Si la memoria no me falla, sería más o menos por el año de 1992 cuando asistí por primera vez a una marcha para conmemorar el 2 de octubre. En aquella ocasión, siendo estudiante de secundaria, me acerqué al contingente de la UNAM con la idea de encontrarme con alguien del STUNAM con quienes me sentía identificado porque mi mamá y algunos de mis tíos trabajaban ahí. Nunca había asistido a una marcha de esa naturaleza, es más, no había asistido a ninguna, por lo tanto, mi asombro al ver tanta gente no era menor. Recuerdo que ese día regresando a casa, experimenté la necesidad de saber más acerca de lo que había ocurrido en 1968.
Dos años después, ya como estudiante de la prepa 9 de la UNAM y con más conciencia de lo que había representado el movimiento para la historia reciente de nuestro país, asistir a la marcha me era obligado; conmemorar con una movilización al movimiento estudiantil del 68 significaba mantener fresca nuestra memoria colectiva sí, pero también se convertía en una especie de tributo y agradecimiento a aquellos estudiantes, pues gracias a ese movimiento, mi generación había tenido la posibilidad de vivir nuevos procesos democráticos y nuevas formas de acceder a la participación política. Nosotros, mi generación, somos eso: herederos de un movimiento que representó un hito en la historia mexicana. Desde 1992 a la fecha, no he cambiado mi manera de pensar al respecto, año con año marcho el 2 de octubre, antes lo hacía con la banda, hoy con la banda y con mi familia pues mi familia siempre me acompaña.
Si bien para algunas personas como yo, la marcha es una conmemoración y un tributo como ya lo expresé, para un pequeño bloque de grandes intereses se ha convertido en el escenario perfecto para restarle legitimidad a la movilización social, no sólo la referente a temas como el movimiento estudiantil, ya sea el 68, el halconazo o Ayotzinapa; también alcanza otros movimientos como el rechazo al genocidio de Israel el Gaza. Este bloque violento, estúpido e irracional no es producto de la casualidad, mucho menos de la efervescencia o fruto de la rabia contra el sistema; se trata de un grupo equipado, auspiciado y coordinado por fuerzas poderosas que detestan la movilización social y que saben a la perfección que, al restarle legitimidad y reducirla, tendrán un excelente campo de acción para sus propios intereses. Hoy toman el 2 de octubre, nadie dudaría que comiencen a hacerse partícipes en otros movimientos como el campesino, las madres buscadoras, el ambientalista, etc.
No hay otra explicación, el verdadero objetivo es ese: generar violencia e irla incrementando cada que haya una movilización, ¿para qué? Para que las verdaderas y legítimas causas queden en el desprestigio y para que la gente opte (por más identificado que se sienta con esa causa) por no asistir. Pero, contrario a lo que desean esos grupos de interés y sus marionetas vestidos de negro, eso no pasará jamás en nuestra capital porque es (desde siempre) el corazón de la reivindicación social de todo el país.

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