Para Alejandro Bortoni, con un inevitable cariño.
A estas alturas nadie debería mostrarse sorprendido del uso político que la humanista oposición —que sólo califica como seres humanos a quienes se parecen a ellos y se alinean bajo del credo del padre González Guajardo— hace de las desgracias, se trate de la acontecida en el elevador de un hospital del IMSS, de las caravanas migrantes o de la destrucción que a su paso dejó Otis en el estado de Guerrero. Lo que sorprende es que no lo hagan más seguido y no lucren más con ello. Ellos, que son expertos en melodramas y cursilería, ellos que saben cómo nadie administrar la miseria, ellos que dominan el arte de hacer de la catástrofe ajena una oportunidad de la cual pueden salir con mayores privilegios, expandiendo las diferencias en México y llenado sus bolsillos, los que —sorprendentemente— parecieran no tener fondo.
La desgracia no es otra cosa que un área de oportunidad, un espacio para ensanchar lo que pareciera no puede ensancharse más, una bendición que, sacrificando a algunos, los más, recompensa a otros, los mismos menos de siempre, los que nunca se ven afectados, los que, por derecho divino, de ese dios que se oculta detrás de los billetes, merecen lo que el resto no puede ni soñar. Dejar pasar la oportunidad de lucrar con la desgracia ajena es —para que lo entiendan aquellos que mueren por ser guanabis y viven pagando las tarjetas de crédito para mantener el estilo de vida que les han dicho que deben mantener— como dejar pasar una ganga a meses sin intereses.
Difundir notas falsas es sólo el principio y la continuidad de una estrategia que debe ir más allá, que debe explotar la creatividad más hermosamente ruin y mezquina de los ruines y mezquinos esbirros al servicio de los intereses de la clase privilegiada. No es suficiente con difundir elementos detallados de la catástrofe cuando no había forma de establecer contacto con nadie en Acapulco. No, es urgente que esas notas falsas hagan parecer los trabajos previos de Lord Montajes como producciones amateurs realizadas por un estudiante de preparatoria y grabadas con un teléfono inteligente de gama baja. No es suficiente con retratar la devastación de la bahía, hoteles, centros comerciales y zonas populares. No. Queremos ver la Bahía de Acapulco partida por la mitad, que los siempre honestos medios de comunicación hegemónicos muestren que donde antes había una sola bahía ahora —tras el paso de Otis— hay dos o tres. Queremos ver buques de la Marina Nacional encallados en el CiCi. Queremos una nota de gente que habiéndose resguardado en su casa cuando inició el huracán, salió de ella —en cuanto reinó la calma— para darse cuenta que el huracán los había trasladado, con todo y casa, al puerto de Veracruz. Urge una nueva generación de periodistas infodemicos, formados por las películas de Marvel y DC, que no tengan miedo de replicar lo que vieron en la pantalla grande como nota de noticiero en horario estelar.
Pero la nota falsa no es suficiente, hay que criticar todo aquello que el gobierno, municipal, estatal o federal haga, y todo lo que deje de hacer. Es más, si se presenta la oportunidad criticar si hace algo mal y criticar si lo corrige. La guía deben ser esos maravillosos comentarios que condenaban el saqueo de las tiendas y tres doritos después lamentaban la presencia del ejército en las calles. Hay que criticar que no se hubiera previsto lo que no se podía prever, que no se actuara antes de tiempo evacuando a la población entera del estado por una tormenta tropical ¡Que digo evacuar! Se le debe exigir al gobierno que hubiera reubicado a la población entera de Guerrero en otro estado. Urge que tengamos un presidente y un gobierno con capacidades psíquicas y sobrehumanas que les permitan anticipar lo que sucederá incluso cuando la información, los datos y las proyecciones que se tengan no permitan concluir que aquello que proféticamente se anticipa.
Entrados en gastos
Explotar las pasiones de las víctimas y los damnificados por el huracán no es lo correcto. Y desde luego que no hablo en términos morales. No. No es lo correcto porque se queda corto, porque si bien puede conmover, no sorprende que los afectados estén enojados y demanden respuestas inmediatas del gobierno. No importa si se trata de testimonios reales o de testimonios inducidos. Hay que inventar que un poblado entero desapareció luego del paso de Otis, que no dejó huella alguna de él, ni de sus pobladores, ni de su historia, ni de nada de nada de nada. Que Otis barrio incluso con los registros documentales que demostraban la existencia de ese pueblo que jamás existió. Hay que sacudir al perro para que parezca que mueve la cola, contar la historia de los habitantes de ese lugar, dedicar una sería escrita por los guionistas de la Rosa de Guadalupe para mostrar que Otis y la incapacidad del gobierno de la CuatroTe, por prever lo que era imposible prever, nos arrancó un pedazo de nuestra historia y de nuestra identidad.
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
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