se levantó en armas contra la dictadura de Porfirio Díaz, hombres y mujeres indígenas del sureste del país le declararon la guerra al Ejecutivo federal y a “su jefe máximo e ilegítimo Carlos Salinas de Gortari” el 1 de enero de 1994 ante 500 años de esclavitud y una guerra genocida y no declarada. Así, las políticas neoliberales que tanto impulsó el nefasto padre de la desigualdad moderna tuvieron por fin un “ya basta”. 

Ahora, tres expresidentes impuestos y espurios—Salinas, Calderón y Peña Nieto— están en España huyendo de su triste y turbio pasado. 

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Dice el insuperable Granados Chapa que “la política es una actividad noble, capaz de concebir y realizar valores humanos”. ¿Usted qué dice?

[Parece que se le fue el internet].

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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