Iniciamos el 2024 con sentimientos encontrados. Por un lado estaba ese dejo de latente melancolía por la inminente partida de Andrés Manuel López Obrador, iniciador y líder de un movimiento que sin duda va más allá de lo político. Por el otro lado estaban el morbo y la expectación que generaba la elección que se llevaría a cabo el 2 de junio.
Si bien algunos sectores de la derecha fueron poco a poco quitándose la máscara y asumiéndose como conservadores, la facción con mayor exposición en medios, aquella regentada económicamente por Claudio X. González, prefirió cometer el mismo error de subestimar a la ciudadanía y volver hipócritamente a utilizar como banderas frases vacías como “por amor a México”, “México está dividido”, “somos ciudadanos inconformes”, “me dueles, México”, y demás eslóganes choteados que hace 20 años hubieran sido profundamente conmovedores, pero que ahora, con un más elevado nivel de politización, no sirvieron para redireccionar el voto de la mayoría.
A día de hoy sigo insistiendo en que el mayor gesto de menosprecio hacia la ciudadanía no fue solo el tono de la campaña, sino la propia predilección de entre los posibles aspirantes por el perfil menos adecuado. Se pasaron 5 años creyendo que AMLO era un inculto, irrespetuoso de las normas sociales, informal en la vestimenta y sumamente descuidado en su habla, puesto que la oposición, integrada por personas de alto estrato social, asociaban el uso de un registro informal en el habla, así como de un acento distinto al del centro del país, con el perfil de una persona limitada que, sin embargo, supo conectar con las masas. Esto probablemente parta de que al electorado siempre lo vieron como esa masa de consumidores y televidentes susceptibles al marketing, lo que motivó el voto masivo por Vicente Fox en el 2000.
Basados en ese infalible estudio de mercado, Xóchitl Gálvez, la contendiente más ignorante, incongruente, inconsistente e incluso con rotacismo (trastorno del habla), fue la ungida de entre todos los perfiles, porque se pensó que la bola de ignorantes que votó por “el macuspano” lo había hecho porque se había identificado con el arquetipo de “hombre del pueblo”. El resto de la historia lo sabemos muy bien, pero también lo disfrutamos. Disfrutamos cómo Claudia Sheinbaum se mantuvo serena y congruente administrando su ventaja mientras Xóchitl hacía literalmente circo, maroma y teatro para supuestamente agradar a los jóvenes. A día de hoy, podemos decir con toda tranquilidad que la pena ajena que Gálvez causó entre la juventud (cringe, le llaman ellos) fue lo que hizo a muchos ir despertando, salirse un poco de la vorágine de memes baratos y cultura pop para finalmente poner atención al acontecer político. Y se encontraron esta vez contendiendo a dos mujeres: una de ellas de imagen repelente cometiendo pifia tras pifia; y a otra con perfil académico y antecedentes de lucha social que nunca perdió la compostura.
En algún momento, Ciro Gómez Leyva, rabioso odiador del gobierno morenista, aseveró que Claudia Sheinbaum igualmente cometía pifias, pero que el aparato del régimen se movilizaba para ocultarlas de redes sociales. Extraña y poco fundamentada declaración, porque en las redes sociales, los odiadores más misántropos campan a sus anchas sin temor a cualquier posible censura. En general, los medios corporativos lanzaron una indisimulada cargada a favor de Xóchitl Gálvez, pero terminaron confirmando con impotencia que sobreviven más por la fuerza de la costumbre que por ostentar verdadera credibilidad. No fueron pocos los desplantes de gente que declaradamente se lanzó contra los integrantes de la 4T. Y así les ha ido; el descrédito total y en algunos casos la pérdida de sus espacios por falta de rating.
Cuando sobrevino el triunfo de Sheinbaum, y ya que todo transcurrió en gran orden y civilidad, se dio paso a votar la reforma al poder judicial. Varias marchas, mucha desinformación, manifestaciones de clasismo y desiguales debates televisivos acompañaron al proceso en el que, finalmente no hubo lo que algunos acusaban: destrucción de la república, fin de la separación de poderes, colapso de la bolsa mexicana de valores, y huida de la inversión extranjera por “falta de certeza jurídica”. Lo único malo es que quienes gritaron esas y otras mentiras a los cuatro vientos siguieron adelante con sus millones y sus conectes, y a día de hoy prefirieron conformarse con lo que tienen (que no es poco) y acomodarse en negocios distintos a la política, o bien, seguir con el cuento del “amor por México” y formar el Frente Cívico Nacional, donde ya despuntan Patricia Aguayo, Emilio Álvarez Icaza, Fernando Belaunzarán y Guadalupe Acosta Naranjo, quien en sus arengas públicas utiliza un tono de voz tan agudo que revienta las copas de los asistentes.
Debo confesar que, durante el sexenio de AMLO, a pesar de que el movimiento obradorista siempre se distinguió por estar lleno de alegría y esperanza, me preocupaba un poco que no permeara en los jóvenes, intensamente bombardeados por la industria cultural estadounidense y las tendencias mainstream, donde a Andrés Manuel tal vez se le respetara a la distancia, pero no se le seguía con especial atención. Sin embargo, y como una grata sorpresa, ya desde mayo de 2024 se realizó un simulacro universitario con miras a las elecciones que se sucederían en junio, el cual arrojó una victoria contundente de Claudia Sheinbaum, lo que reflejaba confianza en el proyecto. Más tarde, aproximadamente 10 mil jóvenes salieron a las calles para apoyar la reforma al poder judicial, y así opacar el intento de la derecha de utilizar a estudiantes que en realidad eran familiares de políticos para supuestamente mostrar que la razón los asistía. Algunas voces, audaces en su estupidez, clamaban que esto era “un nuevo movimiento del 68”. A día de hoy, todo eso se diluyó. Lo más valioso es la paulatina politización de los jóvenes.
Se viene un 2025 en el que, tal vez, la principal amenaza ya no será la derecha mexicana, que al parecer está bajo control y no da para más. Claudia Sheinbaum tiene enfrente a la versión más furiosa y desatada de Donald Trump con todo lo que esto representa. Por fin se descara la derecha a nivel continental, y uno de los puntos neurálgicos es Estados Unidos, nuestro socio comercial y vecino. La cantidad de connacionales que mueven la economía estadounidense es un factor que no parece tomar en cuenta Trump cuando habla de deportaciones masivas; como tampoco toma en cuenta las redes de tráfico y consumo al interior de su país cuando habla de intervencionismo en territorio mexicano para acabar con el problema de las drogas. Una combinación entre cautela y movimientos certeros en materia diplomática es lo que demandará afrontar las embestidas del genuino líder mundial de la derecha.
Finalmente, quiero agradecerles toda su confianza, su paciencia y su fidelidad en cada uno de los esfuerzos que realizo como divulgador y periodista independiente. Muchas gracias por leer mis artículos, reseñas y crónicas, porque sé que las viven conmigo. Gracias por suscribirse a mi canal y comprar mi libro; iniciando el año se viene el nuevo. Que la salud y el amor les salgan siempre al paso en su camino. La prosperidad la seguimos forjando día con día sin olvidar que debe ser compartida. Los abrazo con intenso cariño y los invito a que tengamos juntos un inolvidable 2025. Que Dios los bendiga.
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