La alcaldesa de Cuauhtémoc, Alessandra Rojo de la Vega, ha encendido un acalorado debate con su crítica a la nueva ley de telecomunicaciones. En su publicación, la funcionaria sostiene que esta iniciativa busca controlar lo que la gente opina y comparte. Sin embargo, su discurso presenta contradicciones que no se pueden ignorar.
Rojo de la Vega afirma que la ley tiene 300 páginas y que se quiere votar sin debatir. Pero, ¿acaso no leyó su propio discurso en pocas horas? Es irónico que critique la falta de tiempo para leer la ley, mientras ella se posiciona sin un análisis profundo.
Además, la alcaldesa denuncia que la ley permitiría censurar plataformas digitales. Sin embargo, su postura sobre la libertad de expresión se torna confusa cuando ella misma ha defendido medidas controvertidas, como la instalación de cámaras en baños de mujeres. Para ella, eso representa libertad de expresión, mientras que prevenir la apología del delito se convierte en mordaza.
La coherencia de Rojo de la Vega es cuestionable. Si la alcaldesa se preocupa por la censura, ¿por qué no aplica el mismo criterio a otras situaciones? Es vital que los líderes políticos mantengan la coherencia en sus discursos.
La lucha por la libertad de expresión es necesaria, pero debe ser consistente. La ciudadanía merece una defensa clara y sin hipocresías. La crítica a la nueva ley debe ser honesta y basada en principios sólidos, no en intereses políticos. La libertad no se defiende con dobles discursos.

Comentarios