Autor: Carmen Ravelo

  • El pragmatismo político de los líderes de Morena o el pensar que todo es valido para ganar votos… Es un caballo de Troya que como en la antigua Grecia se destruirá así mismo

    El pragmatismo político de los líderes de Morena o el pensar que todo es valido para ganar votos… Es un caballo de Troya que como en la antigua Grecia se destruirá así mismo

    No todo es válido, no todo es ético. Las malas decisiones al incorporar a personajes oscuros que ven a la política como una estrategia para tener mejores condiciones de vida individuales: negocios “entre cuates” licitaciones “entre amigos”. Se convierten en una telaraña que deja solo en intenciones las ideas de crear un mejor gobierno.

    ¿Cuándo tendremos un sistema de salud digno? ¿cuándo tendremos mejores servidores públicos? Si en cada convocatoria para plazas con estructura en el Estado; solo entran los cuates, los familiares…

    Si estorban las personas capaces, las que se atreven a llamar lo que sucede por su nombre. Si la honestidad en vez de ser un atributo es un grave defecto. Prácticamente una discapacidad para el trabajo en la política, y no solo en las grandes ligas de la misma. Desde los puestos más bajos: se premia el silencio. Hacerse de la vista gorda, es premiado con más y mejores puestos…Se le llama discreción, a no decir nada, no hacer alharaca. Total para qué antes robaban otros, siempre se roba ¿?

    Entonces los actuales líderes de Morena, que deben sus puestos a su apellido. No tienen empacho en utilizar ese poder que les fue otorgado por herencia de sus progenitores para decir que todo está bien, que total quizá políticos a todas luces deleznables que antes atacaron a Morena y la 4T, han cambiado. 

    Por cuánto tiempo podrá disimular que de verdad no pasa nada al incorporar a gansters del PRI, del PAN y del extinto PRD. Morena ya no solo poco a poco. Si no a pasos agigantados se convierte en otro PRI.

    Por el pragmatismo político se van diluyendo los ideales. Lo correcto, lo justo. No se puede pactar con Dios y con el diablo. 

    Con las refresqueras para que no se enojen. Darles toda el agua que hace tanta falta en varios municipios, y estados. Con los empresarios hoteleros darles también toda el agua, a ellos nunca les falta. No sea que se molesten. No importa que no implementen sistemas que apoyen no solo el ahorro, si no la creación de medidas que hagan algo  (por ejemplo con el plástico de los refrescos) medidas contundentes, para cambiar el material con que inundan el planeta. ¡Y qué decir del calentamiento global! Por las refresqueras. No se debe pactar con políticos chatarra y pensar que no habrá consecuencias. Dejarlos engordar el marrano descompuesto con el que nos envenenan. Así como las sabriteras o chatarreras…con las que se continúan enfermando al pueblo. Sin ninguna medida drástica de la Secretaria de Salud. Así con los políticos tóxicos que poco a poco tejen las telarañas para apoderarse del país, con malas empresas, con jugosos contratos con nulo interés humano, científico o social. Temas y temas que van y vienen y que son en sí mismos más de un solo asunto. Hacerse de la vista gorda. Porque es un negocio rentable, incluso para intermediarios. 

    Mientras y perdón que lo repita y repita en cada columna las Instituciones de SALUD PÚBLICA en México están por los suelos. Es verdad. NO HAY SUFICIENTES MEDICAMENTOS, NO HAY SUFICIENTES MATERIALES PARA CIRUGÍAS. Lo he vivido personalmente y junto a mi familia. 

    Distamos mucho de un Sistema de Salud como Dinamarca. Tristemente nos acercamos más a uno de los muchos países de África.  Y mientras tanto lo que importan son los votos..

    No, no se puede negociar con Dios y con el diablo y ser congruentes y estar bien. Mientras: Démosles dinero al pueblo. Perfecto, muchas gracias. Antes robaban mucho y no daban nada… Pero y ¿cuándo la Salud? ¿Hasta cuándo se les podrá dar el apoyo a todos los Adultos Mayores del país? ¿Hasta cuando a los estudiantes? ¿Hasta cuándo a los discapacitados?  De verdad alcanzará para darles a todos. ¿Por cuanto tiempo? ¿Por qué a los que ganan muy bien? ¿Pero y la Salud? Esa es una materia pendiente urgente. Hasta cuando van a dejar de seguir consintiendo a los políticos corruptos. No solo al abrirles las puertas una y otra vez, si no dejándoles robar y acabar con los recursos…una y otra vez. El IMSS Bienestar no funciona. Ni ISSSTE, ni los Institutos de Salud y mientras la misma gata. Muchas cosas están, no solo mal, si no muy mal, y hay que decirlo.  Reciclar políticos antes odiadores del pueblo y la 4T. Así como permitir que continúen los hijos de fulano y mengana…y esperar que por genética comprenderán, lo que se necesitó haber vivido. Es un pragmatismo político que nos llevará otra vez a los mismos resultados y que hará de Morena otro PRI.

