Calumniadores vs Transformadores

Opinión de René González

Desde los años de la resistencia, el gran cronista mexicano Carlos Monsiváis sentenció: “AMLO es el político más atacado desde Francisco I. Madero”. Si como opositor fue objeto de terribles embestidas mediáticas, más lo es ahora como Presidente de México, -precisamente porque ha desmontado los privilegios y negocios de las élites de poder político y económico que llevaron al país a la ruina saqueando el erario público durante la larga noche neoliberal-; la guerra sucia sin fin vive todos los días y todas las horas nuevos y desafortunados capítulos, que ante la ausencia de argumentos, propuestas o pruebas de los opositores golpistas, rayan ya en lo absurdo y lo ridículo; como lo es difundir a coro un libelo llamado “Rey del Cash”, cuya narrativa es un acto de cobardía, insulto al sentido común y a la inteligencia, y un atentado contra la ecología -usar el preciado papel en la edición de semejantes bodrios-.

Entre el 66% y el 70% de las columnas y notas de los periódicos tradicionales sobre el gobierno de AMLO son negativas, en su inmensa mayoría y cotidianamente la prensa adicta al viejo régimen desvirtúa, desautoriza, tergiversa, golpea, calumnia, o miente sobre los actos del gobierno transformador; siguen muy dolidos porque perdieron esa fuente de cuantiosos recursos económicos que recibían del gobierno cuando eran paleros, aplaudidores y porristas de los gobiernos neoliberales; en esos años que eran “dorados” para los dueños de los medios convencionales, se callaba ante los abusos de poder, la corrupción, el saqueo, y los excesos de un modelo que llevó al país a niveles de pobreza y violencia. 

Los aplaudidores del neoliberalismo, nunca hicieron críticas de aquel modelo como la que atinadamente si hizo y publicó Américo Saldívar el 1° de julio de 2018 en el imprescindible diario La Jornada: “Al hacer un rápido recuento de las últimas décadas del modelo de crecimiento económico, político y social de nuestro país encontramos grandes fallas y déficits que dentro del contexto actual demandan para su superación un nuevo contrato social. Tomemos como ejemplo la vinculación entre los niveles de violencia y el crecimiento del crimen organizado y su correlación respecto del mediocre desempeño de la economía; la inequidad en la distribución de la riqueza y los elevados índices de pobreza, donde cerca de 50 millones de mexicanos viven por debajo de la línea de pobreza; el consumo de drogas en Estados Unidos y el contrabando de armas de EU a México; los niveles de corrupción e impunidad; el gran déficit democrático en el sistema político mexicano y la extrema debilidad de las agencias gubernamentales tanto a escala federal como estatal y municipal.” Para después ilustrar: “De acuerdo con una encuesta nacional, en la década pasada los cárteles de la droga han pasado de seis o siete a 400 grupos criminales, entre ellos los relacionados con secuestros, asesinatos, tráfico de personas (migrantes, mujeres y niños) extorsiones y robo de combustibles. La violencia cubre ya todos los intersticios de la sociedad mexicana que vive atemorizada, donde ocho de cada 10 personas manifiestan percepción de inseguridad”.

Es ese pasado ominoso del que vienen los antiguos emisarios e hipócritas aplaudidores, que hoy se convierten, ya sin tapujos en calumniadores.

Una tradición del derecho romano es poner por escrito todas sus sentencias. Así surgieron los primeros libelos para la redacción de los juicios. Con el paso del tiempo, en la tradición occidental fue imponiéndose sus formas para acusar, reprobar o lanzar anatemas o cualquier forma de condena.  Hasta que durante el siglo XVI se terminó de distinguir como pequeñas obras con la finalidad de descalificar y difamar la reputación de alguna persona; y justo por esta intención de injuria frecuentemente eran escritos anónimos o editados de manera clandestina.

En el presente, este sustantivo ya no refiere tanto a un género literario, como si lo hace de los textos destinados a calumniar a una persona, grupo o ideología; haciendo uso de mentiras, puesto que su intención es causar escándalo. Cuando en el debate político se utiliza el término, no es para descalificar una postura, sino para describir el tipo de escrito y sus intencionalidades. Es el caso, de la enésima estrategia de la reacción conservadora con la publicación del citado “Rey de Cash”,después del bulo producido por la fachada de los pseudo activistas de Guacamaya.

Solo en medio de un debate viciado de inicio, se puede tomar este texto de resentimiento personal como evidencia de supuestos delitos. Solo en un sector social mediático, acostumbrado al escándalo y a la memoria corta, este “testimonio” puede ser sujeto de atención. Solo en las granjas de bots de las redes sociales se toma la mera opinión como válida por sí misma y la falta de fundamentación como una virtud. 

No se trata de establecer pies de página frente a cada afirmación que se redacte, pero si es indispensable que cualquier trabajo que se pretende periodístico o de investigación, su referente indispensable tiene que ser la realidad, no las ensoñaciones ideológicas o el rencor que se pretende legitimar.

Frente a la calumnia, la honestidad es el mayor escudo. Frente a la difamación se antepone la trayectoria y la coherencia de mayor referente de la izquierda mexicana; frente a la mentira contamos con una lucha cotidiana para hacer realidad la utopía de un México sin privilegios. A un proyecto de Nación con justicia social que construimos las grandes mayorías, no lo lastima cualquier libelo. A los calumniadores los venceremos los transformadores. En realidad, ya están derrotados, solo da los últimos y desesperados coletazos el viejo dinosaurio. 

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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