El 19 de octubre de cada año se recuerda en la memoria del pueblo la partida del General Revolucionario Lázaro Cárdenas del Río. Sus restos fueron depositados en el Monumento a la Revolución, donde permanecen en la actualidad, junto a Francisco I. Madero, Venustiano Carranza, Francisco Villa y paradójicamente también junto a Plutarco Elías Calles, con quien hubo un deslinde por la visión que habría de tomar la revolución institucionalizada en su perspectiva democrática.
El mejor presidente de México del siglo XX tuvo una vida intensa, disciplinada y generosa; desde niño trabajó en una imprenta que elaboraba y difundía manifiestos en el contexto de la naciente revolución de 1910, a los 18 años de edad en 1913 se unió a uno de los grupos revolucionarios, el de Martín Castrejón, a los 25 años alcanzó el grado de General, a los 33 años ya era gobernador de Michoacán, y a los 39 presidente de la República; tras dejar la presidencia de la República a los 45 años, teniendo toda una vida por delante, siguió escribiendo nuevas páginas a través de sus nuevos encargos, y sobre todo sus posturas políticas congruentes con las demandas de los verdaderos revolucionarios de 1910, mismas que reflejó en sus dichos y actos en la vida nacional hasta el final de sus días.
El cardenismo es el momento culminante de la revolución mexicana como proyecto social; de 1934 a 1940 se instrumentaron una serie de políticas y obras públicas y sociales que respondían a los anhelos que 24 años antes habían inspirado a los agraviados por la dictadura de Porfirio Díaz a levantarse en armas; con el General en el poder se complementaba el ciclo histórico y social de la segunda gran transformación de México.
La devolución a los campesinos de 18 millones de hectáreas, la dotación de tierras ejidales, de tierras productivas que emprendió Cárdenas del Río fue un ejercicio inédito en el mundo, de hacer justicia a los pueblos originarios. La expropiación petrolera significó la consolidación de la soberanía nacional, en términos de aprovechar los recursos naturales en función del interés de la Nación, y emplearlos para el desarrollo de políticas en beneficio colectivo. La creación de instituciones como el Instituto Politécnico Nacional para formar técnicos para la industrialización de México y el Instituto Nacional de Antropología e Historia para salvaguardar el patrimonio cultural, fueron también parte de su legado. En el ámbito internacional, destacó el apoyo de Cárdenas a miles de refugiados de la Guerra Civil Española, entre ellos grandes intelectuales que además enriquecieron la vida académica universitaria.
Como una lección de la historia, justamente para la reflexión en el marco del porvenir del proceso histórico actual de transformaciones, proviene de una pregunta que sigue siendo fuente de diversas teorías para explicarla, basadas en la interpretación de los usos políticos de la época, que es: ¿por qué el general revolucionario Lázaro Cárdenas del Río, siendo presidente de México no optó por apoyar al general Francisco Mújica como su sucesor en la silla presidencial, quien representaba la radicalización del proyecto de cambios a favor del pueblo? Tomando como radical la idea de ir a la raíz de los problemas nacionales.
Algunas voces dicen que fueron las presiones de los grupos de poder económico, tras el desgaste ante intereses muy fuertes nacionales y extranjeros por la decisión presidencial de expropiar el petróleo en 1938, por cierto, decisión en la que Múgica fue definitorio.
El mismo general Cárdenas escribiría en sus Apuntes que “la candidatura del general Múgica representó las tendencias radicales de la Revolución Mexicana: su definida convicción en materia educativa, su actitud combativa frente a la labor del clero y su indiscutible honradez habrían hecho de él un buen gobernante, pero las circunstancias del país no le fueron propicias”.
A la postre la sucesión presidencial recayó en Manuel Ávila Camacho, quien fue presidente de México de 1940 a 1946, y dio un cambio de rumbo a los construido en el periodo cardenista. La historiadora Anna Ribera sintetiza: “Así las cosas, Cárdenas dejó la decisión en manos del partido cuya inclinación a favor del poblano ya se había manifestado. Veinte años después Cárdenas confesaría: “pensé que rectificaría el camino iniciado […] pero jamás esperé un viraje de ciento ochenta grados.” Y la analista concluye:
“Las polémicas elecciones de 1940 dieron el triunfo a Manuel Ávila Camacho, y los almazanistas, que habían parecido dispuestos a todo, se replegaron al verse abandonados por su candidato. La maquinaria de la Revolución y su partido se impusieron para frenar el ascenso de la derecha, pero de forma simultánea para moderar y frenar las políticas sociales, cuya honda huella iría configurando paulatinamente el mito del cardenismo. “Cada seis años el país se vuelve otro país”, dice José Emilio Pacheco. Pero nunca lo hizo de manera tan evidente como en 1940”.
Seguirá siendo materia de reflexión y análisis porqué Lázaro Cárdenas no optó por uno de los suyos, quién habría profundizado las transformaciones del cardenismo; es significativo que, meses antes de que se definiera el candidato presidencial del partido en el poder, el General Francisco Múgica aseveró:
“¿Reacción? La reacción ya no existe en México. Después de los sacudimientos de los últimos años; después del Gobierno del general Cárdenas; después de una serie de enseñanzas que el país ha tenido, podemos decir que la reacción no existe. Existirán ciertos sectores que no están de acuerdo con los progresos de las clases laborantes en los últimos años; habrá timoratos ante las grandes empresas que se han realizado; habrá quienes no crean en la obra social; pero no hay grupos que pretendan destruir lo que la revolución ha hecho en un largo y ya consolidado periodo revolucionario. No; no es la reacción, que no existe, a la que se debe temer; es a la indiferencia a la única que debemos combatir; y es necesario combatirla para que el país, al unísono, pueda seguir por el camino de las conquistas que la Revolución ha logrado.”
No tuvo la razón el valioso General Múgica, la reacción sí existía y siguió existiendo. Actuaron en varios frentes. Al interior del partido emanado de la revolución objetaron las posibilidades de profundizar los cambios emprendidos por Cárdenas; al exterior se agruparon en la candidatura de Juan Andrew Almazán; generaron diques, intrigas y presiones para minar las posibilidades de Múgica y lo lograron, con el resultado final de tener condiciones para desmantelar la obra cardenista en el siguiente sexenio.
Hoy recordamos la vida y obra de los grandes revolucionarios Lázaro Cárdenas y Francisco Múgica, sus contribuciones a favor del interés nacional, y las lecciones que sugiere revisitarlos con la distancia y elementos que nos permiten ver con más claridad aquellos escenarios.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.