  • La democracia de Zedillo

    La democracia de Zedillo

    Ernesto Zedillo vuelve a las andadas, no contento con todo el daño que hizo al país durante su mandato, sigue molestando queriendo destruir el gobierno de izquierda que si ha ayudado al pueblo. Ya en su faceta de opinador de derecha sigue diciendo puras mentiras de las que vamos a hablar en este documento.

    El paladín

    Para el expresidente la democracia la inventó él, le debemos todas y todos los mexicanos que existiera en algún momento algo llamado democracia. Todas las medidas de su gobierno argumenta fueron en favor de construir un país democrático.

    Sin duda Ernesto consume unos alucinógenos bien potentes. Entre sus medidas democráticas se encuentra destruir la Suprema Corte de Justicia de la Nación para poner de ministros a personas leales a él y que siempre estuvieron como poder judicial cercanos al poder ejecutivo como un apéndice de éste.

    Otra medida democrática fue continuar privatizando todo. Los ferrocarriles se los dio a particulares, al igual que aeropuertos y las pensiones de las y los trabajadores. Quitarle bienes públicos al pueblo solo demuestra su enfoque neoliberal.

    En ese sentido, al entrar en una crisis económica muy fuerte por culpa del capitalismo y de sus decisiones presidenciales, rescató a los banqueros. Sí, convirtió la deuda privada (que no debíamos) en deuda pública que seguimos pagando hoy. Un verdadero atraco a la democracia.

    Estado policial

    Otro aspecto importante de la democracia zedillista parte de su estrategia de seguridad. Se pone a criticar al actual gobierno Ernesto por llevar según su apreciación a un Estado policial ya que la Guardia Nacional y el Ejército están bajo el control del ejecutivo y del MORENA.

    En qué pinche mundo vive y con qué perro cinismo dice eso. Además de que miente, la simple idea de que es un Estado policial y represor a diferencia de lo que era antes o de lo que era con él es ofensivo.

    Si vamos a hablar de Estado policial y represor recordemos su gobierno, donde se dieron las masacres de Charco, Acteal, Aguas blancas, la militarización y ataque frontal al EZLN, las muertas de Juárez y un largo etc.

    Todas esas acciones como parte de una política de gobierno represora contra todo quien opinara diferente a ellos. Esa era la democracia zedillista y el clima de seguridad.

    Ernesto Zedillo regresa a tomar un lugar penoso. La memoria colectiva e histórica nos hace ver a un personaje triste, gris, corrupto y asesino. Que su opinión no vale la pena, pues solo miente y quiere volver al pasado donde la minoría rapaz hacía grandes negocios en detrimento de la mayoría de la población. Le avisamos que solo vino a hacer el ridículo.

    Redes sociales

  • El país de los licenciados

    El país de los licenciados

    México permaneció durante mucho tiempo como colonia española. durante ese periodo, de 1520 a 1821, se estableció un complejo sistema de castas, necesariamente piramidal, en el que estaban hasta el fondo los indígenas y afrodescendientes, mientras que en la cima estaban los criollos y peninsulares. Después vino la independencia, encabezada primordialmente por criollos, es decir; hijos de españoles nacidos en México.

    Ya en el México independiente se establecieron dos imperios: el de Agustín de Iturbide, de menos de un año, entre 1822 y 1823, añoradísimo por la ultraderecha; y el de Maximiliano y Carlota, de 1863 a 1867. Por cierto, en cuanto a este último, no puedo dejar de remarcar la dispridad de criterios entre el discurso oficial, que resalta la gesta de Juárez, y el enfoque revisionista que nos muestra Fernando del Paso en Noticias del Imperio, donde compone un trágico relato novelado donde el matrimonio Habsburgo fue mártir en un conflicto que nunca pidió.

    Después vino la revolución, para terminar con el régimen neo-feudal de los hacendados y latifundistas, e igualmente hacer efectivo el lema de Madero: «Sufragio efectivo. No reelección». La época post revolución trajo consigo el florecimiento de la clase política como la conocemos hasta ahora, basada ya no en castas ni tampoco en los títulos nobiliarios como tales, que fueron abolidos al terminar la colonia; pero sí en una jerarquía muy conveniente que hacía patente el complejo de inferioridad de una nación que apenas comenzaba a conocer la paz social. El conveniente asesinato de Álvaro Obregón por parte de la ultraderecha en 1928 fue un suceso muy simbólico que terminó con la época de los “generales”, para dar pie a una nueva época de los “licenciados” que ya se había anticipado con Juárez.

    Como sabemos, licenciado es la palabra con la que se designa en el habla hispana a quien acredita y obtiene el título de una carrera a nivel superior. Es prácticamente un arcaísmo, puesto que ya se utilizaba al menos desde tiempos del medievo, aunque en este caso se refería a los sacerdotes, pues la iglesia era el único camino para los estudios, de manera que ya desde entonces podemos ver que revestía un tremendo prestigio social. Así lo podemos constatar en una de mis dos novelas favoritas: El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, donde se refiere Cervantes (o debo decir Cide Hamete Benengeli) como «el licenciado» al cura que, literalmente está en todo menos en misa, pues pone un empeño excesivo en “sanar” de su locura al inofensivo Don Quijote. Actualmente, el término hace referencia a que un título universitario es una licencia para ejercer la profesión. De ahí que, lo que en México conocemos como titularse, en España se conozca como licenciarse.

