Alejandro Moreno arremetió contra la Internacional Socialista para justificar su salida, pero los señalamientos internos y el expediente abierto en su contra muestran una realidad que el priísta intenta maquillar.
El dirigente nacional del PRI, Alejandro “Alito” Moreno, volvió a protagonizar un episodio políticamente tragicómico al negar que la Internacional Socialista (IS) lo expulsara, pese a que el organismo encabezado por Pedro Sánchez confirmó su separación. Según Alito, él ya había anunciado su salida el 27 de noviembre, argumento que presentó como si fuera una victoria política… cuando en realidad parecía un intento desesperado por adelantarse a la puerta que ya se estaba cerrando.
Con su estilo habitual de declaraciones altisonantes, Moreno aseguró que “es mentira” la información emitida por la IS y acusó al organismo de haberse convertido en una institución “antidemocrática”. Incluso, en un arrebato que ya es parte de su marca personal, afirmó que los integrantes de la Internacional Socialista “son fascistas igual que Morena” y los vinculó al crimen organizado y la corrupción. Todo, sin presentar pruebas y con la vehemencia que ha caracterizado sus desplantes más cuestionados.

La realidad es que Alito enfrentaba un expediente interno tras su oposición a nombramientos clave dentro de la IS, como el de Miguel Vargas Maldonado en el comité para América Latina, y por sus críticas al propio Pedro Sánchez. Estas tensiones derivaron en un proceso que apuntaba claramente a su expulsión, proceso al que Moreno intentó adelantarse con el anuncio de su supuesta renuncia.
En conferencia de prensa, el líder priísta destacó que publicó una carta de seis cuartillas donde acusa a la IS de tener vínculos con “la dictadura venezolana” y de realizar triangulaciones financieras, insistiendo en que es el PRI quien “abandona” a la organización, pese a que los hechos muestran lo contrario.
Mientras tanto, su narrativa busca presentar al tricolor como víctima de una institución “en decadencia”, aunque para muchos observadores resulta claro que, una vez más, Alito intenta convertir un revés político en un acto de valentía, con resultados tan convincentes como sus repetidas promesas de regeneración interna del PRI.

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