    Retomando el contexto mexicano, ese sistema priista del licenciado como la figura más prominente dentro de una jerarquía, se afianzó desde los años 30 en las estructuras institucionales emanadas del gobierno y posteriormente permeó incluso en la iniciativa privada. Todo ello debido a la enorme desigualdad imperante en el país desde entonces y que se venía arrastrando desde tiempos de la colonia, que, como ya se dijo, vino a subvertir el orden social preexistente para implantar el culto a la estirpe y a la figura de mando. Esta práctica se extiende hacia otros títulos como arquitecto, ingeniero, doctor, maestro, etc. Todos ellos como una marca social que trasciende al ámbito laboral, de manera que podemos encontrarnos con personas que antepongan la condición de que se les nombre con el título pertinente para mantener una relación social de cordialidad, puesto que esto les otorga una prominencia basada en la famosa cultura del esfuerzo, que suele pasar por alto la insoslayable desigualdad estructural, es decir; «llámame licenciado Miguel, porque mi trabajo me costó estudiar» ¿y quienes hubieran querido estudiar y no pudieron por falta de recursos? ¿deben habitar en un nivel inferior de existencia por no haberse “esforzado”?

    Un ejemplo muy palpable de esta práctica social es el medio rural post revolucionario, a donde los programas gubernamentales mandaban a médicos, docentes o ingenieros, o bien colocaban en cargos de elección popular a personas que contaban con una carrera a diferencia de los pobladores locales. Desde esos tiempos hasta la actualidad se practicó esta usanza de manera muy marcada como una actualización de los títulos nobiliarios y del trato reverencial al señor feudal, por lo que, en muchos casos, el que no tiene un título, se lo inventa para estar en concordancia con su cargo, función o posición social.

    En el gremio de la abogacía, el estándar de llamarse entre todos ‘Lic.’ es una forma re reiterar la pertenencia a una élite. Incluso, al menos en México, el prototipo de licenciado es el abogado, pues cuando se le menciona en el habla cotidiana se sobreentiende que se hace referencia a un profesional del ramo. Ejemplo: «Como mi papá no dejó testamento, tuvimos que pagarle a un licenciado para que nos hiciera el trámite correspondiente». Cabe destacar que gran parte de los presidentes mexicanos del periodo post revolucionario han sido abogados, lo cual afianza el estereotipo aspiracional de la persona “preparada”. Este último adjetivo cumple prácticamente la misma función social que el sustantivo licenciado, pues igualmente es una marca de estatus con la que se califica por igual tanto a quien evidencia cultura general como a quien tiene un desempeño digno de admiración en alguna profesión.

    Toda esta cuestión sería sumamente superflua si no la pusiéramos en el contexto particular de desigualdad estructural que ha imperado durante tantas décadas en nuestro país. Las personas que se empeñan en que su nombre sea mencionado con su título en contextos cotidianos y no precisamente del ámbito profesional, consciente o inconscientemente refuerzan el estatu quo de desigualdad, el cual podemos constatar a través de cifras demoledoras. Según el INEGI, apenas 8 de cada 100 mexicanos accede al nivel superior. Pero más lapidario resulta el dato de la SEP recogido en 2022: el 18% del total de mexicanos que ingresa a nivel licenciatura logra terminar la carrera.

    En otras culturas no existen estas marcas para referirse al individuo resaltando su carrera. Por ejemplo, en el contexto anglosajón se utilizan solo títulos como ‘doctor’ o ‘captain’ acompañando al apellido de la persona, pero solo dentro de los contextos profesionales específicos y no en el trato cotidiano. Una equivalencia a ‘licenciado’ simplemente no existe, por lo que yo en inglés solo sería ‘Mr. Felipe’ sin importar a qué me dedique, pues se da por hecho que terminar una carrera no es nada extraordinario en esa cultura, aunque sea bajo un sistema igualmente elitista que provoca deudas impagables, pero esa es otra historia.

    Carlos Fuentes dijo que México es el país de los licenciados, pues él refería que no se puede obtener relevancia ni prominencia en la sociedad sin ostentar un título. Fue por eso que él decidió estudiar derecho solo para cumplir con los cánones sociales y familiares, pues inicialmente consideraba que solo su bagaje como escritor en ciernes era suficiente para alcanzar notoriedad. Sin embargo, tuvo que ceder ante un entorno tan excluyente como la práctica misma de «pásele, licenciado».

    En tiempos en que cada vez más personas se politizan y propugnan por la igualdad, al tiempo que se multiplican las oportunidades para concluir los estudios, debemos sopesar como sociedad la vigencia de estas prácticas lingüísticas. Si a mío me lo preguntan, yo sueño con un mañana en que hacer distingos profesionales en el trato cotidiano esté de más. Mientras tanto, no queda más que estar atentos y seguir dando cuenta del cambio social que experimentamos en tiempo real y del cual todos somos parte.

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